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Juan Pando Marcos - Crónica negra de Hollywood

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Juan Pando Marcos Crónica negra de Hollywood
  • Libro:
    Crónica negra de Hollywood
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1999
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Crónica negra de Hollywood: resumen, descripción y anotación

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Luz

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Prólogo

Muchos lectores han sido tan amables de ponerse en contacto conmigo desde la aparición de Hollywood al desnudo y de Nacidos para triunfar, mis dos libros anteriores. La mayoría me sugirió que hiciera continuaciones de ambas obras; o sea, pedían más. Ese ruego. —Y las ventas, claro— ha confirmado mi sospecha de que hay un interés creciente por saber más sobre esas cosas de Hollywood de las que tan poco se habla en la prensa española y, sobre todo, porque se cuenten de un modo ameno pero riguroso, algo poco frecuente en nuestro país.

Me ha parecido más lógico ampliar los temas a tratar que redundar sobre los ya trabajados. Por eso me he decidido a hacer este repaso a los escándalos más recientes ocurridos en Hollywood. Dedicarle un libro a esta materia espantará, sin duda, a muchos críticos, periodistas y escritores que se consideran «serios». No obstante, estoy convencido de que también aproximará al fenómeno cinematográfico a mucha gente que no es especialmente aficionada. Esto que ganará el cine.

Los escándalos son al cine lo que las tildes a la lengua española. Nadie discute que se puede escribir sin ellas, pero ¿quién duda de que las palabras pierden parte de su significado, a veces esencial, si no se ponen? Cine americano y escándalo son conceptos paralelos, hasta el extremo de que su primera estrella, Florence Lawrence, era una actriz desconocida hasta que su productor montó un buen guirigay difundiendo la falsa noticia de su muerte, atropellada por un tranvía.

Tranquilidad. Estas páginas no tratan del pasado, sino del presente. El idolatrado Woody Allen, por ejemplo, adelantó el estreno de Maridos y mujeres para hacerlo coincidir con su separación de Mia Farrow y que los cacareados parecidos entre ficción y realidad atrajeran a los curiosos a la taquilla. La carrera de Demi Moore se hace incomprensible si no se tiene en cuenta la hábil manipulación de sus arriesgados desnudos en las portadas de importantes revistas y en la pantalla.

Los criterios seguidos para seleccionar a los personajes han sido dos: que fueran actuales y conocidos; ellos o su obra. El lector puede no estar familiarizado con los nombres de algunos de ellos, como serán los casos de los productores Don Simpson y Joel Silver, pero será difícil que no haya visto alguna de sus respectivas películas. Éxitos de taquilla de la magnitud de Superdetective en Hollywood, Arma letal, Top Gun, La jungla de cristal, Flashdance y La Roca.

Al tratarse en su gran mayoría de escándalos recientes, que aún perviven en la memoria, puede creerse que no se añade nada nuevo a lo publicado en su momento. Nada más lejos de la realidad. Los hechos son como las letras de las canciones que nos gustan o como las calles de nuestra ciudad. Pensamos que las conocemos hasta que descubrimos que son bastante más ricas de lo que recordábamos o que sus ramificaciones nos llevan a lugares que jamás pudimos sospechar. Ocurre algo semejante con lo que se narra en este libro.

¿Sabía que Sylvester Stallone disfruta de las mujeres a pares… viendo cómo hacen el amor entre ellas? ¿Que a Quentin Tarantino le acusan de haberle robado a un amigo las ideas de todas sus películas? ¿Que los acreedores de Kim Basinger querían impedir que se quedara embarazada para que pudiera pagar sus deudas? ¿Lo que sostienen los rumores de lo que hacía cierto galán de Hollywood con un ratoncito blanco? ¿Que River Phoenix murió a la puerta de un local llamado El Rincón del Colgao?

¿Que la madre de Jane Fonda se rebanó el cuello con una navaja y que ella padeció bulimia? ¿Que la famosa boda de John Travolta en París fue una farsa? ¿Que Jodie Foster recibió su nombre de la amante lesbiana de su madre, con la que se crió? ¿La valoración que le dio la prostituta Divine Brown al miembro de Hugh Grant? ¿Que uno de los maridos de Joan Collins intentó cedérsela una noche por dinero a un millonario y, además, quería mirar?

Sigo respetando el criterio iniciado en Hollywood al desnudo de no emplear palabras en inglés, salvo términos muy concretos, de los que se explica su significado. Hacerlo de otro modo hubiera supuesto una falta de respeto a los lectores e incurrir en esa especie de spanglish. —Mezcla de español e inglés que hablan los latinos en Estados Unidos— con el que algunos colegas míos sazonan sus textos para demostrar lo bien que saben esa lengua extranjera y lo enterados que están de lo que acontece en el mundo.

Se diga como se diga, un thriller es una de suspense; un comic, un tebeo; un cameo, una aparición estelar breve, y una buddy movie, una película de colegas. Los que no se den cuenta es que necesitan clases urgentes de español. La moda de estrenar películas con su título original es otra manifestación lamentable de este analfabetismo provinciano, que luce el inglés como los nuevos ricos sus joyas y le niega el respeto que merecen a otros idiomas. El castellano, el primero, por no citar el francés, el alemán o el italiano.

Puede parecer una contradicción que haya recurrido a algún título de película no traducido para el índice de capítulos, pero una vez constatada esa realidad, no dejan de ser títulos de estreno en España y, como tales, los únicos que existen de esos filmes. En cuanto a mantener las cantidades económicas en dólares, sin hacer el cambio a pesetas, se debe a que los dólares de 1985, de 1990 y de 1998, por ejemplo, no valen ni mucho menos lo mismo, y sería un error hacer el cambio de todas las cantidades de acuerdo a la paridad actual.

El problema de la mayoría de textos de cine en España es que les falta alguna que otra tilde, un pellizco de humanidad, aquí y allá. Sus autores suelen pensar más en emitir su docta opinión a toda costa y en su lucimiento personal que en sus lectores. Les ampara el vicio español de editar a costa del dinero público. —Vía festivales y filmotecas—, lo que les exime de aprobar la reválida de las ventas, y sufren el prurito de considerar «serias» sólo determinadas materias.

Éste es otro asunto en el que surge ese papanatismo tan nuestro de sobrevalorar lo ajeno, por desconocido, y hablar a la ligera, utilizando como argumento de autoridad aquello que se cree que sucede en el extranjero. Esto es un error. Por ejemplo, las entrevistas del Playboy americano, revista que no está en las bibliotecas públicas, son espléndidas (la de Robert De Niro de enero de 1989 es legendaria); a pesar de lo que pueda opinar el público bienpensante de la publicación.

La razón es sencilla: Playboy tiene fuerza suficiente para llegar a cualquier famoso y medios económicos para que un reportero invierta el tiempo necesario —Lawrence Grobel se reunió ocho veces con De Niro a lo largo de siete meses— para lograr una entrevista. Entendiendo por tal una conversación en privado durante tiempo suficiente y sin restricción de temas; no, como suele ocurrir cada vez más, media docena de respuestas, obtenidas al vuelo, en España o en hoteles de lujo de capitales europeas, durante veinte minutos, compartidos con varios colegas, dentro de la campaña de promoción de la última película de la estrella. Eso está más próximo a la promoción que al periodismo.

La idea que tienen algunos críticos, periodistas y escritores en España de lo que debe ser la información de cine dista mucho de la opinión que tienen sobre el particular los medios de comunicación más rigurosos e influyentes del mundo. Para muestra, algunos párrafos tomados de diarios y revistas de Estados Unidos, puesto que tratamos de Hollywood. El siguiente texto procede de una entrevista de Sharon Waxman a Juliette Binoche, aparecida, aunque algunos no lo puedan creer, el 27 de febrero de 1994 en The Washington Post:

«Se niega a revelar el nombre o hasta la profesión del padre de Rafael [su hijo], con el que vive. Binoche es aún tan inocente como para mantener lo que es sin duda una ilusión: que una actriz de éxito puede preservar su vida privada por completo. Lleva esta obsesión hasta el absurdo, mostrándose visiblemente asustada cuando su entrevistadora menciona el bautismo de Rafael, como si se tratara de un secreto. Tanto si Binoche acepta reconocerlo como si no, es obvio que sus vidas profesional y privada están ya íntimamente ligadas.»

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