Luis Carandell - La familia Cortés
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- Libro:La familia Cortés
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- Editor:ePubLibre
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- Año:2000
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La familia Cortés: resumen, descripción y anotación
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Un día en la vida de la perfecta familia española de finales de siglo XIX y comienzos del XX. El comportamiento adecuado siguiendo los manuales de urbanidad al uso de todos los habitantes de la casa: los abuelos, los padres, hijos y criados.
La educación se inicia a edad temprana, y La familia Cortés ilustra a las mil maravillas cómo se debe aleccionar a los hijos, cómo proceder con las personas mayores con la visita, con los parientes lejanos, con el servicio, en actos públicos, en celebraciones familiares, etc.
Y para mayor instrucción del lector, todos estos consejos se salpimientan con extractos de los manuales clásicos de urbanidad: los de don Ezequiel Solana, la Baronne Staffe o el barón de Andilla, quien considera que La urbanidad regula las acciones y modera del hombre las pasiones.
Luis Carandell
Manual de la vieja urbanidad
ePub r1.1
Titivillus 10.05.15
Luis Carandell, 2000
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Queridos Carmen y Adolfo: Sólo unas líneas para comunicaros que estoy ya en disposición de cumplimentar (honrar, debería decir) el encargo que creo que me hicisteis aquella noche del verano de 1999 en la kermesse de las Vistillas. Digo «creo» porque aquel lugar, quizá el último de Madrid y del continente europeo donde se baila el «agarrao», pero al ritmo frenético del fin del milenio, es tan ruidoso que tal vez no entendiera bien lo que me pedíais. El ambiente (que en Madrid es siempre lo principal) era además polvoriento, y muy dominante el olor de los churros recién hechos.
Yo me había tomado, por otra parte, una jarra entera de limonada, pero no de limonada de limón, sino de la que lleva vino tinto, ginebra, angostura y trocitos de melocotón y manzana, ¡cosas del siglo pasado!, y no estoy seguro de que estuviera completamente en mis cabales.
Creí entender, sin embargo, en aquel bullicio, que lo que queríais para la editorial que tan dignamente dirigís (con este tipo de frases me pongo ya en situación) era un libro sobre la Urbanidad que se daba en las escuelas de fines del siglo XIX y principios del XX; la buena educación y los buenos modales, en una palabra, que los abnegados maestros de la época enseñaban a nuestros abuelos.
No sé bien qué títulos pensabais que tenía yo para escribir un libro de estas características. Quizá tuvisteis en cuenta que yo era un chico educado, como se decía, en colegio de pago, de los que siempre se pone en pie cuando llega o se marcha una señora, que no le da nunca la izquierda salvo para cederle la acera; o bien que tiene que refrenar el impulso de besarle la mano al señor obispo de la Diócesis en caso de serle presentado.
Acaso sabíais, o bien os lo dije yo mismo esa noche en la kermesse, que desde hace años y dentro de mi incorregible pasión gutenberguiana, vengo adquiriendo todos los Manuales de Urbanidad que encuentro en las librerías de lance, sea en España o en otros países. Me he hecho así con una bonita colección de unos trescientos de esos libritos que en tiempos fueron asignatura obligatoria para niños y niñas. Y cuando digo «en tiempos», no cuento en siglos sino en años, porque yo mismo recuerdo haber tenido que aprenderme de memoria las máximas y consejos de Valentin o el niño bien educado.
Quizá por lo que supone de evocación de mis tiernos años, sigo leyendo en mi mayor edad estos Manuales con grandísimo gusto y provecho. Me deleito con los pareados del incomparable barón de Andilla, con los sabios consejos de don Ezequiel Solana, ínclito educador y abuelo de nuestro mister PESC, cuya cortesía no es la menor de sus prendas; frecuento los Libros de los deberes de los señores Dalmau Carles, Martínez Aguiló, Rubio y Ors, Espel y Comas o Cuyás Armengol, así como el Tratado de las obligaciones del hombre del famoso ministro de Fernando VII, valido por otra parte de infausta memoria, don Juan Escoiquiz, de cuya obra se hicieron repetidas ediciones. Esto sin contar con algunos libros extranjeros de gran mérito, como el tratado de savoir vivre de la Baronne Staffe, o bien el compendio titulado Giovin signore, del que es autora la contessa Elena Morozzo della Rocca-Muzzati.
De los manuales dedicados a la educación de las niñas no tienen rival acaso, al menos entre los que yo conozco, el de doña Pilar Pascual de Sanjuán y el de don José Codina, Pbro., en forma de un largo poema este último, que engloba todas las normas que deben seguir las jovencitas y que empieza:
Una niña hermosa o rica
sin virtud ni cortesía
por demás confiaría
adquirir reputación;
pues la belleza del cuerpo
y los bienes materiales,
faltando prendas morales,
antes cubren de baldón.
Hay otro capítulo, además, en este acervo de la Urbanidad tradicional. Y es el de los manuales que facilitan modelos de cartas, sean de cortesía, de pésame, de recomendación o de agradecimiento, sin olvidar las cartas amorosas. Especial interés tienen los libritos de felicitaciones en verso, para cumpleaños, santos, pascuas y otras ocasiones: de un niño a su abuelito, de un padre a su hijo, de una esposa a su marido, de una criada a su señora o incluso de los trabajadores de una fábrica a su principal:
Al deponer la labor
en días tan señalados,
los que estamos empleados
en vuestra casa, señor,
anhelamos con fervor
que con mil prosperidades
estas y otras Navidades
disfrutéis plácidamente
para rendiros fielmente
su amor nuestras voluntades.
Para escribir el libro que me pedisteis y que ahora os envío, y al objeto de mostrar todas las bellezas y secretos de la vieja Urbanidad, he tratado de imaginarme a una familia de la clase media acomodada que viviera en cualquier ciudad española entre, digamos, 1870 y 1920, sobre poco más o menos.
Es una familia que consta de tres generaciones: los abuelos, los padres y los hijos, con tíos, sobrinos, y en la que no falta algún pariente pobre de maneras un tanto rústicas, que ha pasado o pasa algunas estrecheces.
El «patriarca» de esta familia es un prócer que puede haber sido en sus años más jóvenes un hombre de empresa, un político de renombre o un rentista con posibles. No hace falta precisarlo con mucha exactitud. No sólo es el espejo en que se miran todos en cuanto se refiere a los buenos modales, sino que es un gran teórico de la Urbanidad, que siempre tiene preparado el consejo, la anécdota ilustrativa, el oportuno ejemplo.
Su esposa es una «gran señora» que reúne a sus amigas en «el té de las cinco» y que adoctrina a las nueras sobre la ciencia doméstica. Los hijos están bien situados y pueden ofrecer en su casa cenas de muchos invitados. Sus esposas son modelo de perfección como amas de casa; educan con esmero a sus hijos, tratan bien a sus criados, sin dejar de mantener «las naturales distancias», y desarrollan una vida social con impecable compostura. Y los niños son también un dechado de virtud y de buena educación.
En este libro no se trata de contar la historia de una familia española de esa época inventando sus aventuras o desventuras. De lo que se trata es de imaginar cómo sería su vida si cumpliera a rajatabla con las normas de los Manuales de Urbanidad; si el comportamiento de todos sus miembros no se apartara ni un ápice de las recomendaciones del barón de Andilla, del Rvdo. Codina, de doña Pilar Pascual de Sanjuán, de don Ezequiel Solana o, en fin, de los muchos autores españoles y extranjeros que cultivaron la delicada ciencia, el arte primoroso de la Urbanidad.
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