Alessandro Giraudo - Cuando el hierro era más caro que el oro
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- Libro:Cuando el hierro era más caro que el oro
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:2015
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Cuando el hierro era más caro que el oro: resumen, descripción y anotación
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Cuando el hierro era más caro que el oro — leer online gratis el libro completo
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Jacques Attali me alentó y estimuló en mi trabajo, y Jean-Marc Daniel aceptó muy amistosamente redactar el prefacio. Quiero dar las gracias a mi presidente Patrick Combes, que siempre acompaña la labor de sus colaboradores. Claude Durand decidió rápidamente publicar el libro, y Sophie Kucoyanis me brindó su profesionalidad y su agudo espíritu crítico. Vaya también mi agradecimiento a todo el equipo de Éditions Fayard. La lista de personas que me han ayudado es larga: mis colegas Ophélie Manguy y Benoît Maudet, Laetitia Pelhat, Justine Lemoine y Sarrah Fettah. Deseo dar las gracias a toda mi familia por su gran paciencia y… a Johann Sebastian Bach por acompañarme a lo largo de todo el proceso de escritura.
Cuando los asirios pagaban por el hierro ocho veces más que por el oro
Los asirios viven en las tierras comprendidas entre el norte de Mesopotamia, Siria y el sur de Anatolia. Hace unos cuarenta y cinco siglos, en sus mercados, se paga el hierro a un precio que fluctúa en torno a ochocientas veces el del oro…
El hierro de los meteoritos, regalo de los dioses
En muchas lenguas antiguas, las expresiones utilizadas para designar el hierro hacen referencia a los cielos. Los sumerios lo llaman an-bar («fuego del cielo»), y los hititas, ku-an (el mismo sentido). El término egipcio bia-en-pet significa «relámpago del cielo»; el hebreo parzil, «metal de dios o de los cielos»… Todavía hoy, en georgiano, «meteorito» se dice «fragmento del cielo».
El hierro se expone en los templos y es muy codiciado por los poderosos
Durante mucho tiempo, el hierro suscitó el imaginario de lo divino y lo celestial. Muchos meteoritos se expusieron en los altares de los templos, junto al oro, donde los adoraban los fieles, maravillados y espantados al mismo tiempo por el origen de esos «pedazos de cielo». Por ejemplo, el templo de Diana en Éfeso se habría construido en el lugar donde cayó un meteorito. La piedra negra de la Kaaba, en La Meca, es un meteorito, probablemente. Los poderosos también quieren disponer de objetos y de símbolos del poder elaborados con meteoritos, como en el caso de Atila o de Tamerlán. Durante las ceremonias oficiales, numerosos califas se arman con cimitarras fundidas con meteoritos. Cuando los conquistadores españoles llegan a México, se sorprenden de las navajas y dagas de hierro de los jefes; pero la civilización azteca no sabe fundir este metal y en los territorios ocupados no se halla ninguna fundición. A partir de Tales de Mileto (600 a.C.) se habla de magnetita, hierro naturalmente magnetizado, que algunos marinos utilizarían para la navegación, le ofrece su tesoro y 30 kilos de hierro, seguramente el famoso metal indio de Wootz, con el que a continuación producirá las espadas de Damasco. Otras fuentes hablan de 30 talentos de hierro (un talento pesa de 28 a 30 kilos).
Una siderirgia pobre
Existen rastros de pequeños objetos de hierro fundidos en Egipto y en Mesopotamia (hacia 5000 a.C.); se han encontrado otros objetos en las mismas regiones (que datan seguramente de 3000 a.C.). En China, los arqueólogos han recuperado restos de trabajos realizados mediante la fusión de meteoritos. Muchos objetos de hierro fundidos con técnicas cada vez menos rudimentarias se han descubierto en las cuencas de civilización situadas entre el Mediterráneo oriental y Oriente Medio: datan de 1200 a.C., es decir, de principios de la Edad del Hierro. Todo el Mediterráneo oriental, Oriente Medio, Asia Menor e incluso algunas regiones de Europa central se ven agitados por movimientos muy violentos (políticos y militares), con importantes migraciones de poblaciones, la caída del Imperio hitita, el fin de la civilización micénica y la victoria militar de Ramsés III contra los «pueblos del mar».
Aún no disponemos de una explicación completa de todos estos movimientos, cuyas causas sociales, climáticas y militares representan una auténtica crisis estructural que dura al menos cuatro siglos. En cambio, sabemos que el circuito de la distribución del estaño está completamente desestabilizado, lo que tiene un impacto automático en la producción de bronce. Algunos historiadores establecen un vínculo entre estos momentos dramáticos de la humanidad: el final de la Edad del Bronce y el principio de la del Hierro.
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En toda la historia económica aparecen el baile de precios y las inestables relaciones entre los precios de bienes y servicios. En Roma, una libra de seda costaba igual que una de oro. La relación entre oro y plata se mantuvo durante mucho tiempo en el 10 a 15. ¡Durante la especulación de los tulipanes en Holanda (1636-1637), se llegó a comprar una casa con un bulbo!
Chipre y el mercado mediterráneo del cobre
La palabra «cobre» deriva probablemente de Kupros, nombre que dieron los griegos a la isla de Chipre. Encontramos también este término en muchas lenguas occidentales: cuprum en latín (Plinio), Kupfer en alemán, copper en inglés, cobre en español, koppar en sueco, kobber en danés… Pero hay una excepción: en italiano, el cobre se llama rame, del latín tardío oral aramen. Durante mucho tiempo, en el Mediterráneo, al cobre se lo llamó cyprium, «cobre o bronce de Chipre». Los rastros de la primera producción de cobre datan del III milenio y las minas se sitúan, prácticamente todas, en el centro de la isla, en los pliegues montañosos de Chipre, región de subducción entre la placa africana y la eurasiática.
Hay tablillas cuneiformes sirias del siglo XVIII a.C. que hablan de «montañas de cobre» en la isla de Alashiya, más tarde denominada Chipre. Otros documentos que datan del siglo XIV y se hallaron en Egipto (nueve cartas apuntan a envíos de parte del rey de Alashiya al faraón) indican que la isla es muy rica en cobre y que llama la atención de Egipto y sus mercaderes. Tres de esas cartas sugieren una exportación de 113 talentos de cobre a Egipto. Muchos otros documentos ofrecen indicaciones sobre una importante producción de cobre en la isla. Se estima que el pico de la producción quedó registrado hacia finales de la Edad del Bronce (1650-1100 a.C.), con un enorme impacto en la isla: prosperidad económica, importación de esclavos para trabajar en las minas, visita permanente de comerciantes extranjeros a los puertos, tráfico intenso entre minas y puertos, donde los barcos esperan la carga… Pero el precio es elevado: para producir esos lingotes de forma aplanada, denominada de «piel de buey», hay que cortar mucha madera destinada a la fabricación de carbón. La deforestación de la isla es un gran lastre para el futuro, aunque los fenicios importen madera procedente de los bosques de abetos y cedros del actual Líbano. En efecto, todos los hornos de tratamiento metalúrgico detectados por los arqueólogos se encuentran en los alrededores de puertos y en terrenos intensamente agrícolas, salvo casos esporádicos de hornos situados cerca de las minas. Incluso hay rastros importantes de inmigración minoica hacia el siglo XVI, debido al auge minero de la isla.
El mercado chipriota del cobre se convierte en referente para fijar los precios en toda la cuenca mediterránea. La competencia de las minas de Anatolia, Irán, Arabia y Egipto es débil. Egipto, gran consumidor, dispone de las minas de Timna (Eilat), Jesirat (en el golfo de Eilat) y el oeste de la península del Sinaí (Serabit el Jadim), pero depende en gran manera del cobre de Chipre. Más adelante, el cobre chipriota deberá aguantar el impacto de la oferta de cobre español de la región de Río Tinto, que distribuyen los mercaderes y marinos fenicios, aunque el desarrollo de dichas minas se debe sobre todo a los cartagineses; bajo control romano, se convierten en un enorme centro de producción del imperio.
Los restos de Uluburun, en la bahía de Antalia
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