Pío Moa - Años de hierro

La década de los cuarenta fue una época muy compleja, llena de vida y muerte. Fueron los años de las Trece Rosas y el fusilamiento de Quiñones, entre otro hechos, y siempre bajo la caso fatal atracción del torbellino europeo y del peligro de invasión por parte de Hitler o de los Aliados. Tiempos de ilusiones y frustraciones en los que se escribieron algunas de las novelas españolas más importantes del siglo, la pieza musical más conocida fuera de España o el libro doctrinal más influyente.

La victoria de Franco en la guerra civil no garantizaba la continuidad de su dictadura. Por el contrario, su supervivencia y consolidación, así como su neutralidad en la guerra mundial, resultaban improbables. Sin embargo. ocurrieron, y el historiador debe exponerlo al margen de mitos y prejuicios. Tal es la tarea que aborda Pío Moa en Años de hierro.

Pío Moa

España en la posguerra

1939 - 1945

ePub r1.0

Titivillus 19.05.18

Pío Moa, 2007

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

A Lola y a Laura

Como el lector verá por el prólogo —que he preferido no cambiar— este libro iba a versar sobre la década de 1940, pero lo restringí al comprender que ello habría alargado el texto en demasía, aparte de que el asunto de la posguerra mundial era otro, aun estando muy condicionado por la época anterior.

No es lo mismo historiar algún hecho que una época. Un episodio, una política, una guerra, un desarrollo económico, la moda, la literatura, etc., ofrecen tema preciso. Sin embargo, estudiar la sociedad durante unos años se hace, en rigor, imposible, tantas son las facetas de la vida social y tan complejas sus relaciones. Una época nos llega como un caos de actos, personajes, intereses… de infinita variedad. Nadie podría tratarlos con competencia, y aun si ello fuera posible resultaría un relato indigerible. Hemos de seguir, pues, un eje vertebrador necesariamente parcial.

Entendemos por historia, ante todo, la historia política, porque ella condensa las ideas, inquietudes, azares y gran parte de la acción («el poder») de las sociedades. El eje de este estudio es la política española en relación con la guerra mundial, y la guerra misma en su variable influencia sobre España. Dedico a esa contienda más espacio del habitual en otras historias de tema parecido, porque ella rodeó a España por los cuatro costados y condicionó su propia subsistencia. La neutralidad hispana tuvo algo de milagro, y la vida corriente remitía a una situación bélica por el racionamiento, la vigilancia continua sobre los focos de guerrillas o de subversión y la dureza de las leyes.

Una guerra es una situación extrema en donde la conducta humana normal, mezcla de generosidad, abyección, abuso y bondad en dosis moderadas, salta a los extremos del heroísmo y la vileza combinados de forma extraña. Escribir este libro me ha causado cierta fatiga moral, pero procuro evitar los dicterios moralistas, casi siempre fáciles en demasía y que suelen revelar poco más que la vanidad del historiador. No adjudico a éste la misión del juez repartidor de premios y sanciones éticas, sino más bien la del expositor ordenado de los hechos, tratando de explicarlos en la medida de lo posible, medida nunca tan grande como desearíamos. A ese fin he procurado indicar los puntos de vista de unos y otros, contrastando también la visión del soldado con la del estratega, etc., para eludir el tono burocrático frecuente en muchos libros de historia.

En torno al eje bélico he abordado las querellas internas del franquismo, la resistencia, la cultura, la represión, las dificultades económicas, y otros aspectos. La obra no es de investigación propiamente hablando, sino sobre todo de recomposición y ordenamiento de materiales ya publicados. Este tipo de historia tiene su propia entidad y método, distintos de las monografías, mucho más dependientes de archivos y fuentes primarias. Ocurre como con la Guerra Civil, sobre la cual existe una cantidad abrumadora de datos, pero a menudo expuestos con tal incoherencia que permiten versiones absurdas como las construidas sobre la atribución de la causa democrática al Frente Popular. Este despropósito ha distorsionado en grado increíble la historiografía y ha hecho necesario un serio esfuerzo de clarificación que hoy se va abriendo paso.

Evito las notas cuando se refieren a datos comunmente conocidos o fácilmente asequibles a través de Internet. La red se ha convertido, cada vez más, en una fuente de información extraordinariamente rápida y útil. También de desinformación, va de suyo.

Empleo «Usa» y «useño» por «Estados Unidos» o «americano», como ya he explicado otras veces; también empleo términos poco adecuados, pero tradicionales, como «Inglaterra», «Rusia», «Gran Bretaña», «anglosajones», «nipones» o «las» SS. Prefiero «élites» a «elites» y empiezo con minúscula palabras como «república», «monarquía», «corona», «ejército», «gobierno», «estado», etc. Hay buenas razones para escribirlas con mayúscula, pero así solían escribirse antaño «patria», «pueblo», «poder» y otras, y creo acertada la tendencia a reducir su número. En la literatura española han pugnado la inclinación a la sencillez y la sobriedad, recomendada por Cervantes, con la pompa y el barroquismo. Con éxito o no, procuro evitar la segunda tendencia.

Siguiendo aTucídides, he aplicado una cronología año por año y, en parte, por estaciones naturales. También me ha parecido apropiado el método expositivo de La colmena, de Cela, inspirado a su vez en Manhattan Transfer, de Dos Passos, y que empleó con acierto Luis Romero en Tres días de julio. Espero que el recurso a tales maestros atenúe mis deficiencias. El método de La colmena permite exponer los sucesos en su simultaneidad e interrelación, cuando la hay, aunque arriesga crear sensación de embrollo. Pero desarrollar cada tema independientemente y a fondo obliga a volver una y otra vez sobre el pasado, de manera fastidiosa, y difumina las relaciones entre los hechos. Y nunca se insistirá demasiado en la importancia de la cronología: un suceso, una decisión pueden tomar un cariz del todo diferente en un momento u otro, y basta a veces una ligera alteración del orden temporal para contar una historia diferente.

En fin, agradezco muy calurosamente su ayuda a Jesús Palacios, Luis Linde, Ignacio Espinosa de los Monteros,Andrés Freirejan Ciechanowski, Miguel Platón, la Fundación Francisco Franco y, particularmente, a Rob Stradling, que me ha proporcionado algunos documentos del Foreign Office, a Carlos Pía, que me ha facilitado el trabajo de diversos modos y me ha hecho valiosas observaciones, y sobre todo a Stanley Payne, que ha tenido la generosidad de apartar tiempo de sus ocupaciones para hacerme diversas anotaciones y críticas, tanto más apreciables por venir de uno de los más reconocidos especialistas en estas materias.

UNA DÉCADA REVOLUCIONARIA

Si el siglo XX se ha distinguido por cambios constantes, con una aceleración sin precedentes en la historia, quizá la década de 1940 haya presenciado los de mayor trascendencia. En esos años comenzó la era nuclear, la de la televisión, la de los proyectiles que permitirían al hombre salir al espacio, la de las computadoras, la de los transistores… Hubo importantes descubrimientos en medicina y tantas innovaciones más destinadas a transformar los modos de vida. Esas innovaciones, valoradas como progreso, no han producido una mayor estabilidad social ni entre las naciones: si algo caracteriza a aquella década es precisamente la convulsión y la violencia, incluso comparada con otras épocas que también las han sufrido en alto grado. Su primera mitad vino marcada por la guerra más mortífera que hasta hoy hayan visto los siglos, culminación de las tensiones entre el totalitarismo nazi, el comunista y las democracias. Choque planetario de ideologías y potencias, devastó gran parte de Europa y Extremo Oriente, incluyendo a varias de las naciones más ricas y civilizadas, y se acompañó de matanzas casi inconcebibles. Tales sucesos en una época orgullosa de sus conocimientos, de su progreso técnico y de una supuesta superioridad moral sobre el pasado plantean cuestiones, nunca resueltas intelectualmente, sobre la condición humana y el enigmático sentido de la historia.