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Miguel Delibes - La tierra herida

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Miguel Delibes La tierra herida

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Qué futuro le espera a nuestro planeta Qué mundo herederán nuestros hijos - photo 1

¿Qué futuro le espera a nuestro planeta? ¿Qué mundo herederán nuestros hijos? ¿Hasta qué punto es el ser humano el responsable de todos estos inquietantes cambios? Y sobre todo, ¿hasta qué punto estamo s a tiempo de evitarlos o de paliar sus efectos? A estas y otras muchas preguntas responden en su iluminador diálogo Miguel Delibes y Miguel Delibes de Castro, un padres escritor de enorme prestigio, que se define a sí mismo como ciudadano preocupado por estos temas pero profano en la materia, y un hijo científico que lleva años trabajando sobre el terreno los problemas ecológicos.

Padre e hijo, escritor y científico comprometidos con el medio ambiente, dialogan sobre los problemas ecológicos a los que se enfrenta el planeta en el nuevo siglo: el cambio climático, la desertificación, la desaparición de especies, la escasez de recursos básicos como el agua, la contaminación del medio ambiente, el deshielo de los polos y el peligro de la subida del nivel del mar… ¿Estamos a tiempo de cambiar el curso de los acontecimientos? ¿podremos frenar la degradación del planeta? ¿hay soluciones reales y aplicables para reconducir el no muy halagüeño futuro de la Tierra?

En los últimos decenios se han ido sucediendo una serie de indicios alarmantes sobre la transformación de las condiciones de vida en la Tierra: el aumento del agujero de la capa de ozono, el cambio climático, el efecto invernadero, el deshielo de los polos, el aumento de huracanes y otros fenómenos naturales extremos, la desertificación la desaparición de especies.

Un diálogo comprometido con nuestro presente y nuestro futuro, que combina sabiamente el rigor con la capacidad de hacer accesible este cadente tema a cualquier ciudadano preocupado por la salud de nuestro planeta.

Miguel Delibes Miguel Delibes de Castro La tierra herida Qué mundo heredarán - photo 2

Miguel Delibes & Miguel Delibes de Castro

La tierra herida

¿Qué mundo heredarán nuestros hijos?

ePub r1.0

Titivillus 04.08.16

Miguel Delibes & Miguel Delibes de Castro, 2005

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

No aire no te vendas que no te canalicen que no te entuben que no te - photo 3

«No, aire,

no te vendas,

que no te canalicen,

que no te entuben,

que no te encajen

ni te compriman,

que no te hagan tabletas,

que no te metan en una botella,

¡cuidado!».

Pablo Neruda,

Oda al aire

Hace casi treinta años, con ocasión de mi ingreso en la Real Academia de la Lengua, aproveché el auditorio más intelectual y cultivado que de costumbre para dar salida a mi angustia sobre el futuro de la Tierra. El discurso que pronuncié entonces dio lugar a un libro titulado SOS primero y Un mundo que agoniza después. Aunque ha pasado mucho tiempo, aquella preocupación mía por el medio ambiente no ha disminuido, sino al contrario. Cualquiera que en los últimos lustros haya estado al tanto de mis declaraciones públicas, o leído mis crónicas de caza y pesca, puede atestiguarlo. El abuso del hombre sobre la naturaleza no sólo persiste, sino que se ha exacerbado: agotamiento de recursos, contaminación, escasez de agua dulce, desaparición de especies… Además, nuevos nubarrones, que en los años setenta aún no percibíamos, han aparecido, amenazadores, en el horizonte, especialmente dos: el adelgazamiento de la capa de ozono y el cambio climático.

Respecto al clima debo decir que, quizás por castellano y hombre de campo, siempre me ha interesado especialmente. Gran parte de mi vida ha transcurrido al aire libre, entre labradores que fiaban su futuro a las veleidades del cielo; hombres y mujeres que dependían para subsistir antes de los caprichos de la sequía, el pedrisco o la helada negra, que del propio esfuerzo. ¿Qué sería de ellos, y de quienes necesitábamos su trabajo, si el clima cambiara? ¿Y cómo se manifestaría ese cambio? Con frecuencia había leído vaguedades sobre el calentamiento de la Tierra, pero tras el verano de 2003 (un infierno de cinco meses), julio de 2004 me sorprendió en Sedano, un pueblecito del norte de Burgos, con temperaturas durante las madrugadas de dos y tres grados en los páramos y máximas de 25 oC a lo largo del día. «Esto no es lo convenido», me decía a mí mismo. Yo no había olvidado el bochorno sostenido del verano anterior, los casi cincuenta grados del sur del país. En aquel momento me pareció indudable que el cambio de clima había dejado de ser una conjetura para convertirse en una evidencia. Es decir, que ya no era momento de teorizar sobre la amenaza, puesto que la amenaza se había hecho realidad. Pero entonces, ¿qué significaba aquella friura del amanecer un año más tarde? ¿Tal vez mis temores estaban infundados? Si las razones que justificaban el cambio climático no se habían alterado en doce meses, ¿por qué este sube y baja de los termómetros?

En aquellas circunstancias, aproveché una visita de mi hijo Miguel, unos meses después de haber sido galardonado por el Rey con el Premio Jaume I El Conqueridor por sus desvelos ambientales, para hacerle ver mi perplejidad. Dejé caer una serie de preguntas relacionadas entre sí en un tono intrascendente, que seguramente traslucía, sin embargo, mi honda preocupación. Sus respuestas, empero, fueron tan incitantes y prolijas que en poco más de veinte minutos nos habíamos enredado en una conversación, para mí reveladora y apasionante, sobre el futuro de la Tierra. Al final de aquella mañana ya había convencido a Miguel para extender nuestra charla y tratar, además, de darle publicidad, pues me parecía obligado que los habitantes del Planeta conocieran la opinión de los científicos sobre la situación por la que éste atraviesa. ¿Qué puede decirle un estudioso de la naturaleza a un ciudadano, como soy yo, ignorante pero preocupado? ¿Los argumentos de los expertos son tranquilizadores o, por el contrario, suficientes para aumentar nuestra preocupación? Y había algo más: si los problemas son reales, ¿por qué no se les pone remedio?

Un poco sin plan previo, empezamos a hablar en Sedano mediado julio de 2004, mas nuestra conversación habría de extenderse, con las pausas naturales, esos pocos días que estuvo en el pueblo, buena parte de sus vacaciones de verano y otros fines de semana en los últimos meses, cuando vino a visitarme.

Todo surgió, en cualquier caso, cuando se me ocurrió decirle, como de pasada:

CAPRICHOS DEL CLIMA

¿Tú puedes explicarme por qué tras un verano tórrido sin precedentes en España, largo de mayo a octubre, sobreviene un verano mucho más fresco que de ordinario (hablo de esta zona castellano-leonesa en la que estamos)? ¿Cuál es la razón de que la Tierra se caliente o se enfríe a capricho, si, por lo que sé, el efecto invernadero y la debilidad de la capa de ozono siguen siendo problemas no resueltos?

—Las cosas no son tan sencillas como piensas. Es cierto que hay una tendencia general al calentamiento, pero eso no quiere decir que necesariamente tenga que hacer cada día más calor que el anterior o que cada verano sea más cálido que el precedente. Y menos aún en un mes o un lugar determinados, como puede ser julio en el norte de España (por ejemplo, aunque en Sedano haga fresco estos días, el pasado 29 de junio sufrimos en Sevilla la noche más cálida en mucho tiempo, con una mínima de más de 30 oC). Los expertos creen poder predecir el clima futuro en un marco general, global, como solemos decir, pero sus modelos (representaciones simplificadas de la realidad mediante simulaciones de ordenador) apenas permiten descender con detalle a escalas locales, donde además influyen muchos otros factores, como el uso del suelo en el entorno próximo. Por otra parte, entiendo que es una cuestión de probabilidades, que es más probable que pasemos mucho calor en verano ahora que hace veinte años, y lo será más aún dentro de otros veinte. Y en cuanto a este verano, aún no cantes victoria, que no está mediado. Ya veremos qué ocurre en agosto.

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