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Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī - Mathnawi, tercera parte

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Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī Mathnawi, tercera parte

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Luz

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En el nombre de Dios,
el Misericordioso, el Compasivo

Oh luz de la Verdad, Husamuddin, trae (al verso y la escritura) este tercer libro, pues «tres veces» es una sunna (práctica aprobada por el ejemplo del Profeta). Abre el tesoro de los misterios; deja las excusas con respecto al tercer tomo. Tu poder viene del poder de Dios, no de las venas que laten por el calor (corporal).

Esta lámpara, el sol, que brilla, no lo hace por la mecha, el algodón y el aceite. La bóveda celeste, tan resistente, no se apoya en amarras de tienda ni en pilares. El poder de Gabriel no vino de la cocina sino de contemplar al Creador de la existencia. Del mismo modo, has de saber, que el poder de los Abdal (santos perfectos) de Dios es de Dios, no de las viandas y bandejas (de comida). También sus cuerpos se moldearon de la Luz, de forma que han trascendido el espíritu y el ángel.

Puesto que estás dotado de las cualidades del Todopoderoso, ve más allá del fuego de las enfermedades (del yo sensual), como Khalil (Abraham). También para ti el fuego se convertirá en frescor y seguridad, oh tú de cuya complexión son esclavos los elementos. Los elementos son la sustancia de toda constitución, pero la tuya es superior a cualquier grado. Tu aspecto es del mundo simple (no compuesto); ahora ha recogido (acumulado y absorbido) los atributos de la Unidad.

Desgraciadamente, el ámbito de la comprensión de las personas es muy estrecho: no tienen garganta (capacidad para aprehender las verdades espirituales). Oh luz de la Verdad (Husamuddin), mediante la agudeza de tu percepción tus dulces conceden una garganta (incluso a alguien tan obtuso como) una piedra. En la epifanía (divina), el Monte Sinaí obtuvo una garganta y apuró el vino; pero no pudo aguantarlo. Por ello la montaña se partió y se hizo añicos: ¿has visto a una montaña pasearse como un camello?

Cada frutal (persona acomodada) cargado otorga bocados de comida, (pero) conceder una garganta es solo obra de Dios. Se la confiere al cuerpo y al espíritu; da una faringe separada a cada una de tus partes. La concede cuando te conviertes en majestuoso y te quedas vacío de vanidad y engaño, de forma que no contarás a nadie el secreto del Rey ni pondrás azúcar ante las moscas. Los secretos de la majestad (divina) los bebe la oreja del que, como el lirio, tiene cien lenguas y es mudo.

La gracia de Dios proporciona una garganta a la tierra para que pueda beber agua y hacer que crezcan cien hierbas. Y a la criatura terrestre (el animal) le da faringe y labios para que pueda pastar a placer. Cuando el animal ha comido el forraje, engorda; se convierte en un bocado para el hombre y se va (desaparece). A su vez se vuelve tierra y se transforma en una devoradora de hombres, cuando el espíritu y la vista se separan de la persona.

Contemplé los átomos (de la existencia creada) con sus bocas abiertas: si contara de qué se alimentan, la historia sería muy larga. Las provisiones obtienen (su) provisión de Su munificencia; Su gracia universal nutre a los que nutren. Obsequia (el sustento) a los obsequios (que sostienen la vida), ¿pues cómo iba a brotar el trigo sin sustento? La explicación de este tema no tiene fin. He contado una parte: las demás puedes conocerlas (por analogía).

Has de saber que todo el mundo come y es comido; sabe que los que tienen vida eterna (en Dios) son afortunados y aceptados. (Al final) este mundo y sus habitantes se dispersan; aquel mundo y sus viajeros continúan (para siempre). Este mundo y sus amantes se interrumpen; la gente de aquel mundo se une y se hace eterna. Así pues, el (auténtico) noble es el que se entrega al Agua de Vida que permanece por siempre. El noble es (la esencia de) las buenas obras que perduran: se le ha liberado de cien calamidades, peligros y temores. Aunque (externamente) (los nobles) sean miles, (en realidad) no hay más que uno: no es como las fantasías de quienes piensan en números.

El que come y el comido tienen ambos garganta y tráquea: tanto el vencedor como el vencido tienen comprensión y percepción mental. (Dios) le concedió una garganta a la vara de la justicia (la de Moisés) y devoró a las demás varas y cuerdas; y no aumentó con tanto comer, porque su ingestión y su forma no eran animales. También a la fe le dio una garganta como (la de) la vara, para que devorara cualquier vana fantasía que naciera. De ahí que las cosas espirituales e inteligibles, como las concretas (sensoriales), tengan gargantas y quien las alimenta es también Dios.

Por tanto, nada hay en la creación, desde la luna al pez, que no tenga unas tragaderas para obtener sustento (de Dios). Cuando la garganta del espíritu se vacía de pensamientos hacia el cuerpo, su sustento asignado se convierte en majestuoso. Has de saber que la condición necesaria (para lograr este alimento) es la transformación de la naturaleza (sensual), pues la muerte de los hombres malvados es por (su) perversa naturaleza.

Cuando un ser humano se acostumbra a comer arcilla, se vuelve pálido, macilento, enfermizo y desgraciado; mas cuando se ha transformado su desagradable naturaleza, la fealdad desaparece de su rostro y brilla como un candil. ¿Dónde está la nodriza del lactante, para que pueda endulzar amorosamente el interior de su boca y, aunque le impida el acceso a su pecho, abra para él el camino a cien jardines (de deleite)? Porque el pecho se ha convertido en una barrera para el débil (infante) (que le separa) de mil placeres, fuentes (de comida) y hogazas (de pan).

Así pues nuestra vida depende del destete. Esfuérzate (por destetarte) poco a poco. Este discurso está completo. Cuando el hombre era un embrión, se nutría de sangre: de este modo el auténtico creyente extrae la pureza de la inmundicia. Al destetarse de la sangre, su alimento fue la leche; cuando se destetó de la leche, se convirtió en un comedor de comida (sólida). Y al destetarse de la comida se transforma (en un sabio) como Luqman; se torna un buscador de la caza oculta.

Si se le dijera al embrión en el útero: «Fuera hay un mundo muy bien ordenado, una tierra agradable, ancha y larga, donde hay cien deleites y muchas cosas que comer, montañas, mares y llanuras, huertos perfumados, jardines y sembradíos, un alto cielo lleno de luz, sol, rayos de luna y cientos de estrellas. A causa de los vientos del Sur, del Norte y del Oeste, los jardines (parecen) bodas y banquetes. Sus maravillas son indescriptibles, ¿por qué padeces en esta oscuridad? ¿Por qué bebes sangre en el patíbulo de este lugar estrecho (el útero) en medio del encierro, la porquería y el dolor?».

(El embrión), por virtud de su actual estado, desconfiaría y se apartaría del mensaje sin creerlo, diciendo: «Es absurdo, es un engaño y una ilusión», porque el juicio de los ciegos carece de imaginación. Puesto que su percepción no ha visto nada parecido, no escuchará (la verdad), permaneciendo incrédulo; del mismo modo que en este mundo los Abdal hablan del (otro) mundo al pueblo llano diciendo: «Este mundo es un pozo extremadamente oscuro y estrecho; fuera hay un mundo sin aroma ni color». Nada penetró el oído de ninguno de ellos, pues el deseo (sensual) es una barrera alta y robusta. El ansia cierra el oído (y le impide) escuchar; el interés propio cierra el ojo (y le impide) contemplar, igual que, en el caso del embrión, el anhelo de la sangre que le nutre en las bajas moradas le aísla de (escuchar) las noticias de este mundo: no conoce otro desayuno que la sangre.

De cómo se reunían los afligidos cada mañana…

De cómo se reunían los afligidos cada mañana a la puerta de la celda (monástica) de Jesús, la paz sea con él, ansiando que su oración les sanase.


La mesa de lo espiritual es (como) la celda de Jesús, oh afligido, ¡cuidado, cuidado! ¡No abandones esta puerta! La gente de todos los lugares se reunía —ciegos, inválidos, paralíticos y harapientos— en la celda de Jesús por la mañana, para que su aliento les librase de las tribulaciones. En cuanto terminaba sus letanías, este hombre de excelente religión (Jesús) salía al alba y veía tropas de afligidos y desamparados sentados a su puerta llenos de esperanza. Decía: «Oh vosotros, abatidos, a todos los presentes Dios os ha concedido vuestros deseos. Marchaos, pues, sin dolor ni pesar hacia el perdón y la bondad de Dios». Todos, como camellos trabados a quienes se desata con previsión, ante su plegaria corrían a sus hogares llenos de júbilo.

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