Josefina Carabias - Crónicas de la República
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- Libro:Crónicas de la República
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:1997
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Crónicas de la República: resumen, descripción y anotación
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De inconfundible estilo, innovador, fresco, directo y a menudo irónico, Josefina Carabias es una de las personalidades más destacadas del periodismo español.
En esta obra se recoge una antología de los trabajos de su primera época (1931-1936). En sus páginas encontramos brillantes entrevistas a las más destacadas personalidades de la época —Largo Caballero, Pío Baroja, Fernando de los Ríos, Lerroux, Valle-Inclán…— junto a reportajes de un extraordinario interés histórico, como los que se refieren al fallido alzamiento republicano en Jaca, o artículos de actualidad que dan idea de lo que era la vida en la España de aquellos años, a la vez esperanzada y sumida en la crisis económica.
Se trata, pues, de la obligada recuperación de unos textos de gran valor documental que permiten al lector de hoy revivir la evolución de la sociedad española, desde el optimismo prácticamente sin sombra de 1931 hasta la inquietud por la cada vez más deteriorada y amenazante situación política de 1936.
Título original: Crónicas de la República
Josefina Carabias, 1997
Agustín Cerezales es el compilador de los 36 artículos
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
Corrección de erratas: (07.12.15) r1.1 Varias erratas
ePub base r1.2
La familia de Josefina Carabias
dedica este libro a Luis González de Linares,
compañero desde los tiempos de Estampa y Crónica
y fiel amigo durante toda su vida.
JOSEFINA CARABIAS SÁNCHEZ-OCAÑA, nació en 1908 en Arenas de San Pedro (Ávila). Estudió Derecho en Madrid, a donde llegó en 1928, pero se formó realmente en la Residencia de Estudiantes —la de la calle Fortuny, para señoritas, que dirigía doña María de Maeztu— y en el Ateneo. En abril de 1931 empezó a colaborar, con entrevistas y reportajes, en la revista Estampa y en el diario Ahora y en 1933 se incorporó como redactora al vespertino La Voz. Durante la guerra civil marchó a Francia, donde permaneció seis años, parte de ellos bajo la ocupación alemana, mientras su marido, José Rico Godoy, estaba encarcelado en Madrid.
A su vuelta publicó varios libros con el pseudónimo de Carmen Moreno, y a partir de 1948 se reintegró a su profesión, primero como colaboradora y a partir de 1951 como redactora, en Informaciones. En 1954 fue enviada como corresponsal a Washington y en 1959 a París, donde permaneció hasta 1967. Desde entonces hasta su muerte en 1980 publicó la columna diaria «Escribe Josefina Carabias» en el Ya de Madrid y una veintena de cabeceras de provincias. En los años setenta dirigió una revista femenina, «la única forma —decía— para una periodista de probarse en funciones directivas en la prensa española».
Autora de una decena de libros, entre ellos Los alemanes en Francia vistos por una española (1944) y Azaña, los que le llamábamos don Manuel (1980), fue Premio Luca de Tena en 1952.
Tuvo dos hijas, Carmen, escritora y periodista, y Mercedes, diplomática.
[1] La tirada de Estampa en 1931 podría alcanzar (según M. C. Seoane y M. D. Saiz, Historia del periodismo en España, Alianza Editorial, Madrid, 1996) los 200.000 ejemplares; la de los diarios Ahora y La Voz, alrededor de los 150.000. Esto en un Madrid que apenas rozaba el millón de habitantes.
[2] Se suele acreditar a la prolífica escritora y pedagoga Carmen de Burgos «Colombine» (1867-1932) como la primera mujer que ejerció el periodismo de manera profesional en España, aunque lo cierto es que nunca abandonó el Magisterio, al que había accedido por oposición en 1900. Mientras seguía de maestra en Guadalajara, se incorporó a la redacción del Diario Universal en 1903 con una columna diaria titulada «Lectura para la mujer» y en 1906 pasó a hacer lo propio en el Heraldo de Madrid bajo el título «Femeninos». Sin embargo, en 1909 fue a Marruecos y envió reportajes sobre la guerra, y más tarde publicó muchas crónicas de viajes por Europa, especialmente Portugal.
A la llegada de la República la situación no era muy distinta: había muchas mujeres ilustres —escritoras, artistas, educadoras, personalidades políticas, abogadas, filósofas— que publicaban en los periódicos y en las revistas, «incluso en la Revista de Occidente», como recordó Josefina Carabias en una larga entrevista radiofónica en cinco entregas sobre su vida que se emitió en enero de 1952 por Radio España. Y también había periodistas especializadas en temas femeninos, como Eva María Nelken «Magda Donato», que se encargaba de la página de la mujer en Estampa, María Luz Morales, que hacía lo propio en El Sol; otras que escribían en la reducida prensa feminista militante como Benita Asás, o críticas musicales como Matilde Muñoz, por citar solo una pequeña muestra. «Pero redactoras en un periódico de información general haciendo el trabajo normal de cualquier redactor, que yo supiera», dijo en aquella entrevista Carabias, con su característica prudencia, «no había ninguna cuando yo entré en La Voz».
[3] Aunque tanto la propia Colombine como Sofía Casanova y probablemente otras mujeres, habían enviado crónicas desde el extranjero, a veces incluso desde o cerca de los frentes de guerra, donde —fue el caso de Sofía Casanova durante la Primera Guerra Mundial— se encontraban por casualidad, y otras, como Irene Falcón, habían ejercido de corresponsal-consorte (se había casado con el corresponsal de El Sol en Londres y envió algunas crónicas a La Voz sobre la actividad de las feministas británicas), parece claro que la marcha de Josefina Carabias a Washington como corresponsal residente no tiene precedentes en la historia del periodismo y del feminismo españoles.
[4] Josefina Carabias se licenció en Derecho por la Universidad Central de Madrid.
[5] Álvaro de Albornoz, a la sazón ministro de Justicia.
[6] Santiago Casares Quiroga
[7] Está claro que toda esta escenografía es un mero recurso periodístico. Lo que sigue se lo relataron el mencionado José Rico —que por esas fechas era novio, aunque aún no formal, de la autora— y los demás ateneístas implicados cuando Josefina Carabias los visitó en la cárcel en enero de 1931 en calidad de amiga solidaria, meses antes de pensar en dedicarse al periodismo, y muchas veces más después del 14 de abril. Y por supuesto el conjunto del relato está edulcorado, sin mencionar el oscuro papel jugado por el enviado del Comité Revolucionario, Casares Quiroga, que llegó a Jaca en la noche del 11 de diciembre y, en lugar de avisar a los capitanes que se había decidido definitivamente aplazar el alzamiento al l5, se fue a la cama, dejando que los rebeldes se pusieran en marcha en la madrugada del 12.
[8] Efectivamente, según C. Flecha (Las primeras universitarias en España, Narcea, Madrid, 1996) el vacío legal permitió a media docena de mujeres «colarse» en la española, principalmente en la de Barcelona durante la década de 1870, hasta obtener el título y ejercer la profesión (Medicina, las primeras). Pero en 1882 una Real Orden vedó el acceso de las mujeres a la universidad e incluso a la segunda enseñanza. Gradualmente suavizada, esta norma se suprimió en 1888 gracias al tesón de Matilde Padrós Rubió, primera alumna oficial de la Universidad de Madrid, aunque hasta 1910 se siguió exigiendo la «autorización especial» del claustro a la que se alude más abajo en relación a María Goyri, quien siguió los pasos de Matilde Padrós cinco cursos después.
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