Pearl S. Buck - Puente de paso
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- Libro:Puente de paso
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1962
- Índice:4 / 5
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Puente de paso: resumen, descripción y anotación
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Puente de paso narra la experiencia de la autora mientras rodaba en Japón su historia The big wave. Este libro habla de las personas involucradas en el proceso de rodaje, las complicaciones surgidas y la experiencia de trabajar en este país mientras superaba la pérdida de su esposo.
Puente de paso ofrece una visión íntima del Japón de la posguerra mezclada con la meditación desgarradora de Buck sobre la pérdida y el amor.
Pearl S. Buck
ePub r1.1
Titivillus 15.01.16
Título original: A bridge for passing
Pearl S. Buck, 1962
Traducción: Joaquina González de Jacobbson
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Es como es.
Máxima de EDUARDO III
¿Qué resta, por hacer?
Me refugio en mi corazón,
donde lo amo a mi placer.
PAUL VALÉRY
PEARL SYDENSTRICKER BUCK (Hillsboro, 1892 - Danby, 1973). Novelista estadounidense y Premio Nobel de Literatura en 1938, que pasó la mayor parte de su vida en China y cuya obra, influida por las sagas y la cultura oriental, buscaba educar a sus lectores. Recibió el premio Nobel en 1938. Hija de unos misioneros presbiterianos, vivió en Asia hasta 1933.
Su primera novela fue Viento del este, viento del oeste (1930), a la que siguió La buena tierra (1931), ambientada en la China de la década de 1920 y que tuvo gran éxito de crítica, recibiendo por ella el premio Pulitzer. Es un relato epopéyico de grandes relieves y detalles vívidos acerca de las costumbres chinas; está considerada, en esa vertiente, como una de las obras maestras del siglo.
La buena tierra forma la primera parte de una trilogía completada con Hijos (1932) y Una casa dividida (1935), que desarrollarían el tema costumbrista chino a través de sus tres arquetipos sociales: el campesino, el guerrero y el estudiante. Por la trilogía desfilan comerciantes, revolucionarios, cortesanas y campesinos, que configuran un ambiente variopinto alrededor de la familia Wang Lung. Se narra la laboriosa ascensión de la familia hasta su declive final, desde los problemas del ahorro económico y las tierras hasta la aparición de la riqueza y de conductas y sentimientos burgueses.
En 1934 publicó La madre, y en 1942 La estirpe del dragón, otra epopeya al estilo de La buena tierra donde apoyó la lucha de los chinos contra el imperialismo japonés, en un relato que parte de una familia campesina que vive cerca de Nankín. También escribió numerosos cuentos, reunidos bajo el título La primera esposa, que describen las grandes transformaciones en la vida de su país de residencia. Los temas fundamentales de los cuentos fueron la contradicción entre la China tradicional y la nueva generación, y el mundo enérgico de los jóvenes revolucionarios comunistas.
En 1938 publicó su primera novela ambientada en Estados Unidos, Este altivo corazón, a la que le siguió Otros dioses (1940), también con escenario norteamericano, donde trata el tema del culto de los héroes y el papel de las masas en este sentido: el personaje central es un individuo vulgar que por azar del destino comienza a encarnar los valores americanos hasta llegar a la cima.
A través de su libro de ensayos Of Men and Women (1941) continuó explorando la vida norteamericana. El estilo narrativo de Pearl S. Buck, al contrario de la corriente experimentalista de la época, encarnada en James Joyce o Virginia Wolf, es directo, sencillo, pero a la vez con resonancias bíblicas y épicas por la mirada universal que tiende hacia sus temas y personajes, así como por la compasión y el deseo de instruir que subyace a un relato lineal de los acontecimientos.
Entre sus obras posteriores cabe mencionar Los Kennedy (1970) y China tal y como yo la veo, de ese mismo año. Escribió más de 85 libros, que incluyen también teatro, poesía, guiones cinematográficos y literatura para niños.
Recuerdo el día en que decidí hacer la película en el Japón. Fue en abril del año pasado. En un día así empecé la historia de mi vuelta a Asia. Siempre supe que la vuelta era inevitable, aunque no para siempre, ya que me encuentro muy bien en mi país y no deseo vivir en otro sitio. Sin embargo, volvía allí. No hay nadie que después de vivir media vida en Asia no sienta la tentación de volver. No sabía cuándo ocurriría ni siquiera dónde iba a ser o cuál sería la causa de la vuelta. En nuestro mundo nada cambia más de prisa que la geografía. La amable China, país y hogar de mi juventud y adolescencia, es de momento tierra prohibida. Me niego a darle el título de país enemigo. La gente que vive en mi memoria es demasiado amable y la tierra demasiado hermosa para ser enemiga.
La China no es todo Asia, pero sí una gran parte de ella. Quedan todavía otros países a los que podría volver: el Japón, la India, Corea y el resto. El Japón es, después de China, el país que conozco mejor, así es que lógicamente la vuelta sería allí. Pero ¿cuándo? No soy una turista, y no disfruto visitando un país si sólo voy a ver lo que figura en las guías. Tampoco me gusta ir a ver a alguien determinado. Me había dicho, por lo tanto, muchas veces que cuando volviera al Japón sería con algún proyecto, una obra mía por ejemplo, algo interesante que yo realizaría allí, algo que sirviese de excusa a mi negativa a aceptar todas las invitaciones que me hicieran para cenar, o pasar el fin de semana, o cualquier otro entretenimiento que la gente hospitalaria ofrece a sus amigos. Pero ¿qué proyecto sería ése? Aquélla era otra pregunta a la que no hallaba solución por el momento.
Pero un día me ofrecieron de improviso un viaje al Japón, para trabajar con otros en la realización de una película basada en mi cuento La gran ola. Aquel trabajo sería algo nuevo y por lo tanto interesante. Hace ya tiempo que pasé por la etapa de precaución e instintos conservadores que tiene la juventud. He llegado a la edad de la aventura, y La gran ola es un libro de aventuras. El tema se desarrolla en un pueblecito de pescadores, y en escena figuran también un desbordamiento de las aguas y un volcán, que no había visto desde hacía muchos años, y que me gustaría volver a contemplar. Por fin recibí una respuesta a mis preguntas. El lugar sería el Japón, y en seguida.
Pero todavía quedaba algo por resolver: mi familia. Algunos de los miembros de la misma eran viejos y otros muy jóvenes, una gran familia extendida a través de generaciones y con ramificaciones muy diversas. ¿Podía y debía yo dejarlos en un momento como aquél? Nos reunimos en consejo de familia. Aparentemente no sólo podía sino que debía hacerlo. El médico de cabecera me dijo que no había motivos para que yo retrasase mi partida. Tanto los niños ya crecidos como los que estaban creciendo se hallaban llenos de vitalidad y energía. ¿Y él? Estaría siempre igual. Si esperaba a que llegase el desenlace, podría ser cuestión de años. Seis meses antes no hubiera podido dejarlo, pero en aquel espacio de tiempo las cosas para mí habían dado un cambio tan grande como la noche y el día. Se había adentrado en un mundo propio. Yo todavía no me había acostumbrado a la idea de lo que era y lo que sería ya desde entonces.
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