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A la memoria de Lohana
A Marlene
“La Berkins. Una combatiente de frontera tiene momentos de gran novela latinoamericana”.
María Moreno
Vos, que sos antropóloga, explicame. ¿Por qué me pasa esto justo ahora, que tengo un buen trabajo, vacaciones, obra social, cobro bien y hago lo que me gusta? ¿Por qué?
La pregunta de Lohana era para su amiga y compañera de militancia Josefina Fernández, a quien años antes había invitado a escribir juntas su biografía. No llegaron a hacerlo: murió el 5 de febrero de 2016.
Nacida en un pequeño pueblo de Salta, Lohana fue expulsada de la casa familiar siendo muy chica y forzada a ejercer la prostitución para sobrevivir. Aprendió a caminar en la frontera. A finales de los 80, se instaló en Buenos Aires y se cruzó a diario con chongos, rufianas, garrones y policías. Se enamoró y, peleando por la derogación de los edictos policiales, se convirtió en una líder única, cuya principal batalla fue el derecho a la identidad. Abrazó el feminismo y fue la primera travesti que consiguió un empleo formal.
La Berkins. Una combatiente de frontera enhebra magistralmente la intimidad con el manifiesto, la crónica policial con la memoria afectiva, la etnografía con la historia y la política: libro lúcido, descarnado y también vital, creativo e hilarante, como su protagonista.
JOSEFINA FERNÁNDEZ
Es antropóloga y activista feminista. Autora de Cuerpos desobedientes. Travestismo e identidad de género (2004), la primera etnografía sobre el travestismo en Argentina, y de diversos ensayos y libros que constituyeron una bisagra en los debates teóricos y políticos sobre feminismo y diferencia sexo-genérica. En el año 2005 coordinó con Lohana Berkins la también primera investigación publicada en el país que mostró la situación de vida del colectivo travesti, La gesta del nombre propio, un texto que fue referencia bibliográfica obligada y un insumo ineludible para el diseño e implementación de políticas públicas que contribuyan al efectivo reconocimiento del mismo grupo como sujeto de derechos. En la actualidad coordina el Programa de Género y Diversidad Sexual del Ministerio Público de la Defensa de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, un espacio desde el que impulsó la “puesta al día” de la pesquisa de 2005, que se dio a conocer bajo el título La Revolución de las Mariposas. A diez años de La gesta del nombre propio (2017).
Fernández, Josefina
La Berkins / Josefina Fernández. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Sudamericana, 2020.
(Biografías y Testimonios)
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-950-07-6397-4
1. Biografías. I. Título.
CDD 923
Diseño de cubierta: © Pablo Tesoriere
Diseño: Penguin Random House Grupo Editorial / Agustín Ceretti
Edición en formato digital: marzo de 2020
© 2020, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A.
Humberto I 555, Buenos Aires
www.megustaleer.com.ar
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ISBN 978-950-07-6397-4
Conversión a formato digital: Libresque
1. Su propia trava
—Vos, que sos antropóloga, explicame. ¿Por qué me pasa esto justo ahora, que tengo un buen trabajo, vacaciones, obra social, cobro bien y hago lo que me gusta? ¿Por qué?
¿Qué podía decirle? ¿Que su muerte “natural” sería otro travesticidio como habían sido el de Katiluz, el de Valita, muertas por el desprecio social, la falta de atención sanitaria oportuna, arrojadas a la prostitución cuando todavía eran niñas? Su pregunta era retórica. Todo eso lo sabía y mucho mejor que yo.
—Vas a tener que ir sola a Cochabamba, marica, llevala a Ire. Tiene que conocer esa fiesta.
Fue el día más caluroso de un verano que había transcurrido entre la esperanza y la zozobra cuando los médicos salieron de la habitación del hospital en el que Lohana languidecía desde hacía poco más de quince días. Cada vez que esto sucedía, quienes habíamos pasado la noche con ella o habíamos llegado muy temprano para hacer el recambio de cuidado los rodeábamos como moscas a la miel. Esa mañana no lo hice. Oí la pregunta latirme en el cráneo como un eco que se resiste a ser atrapado: “¿Quién es Josefina?”. Es que no pude reconocerme, ni siquiera moverme, quedé recostada en el paño vidriado que rodea el recibidor de espera, a pocos metros de la entrada a esa sala de terapia intermedia del Hospital Italiano, cuya puerta abríamos y cerrábamos a diario, en unas ocasiones con optimismo, en otras con desaliento, con desesperación. No quería escuchar nada más, no podía. Fue la mirada de las amigas que allí estaban lo que me puso al descubierto. Se dieron vuelta y clavaron los ojos en mi cuerpo congelado de estupor.
—Lohana quiere que vos hables con su familia. Lo peor se confirmó y acabamos de decírselo. No quiere prolongar su agonía.
—Entonces… ¿se lo dijeron?
—Era su derecho saberlo primero.
—¿Cómo que se lo dijeron?
—Lo lamentamos mucho. No hay más para hacer.
Al jefe de la sala, regordete, de tez joven pero con un pelo prematuramente blanco, se le mojaron los ojos. Los míos estaban duros, penaban un dolor que todavía no podía emerger. Tenía que regresar a la habitación y seguir recibiendo las directivas de Lohana.
—¿Vos entendiste lo mismo que yo?
—Sí, Berkincita.
—Entonces, hablá con Gloria.
—Sí. La acabo de llamar, está viniendo.
—Decíselo vos pero no la consueles, dejá que se desahogue, que largue, que largue todo ahora.
No podía imaginarme la vida sin Lohana. No quería. Sentía el estómago chato, aplastado contra la columna, la respiración cortada. Desasosiego sentía. Le solté las manos y me hice un ovillo para acurrucarme a su lado, en la cama. Sabía que ese sería el único momento en que podría tenerla para mí sola y decirle que era mi carnal, que no podía irse. En pocas horas llegaría la familia, al otro lado de la puerta las amigas estaban juntando valor para entrar a la habitación.