Todo estilo de vida, por «freak» que sea, tiene unas motivaciones. Los valores o ideales se concretan y hacen carne en personajes míticos y en rituales de acción. Este libro trata de mitos y ritos: los mitos que guían al freak hacia adelante en su largo e incierto camino, aún por descubrir; los ritos que refuerzan su identidad y le permiten contactar con los demás marginados.
A menudo, los mitos son trampas y los ritos evasiones. Reflexionar brevemente sobre esto, puede que ahorre decepciones, energías gastadas en vano, ilusiones no correspondidas, pasos en falso. Todo puede evitarse, sabiendo distinguir las voces de los ecos, los ritos que dan fuerza de los festivales que embotan, los mitos reales de los ídolos con pies de barro. (…)
Luis Racionero
Luis Racionero
De qué van Los 60
Mitos y ritos
ePub r1.0
Titivilus 31.12.16
Título original: De qué van Los 60
Luis Racionero, 1979
Editor digital: Titivilus
ePub base r1.2
A José Luis Cazorla y Damiá Escudé,
que me ayudaron en el viaje.
LUIS RACIONERO (La Seu d’Urgell, 1940), estudió Ingeniería Industrial y Ciencias Económicas en Barcelona. En 2001 fue nombrado director de la Biblioteca Nacional. Ha cultivado el ensayo y la ficción, tanto en catalán como en castellano.
Notas
[1] Me gustaría ponerte en la «vida», enrollarte.
[2] Conoce.
Todo estilo de vida, por «freak» que sea, tiene unas motivaciones. Los valores o ideales se concretan y hacen carne en personajes míticos y en rituales de acción. Este libro trata de mitos y ritos: los mitos que
guían al freak hacia adelante en su largo e incierto camino, aún por descubrir; los ritos que refuerzan su identidad y le permiten contactar con los demás marginados.
A menudo, los mitos son trampas y los ritos evasiones. Reflexionar brevemente sobre esto, puede que ahorre decepciones, energías gastadas en vano, ilusiones no correspondidas, pasos en falso. Todo puede evitarse, sabiendo distinguir las voces de los ecos, los ritos que dan fuerza de los festivales que embotan, los mitos reales de los ídolos con pies de barro.
De los personajes míticos idealizados, tomados como ejemplo a seguir por muchos marginados, hasta el punto de convertirse en arquetipos de la cultura underground, voy a tomar alguno de los más representativos: el profeta (Dylan), los dioses (Beatles), el guru (Watts), el diablo (Manson), el artista pop (Warhol) y el activista (los yippies). Para terminar, haré un balance de la contracultura o movimiento de los sesenta.
Mi intención es señalar lo que de positivo tiene cada mito y lo que puede tener de ilusorio y engañoso. Indicar las luces y las trampas en este camino personal y difícil que sale del hogar paterno y va, por la inocencia y la duda, hacia la independencia y la personalidad. Camino solitario, áspero y desconocido que termina, según la fuerza del viajero, en la reasimilación al sistema, la neura, o más allá del bien y del mal.
Marginarse no es fácil, aunque pueda parecer lo contrario. La imagen del hippy vividor y ocioso es engañosa. Cualquier tonto puede trabajar ocho horas en una oficina, y cualquier cara» puede vivir del cuento sin dar ni golpe; pero el verdadero marginado es quien abandona el trabajo para realizar un proceso de búsqueda personal que ha de llevarle al encuentro de la libertad y de la vida. El camino está lleno de trampas, erizado de prohibiciones, equivocado por espejismos, cortado por encrucijadas que llevan a callejones sin salida. Lo normal es encontrarse otra vez al principio, asimilado por el sistema, o «pasado» y perdido en la copa de un pino. Pocos llegan al objeto propuesto, que es una vida libre, autosuficiente, mantenida por un trabajo creativo y que llene, en un lugar natural y tranquilo, con amigos que comparten las mismas ideas: solidaridad, serenidad, medida, creatividad, disfrute, conocimiento.
Suelen haber dos tipos de marginados: el joven que está hasta las narices de aguantar la vida en casa de sus padres y la persona mayor que le pasa lo mismo con su familia, con su trabajo, o con ambos. La reacción es cortar con el ambiente enfermizo en que se está viviendo y echarse a la calle, como el lobo estepario, en busca de nuevos horizontes, otro modo de vivir, compañeros que piensen igual. En ambos casos, una repelencia visceral hacia el discreto encanto de la burguesía: ese trabajo de máquina que no llena, la vida familiar sosa y tiranizante, el piso asfixiante, los domingos aburridos en el cine, las veladas abotargadas ante la tele… Cuando todo eso comienza a pesar, la rotura es inminente; el proceso sigue, entonces, se dan las tres fases señaladas por Timothy Leary: «tune in, turn on, drop out»: se coge la onda, se ve claro y se larga uno.
¿Qué ofrece el sistema a un joven a punto de «entrar en la vida»? Si es pobre, un trabajo en fábricas ruidosas y polutas, donde actuará como una pieza más de la máquina durante horas. Si es rico, un trabajo en oficinas donde se pasará papeles con otros todo el día, ganará dinero para comprar el coche y el abrigo de pieles de su mujer; cuando lo asciendan, ganará más dinero, que tendrá que gastar en un coche mejor y un abrigo más caro que correspondan a su nuevo puesto. En definitiva, trabajar más, para ganar más, y gastar más, sin tiempo para pararse a disfrutar de nada.
No es de extrañar que, ante semejante vida de locos, algunas personas, las más sinceras y lúcidas, decidan rechazar todo esto y marginarse. Medida necesaria para conservar la mente sana, la serenidad y evitar el infarto a los cuarenta, como los típicos ejecutivos agresivos que van a saunas y presumen por los Bocaccios.
Pero marginarse no es fácil. Todo está montado para no salir de los brazos del sistema, del engranaje de la máquina, del soborno del sueldo. El marginado se encuentra solo, desplazado, atípico entre sus amigos. De ahí, la duda e incluso la sensación de «rareza». Y en consecuencia, la búsqueda y asimilación de ritos y mitos de una nueva cultura, de su tribu de iguales y marginados, que le dé el apoyo mental y físico necesario para empezar la vida.