UNA INVASIÓN SILENCIOSA
Javier Blánquez
MUCKRAKER es la colección digital de Capitán Swing dedicada a la no ficción contemporánea, en un formato que hoy puede sonar disparatado como es el reportaje largo, y con un interés especialmente orientado a escritores locales y actuales. Por eso tu apoyo a estas obras es definitivo: con él avivamos la mejor tradición de periodismo crítico e inteligente, y al mismo tiempo aupamos voces nuevas en el terreno de la no ficción. A todos los lectores y lectoras que hacéis esto posible: gracias.
© De Una invasión silenciosa: Javier Blánquez
Edición en ebook: julio de 2014
© De esta edición:
Capitán Swing Libros, S.L.
Rafael Finat 58, 2º4 - 28044 Madrid
Tlf: 630 022 531
www.capitanswinglibros.com
ISBN DIGITAL: 978-84-942878-3-1
© Diseño gráfico:
Filo Estudio www.filoestudio.com
Corrección ortotipográfica: Juan Marqués
Maquetación ebook: Caurina Diseño Gráfico www.caurina.com
Queda prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.
NOTA DEL EDITOR
U no de los títulos más especiales que alberga este sello es La Jungla , de Upton Sinclair, un espectacular relato donde se describen las durísimas condiciones de los mataderos en Chicago a comienzos de siglo XX. Entre sus singularidades destaca el revés que plantea a ese prejuicio por el cual la escritura carece de ninguna utilidad: sólo con sus escritos, Sinclair consiguió cambiar la legislación del asunto que se había propuesto investigar. En parte, ese éxito es debido a su perfil como escritor total, pues Sinclair había puesto un pie en la literatura y otro en el periodismo. Es decir que al tiempo que horadaba con ingenio en la condición humana y los conflictos que hostigan al sujeto en su intimidad, también poseía una mirada panorámica de la historia y de las condiciones que oprimen a los ciudadanos.
¿Era entonces Sinclair un escritor o un periodista? Bueno, ante todo era un muckraker, el nombre de guerra con que se comprendió a aquel grupo de narradores que a comienzos de siglo XX se ocupó de «remover la basura» (con resultados bastante satisfactorios, por cierto). Ellos construyeron una de las primeras generaciones doradas en la historia del periodismo moderno, y también sembraron un código genético que llega a nuestros días. En este sentido, seguir ese ADN es, irremediablemente, un acto de justicia, pues a fin de cuentas, esa percepción normalizada por la cual si hablamos de periodismo «cualquier tiempo pasado» fue mejor no es del todo justa. ¿Qué hacemos si no con todos los escritores que, a pesar de las adversidades, se esfuerzan día a día en procurarnos historias necesarias con que entender la realidad?
Este es uno de los motivos que nos trae hasta esta nueva colección, pues si hasta la fecha Capitán Swing se ha ocupado de recuperar testimonios que en el pasado alumbraron la oscuridad (ahí están las peripecias de James Agee, Norman Mailer, Graham Greene, John Steinbeck, Ben Hamper, Barbara Ehrenreich…), es de sentido común estrechar lazos con aquellos nombres cercanos y contemporáneos que, armados con las mismas herramientas, buscan igual fin. Porque haberlos haylos, y están más cerca de lo que pensamos.
De hecho, otra razón sobre la cual se sostienen estos muckrakers es el hecho de que cuando hablamos y buscamos escritores contemporáneos ocurre algo parecido a la carta robada de Poe: tal es el empeño que ponemos en hallar el nombre exótico, que a menudo soslayamos a los narradores más cercanos, aquellos que constantemente nos suministran relatos con que entender el mundo. Así pues, esta colección nace para dar voz a aquellas firmas iluminadoras que trabajan desde el calor de las redacciones periodísticas o en la universidad, porque Muckraker desea ser una celebración de la no ficción, y de aquellos textos que con gracia genuina danzan entre el pensamiento abstracto, la divulgación y el reportaje.
Por supuesto, las transformaciones que afectan a escenarios como la edición y el periodismo son también cómplices en esta ecuación. Tenemos las historias, el talento de los escritores y la necesidad de entender el mundo, y desde luego también los deseos de explorar formatos nuevos con que canalizar todo esto. Así, Muckraker nace para dinamitar y explorar nuevos territorios. Y es que, al igual que sus hermanos mayores en esta editorial, también estos son libros inflamables, psicoactivos para la crítica. Cuidado, lector: queman.
Antonio J. Rodríguez
SINOPSIS
¿ A qué suena la música que hoy está haciendo historia? El pianista islandés Ólafur Arnalds dijo una vez que en vez de elevar un puente sobre la música clásica y la popular, la verdadera misión era secar las aguas por debajo, y en cierta forma esa es la actitud que define el nuevo sonido en nuestro tiempo. Como en cualquier otra disciplina creativa, es un lugar común admitir que nada ha sucedido en la música desde los años setenta, y no es verdad. Una invasión silenciosa lo demuestra, y Javier Blánquez toma el testigo del reputado Alex Ross para explorar un terreno que en El ruido eterno nos era desconocido. Tan erudita como apasionada, la escritura de Blánquez abre una ventana a los sonidos más disruptivos del siglo XXI.
Una invasión silenciosa habla de una música que no es experimental y tampoco es clásica. Que ante el superávit de nuevas tecnologías ha decidido volver a los orígenes, y atrás ha dejado la composición indisimuladamente difícil y orgullosa que definía a la música culta. Una invasión silenciosa habla de creadores autodidactas, crecidos fuera de los márgenes de la academia y dispuestos a sustituir a la extinta figura del compositor. Si te gusta la música, este texto está hecho para ti.
HIC SUNT DRAGONES: LA MÚSICA CONTEMPORÁNEA ANTE EL PRECIPICIO
S i echamos una ojeada a algunos de los últimos monográficos que se han publicado sobre la historia de la música clásica —llamémosla así—, y más particularmente a aquellos concentrados en el proceloso y poliédrico siglo XX, se observará un hecho peculiar: parece como si la evolución de la música se hubiera detenido súbitamente en los años setenta o, con un poco de suerte, en la década siguiente. La historia ya no sigue más allá. Llegados a este punto, como si fueran navegantes del Renacimiento aterrorizados por la leyenda «aquí hay dragones» en la esquina superior de los viejos mapas medievales, los historiadores de la música prefieren no avanzar más por ese camino (espinoso, ciertamente) y dan por concluido su trayecto de forma abrupta, como si ya no quedara nada más por decir. Como si la música, enfrentada a un precipicio espantoso, hubiera decidido tomar una de las dos decisiones incorrectas: retroceder y volver al punto del que salió o dar el salto y despeñarse miserablemente. La correcta —buscar una vía alternativa para seguir avanzando— ni se contempla. La hay, por supuesto, pero hay quien no quiere verla.
La decisión de cortar en ese punto el flujo de la historia, lógicamente, tiene que ser arbitraria por necesidad. Es evidente que, mientras los comentaristas dicen que hasta aquí han llegado, la música en todas sus formas ha progresado (o evolucionado, o variado), produciéndose en cantidades más ingentes que en cualquier otro momento de la historia, cruzándose en mezclas bastardas y renovándose a partir de nuevas fuentes tímbricas —electrónicas, electrificadas, rescatadas de otras culturas—. Lo que ha cambiado es el marco teórico, el público y los procedimientos de creación, algo que rompe con una larga tradición de «música sobre el papel» y del predominio de ciertas escuelas de pensamiento todopoderosas como lo fue el serialismo a partir de los años 50. La decisión de interrumpir la historia en ese punto caprichoso, que viene a coincidir con el éxito popular del minimalismo —también comercial, con el ejemplo rotundo del medio millón de discos vendidos a mediados de los 90 de la Tercera Sinfonía de Henryk Górecki— , y con el éxito personalizado también en figuras como Arvo Pärt, Gavin Bryars, Philip Glass o Michael Nyman, debe de obedecer pues a algún tipo de cuestión académica, y no a una limitación de perspectiva: treinta años suele ser tiempo suficiente para apreciar cambios, reunir patrones de comportamiento que definan corrientes y fortalecer una teoría.
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