Recopilación de personajes proverbiales y explicación de su origen.
Luis Montoto y Rautenstrauch
Personajes, personas y personillas que corren por las tierras de ambas Castillas
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Titivillus 13.03.15
Luis Montoto y Rautenstrauch, 1911-1912
Editor digital: Titivillus
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Al Excmo. Sr. D. Francisco Rodríguez Marín,
gala y orgullo de las letras españolas,
su admirador y amigo
LUIS MONTOTO
LUIS MONTOTO RAUTENSTRAUCH (Sevilla, enero de 1851 - ibídem, 30 de septiembre de 1929) fue un escritor, paremiólogo y folclorista español.
Segundo hijo del abogado, historiador y periodista legitimista José María Montoto López Vigil y de María de los Ángeles Rautenstrauch y Giovanelli, estudió Ingeniería en Madrid y se graduó en Derecho por la Universidad de Sevilla. Se casó con Asunción de Sedas y Vigueras en Utrera el 25 de agosto de 1878, de la cual tuvo 7 hijos: José Luis, Diego, Luis, María, Alejandro, Santiago y Cástor.
Luis Montoto fue notario eclesiástico, concejal del Ayuntamiento de Sevilla y cronista oficial de la ciudad, miembro del Ateneo de Sevilla y secretario perpetuo de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla. Amigo del escritor Antonio Machado Álvarez, colaboró con él en la publicación de la Biblioteca de Tradiciones Populares (1883-1888) sobre folclore. Luchó para que la cultura popular recibiera reconocimiento académico. Hoy lleva su nombre una avenida de Sevilla, antigua calzada romana, conocida previamente como Avenida de Oriente.
A
EL ABAD DE BAMBA
El Abad de Bamba, lo que no puede comer dalo por su alma.
Ref. que reprende al que sólo da lo que le es inútil ó no le aprovecha. —(D. A. E., 13.ª ed.)
La Real Academia Española registra en la última edición de su Diccionario algunos refranes y modismos que de abades hablan, omitiendo no pocos, entre ellos el que dice: Adelante está la casa del abad, explicado por Covarrubias en los siguientes términos: «Yo pienso que este refrán tuvo origen de los seglares, que, llegando á su puerta el pobre ó el peregrino, lo remiten á la casa del cura como á propia suya; pero no se excusan ellos de hacerle caridad alguna, ya que la principal nos toque, y nos hacen buena obra en encaminárnoslos.» Hernán Núñez lo comenta asi: «En las aldeas, do no hay más de uno, todos preguntan por su casa los que vienen de fuera.»
No está de más, para la mejor inteligencia del modismo, reproducir aquí lo que el citado Covarrubias escribe en su renombrado Tesoro de la Lengua Castellana. Abad, dice, significa el mayor, el primero entre todos los Religiosos Monjes de un convento; y añade, que en común llamamos abad á cualquiera sacerdote, reverenciándole como padre.
Se daba también el nombre de abad en algunos pueblos, al decir de Bastús (Filosofía de las Naciones, t. II, pág. 253), á ciertos magistrados civiles ó personas laicas; y en España se llamaba abad el capitán ó caudillo de la guardia del Conde D. Gómez, la cual constaba de un abad, que había de ser caballero, y de cincuenta ballesteros hijosdalgos.
En un artículo publicado en El Averiguador Universal (t. III, pág. 90), citase El Abad de Bamba, en la siguiente frase:
El Abad de Bamba, de lo que canta yanta.
EL ABAD DE LA MAGDALENA
* El Abad de la Magdalena, si bien come, mejor cena.
Hállase citado en la colección de refranes colegidos por el Comendador Hernán Núñez, conocido por El Pinciano. Monner Sanz, en su curioso libro La Religión y el Idioma (Buenos Aires, 1889), lo explica, diciendo que es refrán con que se pondera al que come siempre bien, por alusión, sin duda, al abad citado.
EL ABAD DE LA REDONDELA
* El Abad de la Redondela, si bien come, mejor cena.
Reprende esta frase proverbial, de idéntico sentido que la explicada bajo el epigrafe El Abad de la Magdalena, al glotón cujus Deus venter est. Pone el modismo el pecado de la gula en un abad, como pudo haberlo puesto en un hidalgo ó en un villano; porque el ser glotón no reconoce estados, clases ni jerarquías. Debió de ser el tal abad un personaje de la laya de aquel otro, de quien nos habla con sin par donosura Tirso de Molina en su celebrada comedia Don Gil de las calzas verdes, (acto I, esc. 2.a), el cual abad
nunca á Dios llamaba bueno
hasta después de comer.
Cuenta que aunque éste y otros viejos modismos españoles no dicen bien de los abades, en quienes suponen apetito desordenado de comer y beber y comezón de lucro, no todos caen, ni el mayor número, bajo del anatema popular. Húbolos modelos de virtudes. Pero ¿cuándo no adoleció el hombre de flaquezas de la carne? ¿Cuándo los inferiores no miraron con malos ojos al superior, y no agigantaron sus defectos, vistos con la lente de la envidia, clara y transparente para el mal, y ahumada y turbia para el bien?
En confirmación de lo que apuntado queda, citaré algunos adagios que se ajustan a mi propósito como anillo al dedo:
Abad avariento, por un bodigo pierde ciento. Hernán Núñez lo explica diciendo: «En las aldeas se ve esto: que riñe el cura con el que no le ofrece, y después aquél no le ofrece más.»
Abad de Zarzuela, comisteis la olla, pedís la cazuela. Censura al ganoso de honores y bienes.
Abad halaguero, tened el cuello quedo. (Citado por El Pinciano.) Ridiculiza al ceremonioso.
En Toledo, el abad á huevo; y en Salamanca, á blanca. Reprende al codicioso.
Y otros muchos, entre ellos los siguientes: Cuando el abad lame el cuchillo, mal para el monaguillo.—De casa del abad, comer y llevar.—Si bien canta el abad, no le va en zaga el monaguillo. (Citado por Cervantes. Don Quijote. P. II, cap. XXV.)
Para mejor conocimiento del abad de que trato, léanse las disparatadas coplas anónimas insertas por Bölh de Faber en las Rimas. Y como para muestra basta un botón, ahi va ese:
«Come cada día de fiesta
cien mil nueces de ballesta,
y de cien montes la cresta,
y bebe leche de tierra
el Abad de la Redondela.»
No sin razón, el poetastro anónimo exclama al final de su engendro:
Yo también quedo espantado
de ver que me han escuchado
mientras que les he contado
con palabras de fruslera
del abad de la Redondela.»
¡Menguadas coplas que no tienen que envidiar nada en palabras de fruslera á las de Calamos ó á los disparates de Juan de la Encina!
EL ABAD DE SAN ELPIDIO
* Parecerse al Abad de San Elpidio.
Se dice de aquel que, no teniendo ningún destino ú ocupación, está siempre esperando colocarse en puesto encumbrado y lucrativo, á que nunca llega. (Monner Sanz, op. cit.)
Elpidio, de elpis, esperanza.
EL ABAD DE VALLECAS
* A Dios te doy, Abad de Vallecas; estás muerto y resucitas, ó estás muerto y rabias.
Sólo vi citado el modismo en el Vocabulario de refranes y frases proverbiales, que juntó el Maestro Gonzalo Correas, publicado por primera vez en 1906 por la Real Academia Española. Quizás se dijo la frase para motejar al hombre de carácter avinagrado, que