Néstor Almendros - Días de una cámara
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- Libro:Días de una cámara
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1980
- Índice:3 / 5
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Días de una cámara: resumen, descripción y anotación
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NÉSTOR ALMENDROS. (Barcelona, 1930-Nueva York, 1992) Operador y director de fotografía español. Emigrado a Cuba, estudió en este país, en Nueva York y en Roma. En Francia, colaboró de forma habitual con Rohmer, Truffaut y Schroeder. Obtuvo el Oscar a la mejor fotografía por Días de cielo (T. Malick, 1977). De su extensa carrera, cabe citar su colaboración en La historia de Adèle H. (F. Truffaut, 1975), El último metro (F. Truffaut, 1980) y La decisión de Sofía (A.J. Pakula, 1982). En 1987 realizó Nadie escuchaba y en 1988 participó como director de fotografía en el episodio de Historias de Nueva York dirigido por M. Scorsese. En 1980 publicó en Francia su autobiografía (la presente Días de una cámara), editada en castellano en 1982.
Título original: Un homme à la caméra
Néstor Almendros, 1980
Traducción: Néstor Almendros
Para la traducción técnica: Jaume Peracaula
Retoque de portada: minicaja
Editor digital: Titivilus
(r1.1) Corrección de erratas: Poldek
(r1.1) Corrección de expresiones regulares
(r1.2) Corrección de erratas: mapro
(r1.2) adaptación al ePub base r1.2
ePub base r1.2
Néstor Almendros, ha sido sin duda uno de los MAESTROS de la luz más importantes en el Arte de hacer Cine de nuestra época. Fue el artesano de Luz Natural, aprovechó de ella todos sus “momentos mágicos”, él, por su formación humanista, sabía que la LUZ es y posee un lenguaje de sentimientos que conmueve la sensibilidad del espectador.
Tras más de cuarenta películas como director de fotografía, Néstor Almendros se sitúa en primera línea de los profesionales que más han influido en la renovación de la imagen cinematográfica. Más un ayudante de dirección que un iluminador —como él mismo se define—, Almendros maneja personalmente la cámara en casi todas las películas en que interviene, en contra de la costumbre tradicional, y aspira a un control total de todos los elementos de la imagen que aparecen en el encuadre. En este sentido, sus concepciones desbordan el concepto usualmente admitido del director de fotografía, y proponen un nuevo estilo, de acuerdo con las necesidades del cine moderno. Dicho en otras palabras, su actitud discurre paralelamente a las preocupaciones de diversos cineastas, en cuyo estilo visual la colaboración de Almendros se ha revelado instrumental.
En el presente libro, prologado por François Truffaut, Néstor Almendros detalla sus concepciones sobre los aspectos técnicos y artísticos del oficio, así como su experiencia en calidad de director de fotografía en películas de Eric Rohmer, François Truffaut, Barbet Schroeder, Monte Hellamn, Jean Eustache, Marguerite Duras, Terrence Malick, Robert Benton, Martin Scorsese, etc. Para una mayor claridad de exposición, sus conceptos son ilustrados con fotografías seleccionadas de sus películas, detallando las soluciones aplicadas a cada película concreta, de Mi noche con Maud a El niño salvaje, de More a La Marquesa de O, y Días del cielo o Historias de Nueva York.
Néstor Almendros
ePub r1.2
Titivilus 07.06.15
Apuntes al natural
Hace veinticinco años, la única manera de ver moverse a las imágenes en dos dimensiones era entrar en una sala de cine. Ciertos realizadores del cine se esforzaban en interpretar la realidad, estilizándola, mientras otros, menos ambiciosos, se limitaban pura y simplemente a registrarla. En ambos casos, Hollywood y los neorrealistas, el espectáculo era mágico a priori, y los films resultaban más o menos hermosos según los talentos desplegados, pero raramente eran feos, porque la fotografía en blanco y negro de una cosa fea aparece menos fea que la cosa misma en su estado natural. El blanco y negro era una transposición de la realidad, y por tanto constituía, de suyo, un efecto artístico.
La televisión, el cine de aficionados y el video han destruido definitivamente el misterio. La sala de cine no tiene ya el monopolio de las imágenes en movimiento. Los cineastas pueden todavía interesarnos, pero a condición de no copiar la vida, que es lo que desde hace mucho tiempo viene haciendo, hasta la saciedad, la televisión.
Néstor Almendros es uno de los mejores directores de fotografía del mundo, uno de aquellos que luchan para que la fotografía del cine de hoy no sea indigna de lo que fue en los tiempos de Wilhelm Gottlieb Biffer, el cameraman de D. W. Griffith. El libro de Almendros contesta preguntas que ningún cineasta de hoy puede evitar plantearse: ¿Cómo impedir que la fealdad llegue a la pantalla? ¿Cómo limpiar una imagen para aumentar su fuerza emocional? ¿Cómo lograr que resulten convincentes las historias que tienen lugar antes del siglo XX? ¿Cómo encajar entre sí los elementos naturales y los artificiales, los de fecha precisa y los intemporales, en el interior de un mismo fotograma? ¿Cómo dar homogeneidad a materiales dispares? ¿Cómo luchar contra el sol o dominarlo a voluntad? ¿Cómo interpretar los deseos de un realizador cinematográfico que sabe bien lo que no quiere, pero que no sabe explicar lo que quiere?
Esperaba encontrarme con un libro instructivo, pero no sabía que además iba a emocionarme. Es que no se trata solamente de la descripción de un trabajo, sino también de la historia de una vocación. Néstor Almendros es consciente de ejercer un arte al tiempo que practica un oficio. Fervientemente enamorado del cine, nos hace participar de su vocación y nos demuestra que se puede hablar de la luz con palabras.
François Truffaut
Marzo 1980
Con frecuencia, personas ajenas al cine me han preguntado: ¿Qué es un director de fotografía? ¿Para qué sirve?
Para casi todo y para casi nada. Sus funciones varían tanto de una película a otra, que no se pueden definir de una manera exacta. Mi trabajo puede limitarse sencillamente a apretar el botón de la cámara. Y a veces ni eso siquiera, pues alguien, un operador, se encarga de llevar la cámara, mientras yo estoy cerca, sentado en una silla plegable con mi nombre escrito detrás. Uno está allí para supervisar la imagen, dar algunos consejos y firmar el trabajo. En el caso límite de las grandes superproducciones, donde abundan los “efectos especiales”, no se sabe muy bien quién es el responsable de la fotografía, cuya paternidad escapa a todo y a todos. En el extremo opuesto, un director de fotografía que colabora en una película de pequeño presupuesto con un realizador inexperto o principiante, puede decidir no ya la elección de objetivos, sino la naturaleza misma del encuadre, los movimientos de cámara, la coreografía de los actores y, por supuesto, la iluminación, la atmósfera visual de cada escena. Llego incluso a inmiscuirme en la selección de los colores, los materiales y las formas de los decorados y el vestuario. Me gusta, siempre que puedo, llevar yo mismo la cámara.
En cualquier caso, el director de fotografía debe intervenir cuando los conocimientos técnicos del realizador no son suficientes para materializar en términos prácticos sus deseos artísticos. Debe recordarle algunas leyes ópticas, cuando no se tienen en cuenta. Pero, ante todo, no debe olvidar que está allí para ayudar al director. Aunque el director de fotografía se precie de tener un estilo, no debe tratar de imponerlo. Hay que procurar entender primero el estilo del director, ver la mayor cantidad posible de películas que haya hecho (si es que existen) e impregnarse de “su manera”. No hay que intentar hacer “nuestra” película, sino la suya.
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