Luis Carandell - Las anécdotas de la política. De Keops a Clinton
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- Libro:Las anécdotas de la política. De Keops a Clinton
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1994
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Las anécdotas de la política. De Keops a Clinton: resumen, descripción y anotación
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Las anécdotas son a la Historia como los apuntes de descripción a las buenas novelas. Los historiadores las atesoran porque son esenciales para entender, lejos de las grandes fórmulas interpretativas, la materia misma del quehacer humano. El objetivo de esta colección es presentarlas con rigor, seleccionadas por grandes autores que, además de sensibilidad y criterio, tienen todos sentido del humor.
Luis Carandell
ePub r1.0
Titivillus 04.09.17
Título original: Las anécdotas de la política. De Keops a Clinton
Luis Carandell, 1994
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
LA HIJA DEL FARAÓN
La primera anécdota de la Historia nos la cuenta el griego Heródoto a propósito del faraón Keops, que reinó en Egipto en el tercer milenio antes de Cristo. Puso a trabajar a cien mil súbditos en la construcción de la Gran Pirámide, que duró veinte años. Era un hombre impío y sanguinario y, según el historiador griego, ‘llegó a tal grado de maldad que, falto de dinero, colocó a su propia hija en un burdel y le ordenó que se procurase una determinada cantidad… y ella cumplió las órdenes de su padre y además, por propia iniciativa, decidió también dejar un monumento, y a cada uno de los que la visitaban les pedía que le hicieran donación de una piedra…’. Conviene añadir que la Gran Pirámide tiene dos millones de piedras de una tonelada y media cada una.
LAS LEYES DE SOLÓN
Un escita llamado Anacarsis visitó Atenas en el siglo VI a. J. C. y se enteró de que Solón estaba preparando un código para el gobierno de la República. Comentó:
—Las leyes son como las telas de araña; las moscas pequeñas allí quedan presas pero las grandes rompen la trama.
SOLÓN TENÍA RAZÓN
Creso, rey de Lidia, era además un hombre riquísimo. Un día en que el sabio Solón le visitó en su capital, Sardes, Creso le dijo que era el hombre más feliz del mundo. Solón le replicó que la felicidad de un hombre no se puede asegurar mientras esté en vida. Creso no le hizo caso y se dedicó a conquistar las tierras vecinas pertenecientes a los efesios, a los jonios y a los eolios. Finalmente se creyó capaz de atacar a los persas y ésta fue su perdición. El rey Ciro tomó Sardes, la capital de Lidia, y condenó a Creso a morir en la hoguera. Cuando iba a ejecutarse la sentencia, el condenado gritó:
—Solón, ¡qué razón tenías!
Ciro escuchó estas palabras y, por curiosidad, preguntó a Creso qué significaban. Éste se lo explicó y el rey de los persas, compadecido de las desgracias de quien un día se creyó el hombre más feliz del mundo, le indultó de la pena de muerte.
LA MAYOR ALABANZA SEGÚN PERICLES
Pericles, el gran hombre de Estado ateniense que puso apellido a su siglo, pudo presumir al final de sus días de no haber matado nunca a nadie. Es cierto que hizo la guerra pero ésta tuvo siempre, o al menos así lo decía él, un carácter defensivo. Lo mismo para las Artes que para las Letras, su época fue la más gloriosa de la historia de Grecia. Cuando estaba en su lecho de muerte, los amigos que le asistían le recordaban las innumerables obras con que había embellecido Atenas. El moribundo les interrumpió:
—Lo que alabáis de mi vida, pertenece en parte a la Fortuna y en parte a los que colaboraron conmigo. De lo único que estoy orgulloso es de que ninguna mujer ateniense haya vestido luto por mi culpa.
EL PERRO DE ALCIBÍADES
El general ateniense Alcibíades, nieto de Pericles, se había comprado un perro y un día le cortó el rabo. La gente condenó este proceder y empezó a criticar al general. Los amigos de Alcibíades le reprocharon su acción, diciéndole que no tenía necesidad de ponerse en boca de la gente por una razón tan poco importante. El general contestó riendo:
—Eso es lo que yo me proponía.
Mientras los atenienses se entretengan con el rabo del perro, me dejarán en paz y no harán averiguaciones sobre otras acciones mías. La expresión ‘el rabo del perro de Alcibíades’ quedó como frase proverbial para designar las cosas que hacen o dicen los personajes públicos para distraer la atención y evitar que se hable de cosas más comprometedoras para ellos.
EL MEJOR YERNO
El general y político griego del siglo V a. J. C., Temístocles, vencedor de la batalla de Salamina, prefirió que su hija se casara con un ciudadano pobre pero instruido que con un rico ignorante:
—Mejor un hombre que necesite riquezas que riquezas que necesiten un hombre.
EL ANILLO DE POLÍCRATES
Desde antiguo se sabe que la diosa Fortuna enaltece a sus elegidos, pero su famosa rueda los derriba después cuando más alto están. Un exceso de suerte anuncia ya de por sí la decadencia. Ésta es la lección del episodio conocido como ‘el anillo de Polícrates’. En Samos, que era una democracia, Polícrates impuso su tiranía con la ayuda de dos hermanos suyos pero luego desterró a uno y mató al otro. Su suerte continuó aumentando, pues se hizo dueño de otras islas y de algunos territorios del continente. Y venció a los ejércitos de Lesbos que intentaron conquistar su isla. El colmo de la suerte vino cuando una escuadra formada por lacedemonios y corintios que trataba de atacar Samos fue dispersada por una tempestad. El poeta Anacreonte, protegido de Polícrates, empezó entonces a pensar que la suerte de aquel hombre era excesiva. Se lo dijo a Polícrates, cuando ambos paseaban junto al mar. Y el tirano, para aplacar la posible envidia de los dioses, se quitó un valiosísimo anillo que llevaba y lo arrojó al agua. Al día siguiente acudió al palacio un pescador que había encontrado el anillo en el vientre de un pez que acababa de pescar y se lo dio a Polícrates. Éste se mostró muy satisfecho y se lo puso en el dedo, dedicando una sonrisa a Anacreonte, que se encontraba con él en aquel momento. Al poeta le entró tal pánico al ver cuán generosa era la Fortuna con aquel hombre que huyó a Atenas. Y allí recibió, al cabo de poco tiempo, la noticia que ya se temía. Uno de los sátrapas del rey de Persia atacó Samos, apresó a Polícrates y lo mandó crucificar.
FILIPO DE MACEDONIA
Al rey de Macedonia Filipo, padre de Alejandro Magno, le dijeron un día que un vasallo suyo hablaba mal de él y le recomendaron que, en castigo a su proceder, le desterrara. Filipo se negó y cuando le preguntaron por qué, el rey dijo:
—Porque cuanto más se aleje de donde yo esté, serán más los que le escuchen.
LA OREJA DE ALEJANDRO
Cuando concedía una audiencia, Alejandro Magno solía taparse una oreja con la mano. Le preguntaron cuál era la razón de este extraño proceder y respondió:
—Es que guardo la otra oreja para el acusado.
DIÓGENES
Diógenes, el famoso filósofo griego del siglo IV a. J. C., dedicó toda su vida a predicar el desprecio de las cosas del mundo. No tenía otros objetos que un palo, unas alforjas, una escudilla y cuchara y el tonel donde dormía y que siempre llevaba a cuestas.
Alejandro Magno quiso visitar en una ocasión a aquel hombre que tan parcamente vivía. Cuando vio a Diógenes, Alejandro le dijo:
—¿Qué quieres de mí? Diógenes contestó:
—Que te apartes, porque me quitas el sol. Y cuentan que el gran general, recordando este episodio, decía:
—Si yo no fuese Alejandro, quisiera ser Diógenes.
UNA CABEZA QUE VALE DINERO
Drímaco era un esclavo que huyó de la casa de su dueño en la ciudad de Chios y fue a refugiarse en las montañas de la isla de este nombre. Allí se puso al frente de una banda que descendía a la llanura y asaltaba los pueblos e incluso los arrabales de la capital. Los gobernantes de Chios pusieron precio a la cabeza de Drímaco. Durante años no consiguieron que nadie le delatara y Drímaco continuó asaltando aldeas y villas. Cuando se hizo viejo, le dijo a un joven de su banda a quien tenía gran afecto:
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