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José Vasconcelos - El desastre

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José Vasconcelos El desastre

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Lo que este país necesita es ponerse a leer la Ilíada Voy a repartir cien mil - photo 1

«Lo que este país necesita es ponerse a leer la Ilíada. Voy a repartir cien mil Homeros, en las escuelas nacionales y en las bibliotecas que vamos a instalar…»

Fue una broma compartida con Obregón, que entrañaba sin embargo la pasión vasconcelista por instruir al país. La impresión de los clásicos no alcanzó los cien mil ejemplares, pero la república se llenó de textos en cuya pasta exterior comenzaron a reconocerse los nombres de Esquilo, Platón, Dante, Goethe, hasta completar diecisiete ediciones de los autores universales más importantes.

Éste es el libro que narra la epopeya del proyecto educativo de José Vasconcelos para México. Paso a paso, deteniéndose en cada vericueto, en cada trampa sorteada, el autor descubre las incidencias de su rectoría en la Universidad Nacional, primero, y en el Ministerio de Educación después. Tarea a la que consagró no sólo su energía, sino lo esencial de su pensamiento en plena madurez. Fue la combinación de tales ingredientes lo que convirtió el proyecto de Vasconcelos para la educación, en su obra mayor. Lo que tendría una repercusión sin precedentes en el mundo iberoamericano de entonces y se convertiría después en un ejemplo, cuya vigencia se mantiene hasta nuestros días.

Como escenario del esfuerzo educativo, nos llega la atmósfera del ejercicio de gobierno de Álvaro Obregón y, tras el ascenso de Plutarco E. Calles, las circunstancias de su caída final, en descripciones notables porque vienen de un participante cercano y trasmiten su voluntad de aportar pasajes y juicios inéditos a la verdad histórica. No hay afeites en la palabra, como no los hay en la memoria de los sucesos y estamos de nuevo ante el cronista de época.

Después, otra vez las ciudades ajenas, para las que todavía conserva Vasconcelos el gusto, sobre todo cuando en ellas encuentra cauce su vocación de hispanidad. Finaliza el crucial 1928 y en su vida la acción política ha tomado cuerpo y también alma, lo que enseguida le llevará hacia el reto mayor de la contienda por la presidencia de México.

José Vasconcelos El desastre ePub r10 Titivillus 230217 Título original El - photo 2

José Vasconcelos

El desastre

ePub r1.0

Titivillus 23.02.17

Título original: El desastre

José Vasconcelos, 1938

Prólogo: Luis González y González

Ilustraciones: Archivo José Vasconcelos, Archivo General de la Nación, Archivo Editorial Trillas

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

Parral Chihuahua ca 1900 FINAH Prólogo Vasconcelos en el triunfo y el - photo 3

Parral Chihuahua ca 1900 FINAH Prólogo Vasconcelos en el triunfo y el - photo 4

Parral, Chihuahua; ca. 1900; FINAH

Prólogo

Vasconcelos en el triunfo y el desastre

LUIS GONZÁLEZ

Noticia de su México

La nación comprendida entre la presidencia de los generales González y Cárdenas fue sucesivamente la cuna, el molde y el principal escenario de las andanzas y las obras de José Vasconcelos. Aunque nacido en Oaxaca, abrió los ojos al país grande en donde éste difería más, o por lo menos en forma más visible, de un vecino que se ensanchaba, se enriquecía y era crecientemente pacífico, poderoso y culto, que no confiable. Desde que fue «niño del Norte», Vasconcelos asumió a su país como ser débil, pobre, oscuro, con creciente proclividad a la tormenta y al desastre y en riesgo de convertirse en un proconsulado o colonia de Yanquilandia.

Chapala Jalisco ca 1900 Fototeca del INAH en lo sucesivo FINAH Torreón - photo 5

Chapala, Jalisco, ca. 1900; Fototeca del INAH, en lo sucesivo FINAH

Torreón Coahuila ca 1900 FINAH Puebla Puebla ca 1910 fotografía de - photo 6

Torreón, Coahuila; ca. 1900; FINAH

Puebla Puebla ca 1910 fotografía de Hugo Brehme FINAH General Porfirio - photo 7

Puebla, Puebla; ca. 1910; fotografía de Hugo Brehme; FINAH

General Porfirio Díaz ca 1908 Colección particular El niño y el adolescente - photo 8

General Porfirio Díaz; ca. 1908; Colección particular

El niño y el adolescente José Vasconcelos que vivió en media docena de regiones distintas de la república tuvo la oportunidad de ver con sus propios ojos lo que el Nigromante decía: «No se puede confundir en una sola a cien naciones diferentes.» De hecho, doscientas sociedades, en su gran mayoría rústicas, se alimentaban de la pesca, o de la caza, o del cultivo del maíz y el frijol, o de la ganadería, y más de alguna de las módicas industrias del ixtle y el pulque. Cada una en su valle, su meseta, su oasis o su costa comerciaban poco entre sí, vivían distantes y eran en la práctica reinos autónomos o casi. Quizá sesenta poseían su propio idioma, pero ya se contaban con los dedos de las manos las que aún no eran plenamente católicas. La iglesia había conseguido la unificación de cosmovisiones, cultos y prácticas morales. El gobierno de corte liberal, bajo la batuta de Porfirio Díaz y sus científicos, se proponía unir a las doscientas naciones mexicanas en un mercado común, el idioma español y un gobierno central a fuerza de construir ferrocarriles y escuelas; imponer autoridades nacionalistas y liberaloides en cada estado y región de la república, y confeccionar leyes y códigos que uniformaran y pusieran al día las costumbres que no hubiese uniformado o mantuviese arcaicas la moral católica.

Oficina del Ferrocarril Mexicano ca 1910 FINAH Como es bien sabido la - photo 9

Oficina del Ferrocarril Mexicano; ca. 1910; FINAH

Como es bien sabido, la dictadura de los liberales intentó imponer, además de un orden nacional, un progreso económico, una salida de la inopia sin forzamientos artificiales, al modo como se repartía el principal don de la naturaleza: la lluvia. Lo primero era procurarse nubes; es decir, aglomeraciones de negocios de acá y sobre todo fuereños capaces de descargar una lluvia de riquezas, que a partir de la cima de las montañas sociales, en un dos por tres, por la vía del escurrimiento, volvieran dinámicos y ricos a los pobladores de relieves y hondonadas, como sucedió en la gran nación vecina y en varios países de Europa. Según la esperanza de los liberales, México pasaría de nublado a lluvioso y de aquí a vergel floreciente.

Sin lugar a dudas el porfiriato consiguió que una gran parte de México se nublara con ese tipo de nubes que fueron las minas, los bancos, los latifundios prósperos, las grandes tiendas y las fábricas, pero no pudo, por lo menos en el corto plazo que se esperaba, hacer que las nubes de la economía moderna se deshicieran en lluvia fecundante de los bajos fondos. La gran mayoría de la población se mantuvo pobre y aun miserable. La dictadura porfiriana enriqueció a una minoría ostentosa, prepotente y humillante. Casi ninguno de sus programas de salvación pasaron del nivel de las buenas intenciones.

Moderna hacienda porfiriana ca 1910 FINAH Las lluvias fertilizadoras que se - photo 10
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