Edward Osborne Wilson - El sentido de la existencia humana
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- Libro:El sentido de la existencia humana
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:2014
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El sentido de la existencia humana: resumen, descripción y anotación
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¿Cuál es el origen de la humanidad? ¿Por qué existe una especie como la nuestra en el planeta Tierra? ¿Gozamos de una posición privilegiada? ¿Adonde nos dirigimos? Y quizás la pregunta más difícil de todas: ¿por qué?
En El sentido de la existencia humana, su obra más filosófica hasta la fecha, el biólogo Edward O. Wilson se lleva a sus lectores de viaje para examinar qué es lo que nos hace tan especiales, pero también nos invita a un ejercicio de humildad que nos capacite para apreciar la fascinación que ocultan el resto de especies y el mundo natural.
Autor de inmenso prestigio es ganador de dos premios Pulitzer y ha acuñado conceptos como «biodiversidad», a la par que polémico entre quienes le acusan de exceso de mecanicismo, Wilson expone en este último libro sus teorías más acabadas sobre nuestra existencia, y tiende un valioso puente entre las ciencias y las humanidades para crear un tratado sobre la existencia humana propio del siglo XXI, desde nuestros orígenes más lejanos hasta una mirada sugestiva sobre lo que nos depara el futuro.
Edward Osborne Wilson
ePub r1.0
mandius 18.10.16
Título original: The Meaning of Human Existence
Edward Osborne Wilson, 2014
Traducción: Xavier Gaillard Pla
Editor digital: mandius
ePub base r1.2
EDWARD OSBORNE WILSON (10 de junio de 1929, Birmingham). Es un entomólogo y biólogo estadounidense conocido por su trabajo en evolución y sociobiología. Wilson es uno de los científicos de más reputación nacional e internacional. Tras obtener el bachiller en ciencias y el máster en Biología en la Universidad de Alabama (Tuscaloosa), se doctora en la Universidad de Harvard. Actualmente, Wilson es profesor honorario y conservador del museo de zoología comparada en Harvard.
Es una de las dos únicas personas que han recibido la concesión más alta en ciencias de Estados Unidos, la Medalla Nacional a la Ciencia, y el premio Pulitzer en literatura, este último en dos ocasiones, con sus libros Sobre la naturaleza humana (1978) y The Ants (1990). Su libro Sociobiología (1975) fue un hito importante en el desarrollo de esa disciplina científica que estudia la relación entre los genes y la conducta. Ha publicado otros seis libros.
La historia no tiene mucho sentido sin la prehistoria, y la prehistoria tiene poco sentido sin la biología. El conocimiento de la prehistoria y la biología está extendiéndose rápidamente; el interés recae en cómo se originó la humanidad y en por qué una especie como la nuestra existe en este planeta.
El sentido del sentido
L a humanidad ¿goza de una posición privilegiada en el universo? ¿Cuál es el sentido de nuestras vidas personales? Creo que sabemos lo suficiente sobre el universo y sobre nosotros mismos como para poder plantearnos estas preguntas de una forma comprobable; podemos responderlas. Podemos, con nuestros propios ojos, mirar a través del cristal oscuro y hacer realidad la profecía de Pablo: «Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido». Nuestro lugar y nuestro sentido, sin embargo, no se nos están revelando como pronosticó Pablo; para nada. Hablemos sobre esto, razonemos juntos.
Propongo un viaje con este objetivo, en el cual me ofrezco como guía. Nuestra ruta primero discurrirá por el origen de nuestra especie y su posición en el mundo viviente, cuestiones que en un principio ya abordé en otro contexto en La conquista social de la Tierra. Y a continuación se nos presentará, a partir de una serie de pasos en dirección a las humanidades y pasos de regreso a las ciencias naturales, un problema más difícil: «¿adónde nos dirigimos?», y la pregunta más difícil de todas, «¿por qué?»
Ha llegado el momento, creo, de poner sobre la mesa la posibilidad de unificar esas dos grandes ramas del conocimiento. ¿Las humanidades se preocuparían en colonizar las ciencias? Y de hacerlo, ¿les iría bien un poco de ayuda? ¿Qué me dicen si sustituimos la ciencia ficción —la imaginación de una fantasía producto de una única mente— por nuevos mundos con muchísima más diversidad, basados en la ciencia real procedente de muchas mentes? Los poetas y los artistas visuales ¿podrían buscar dimensiones desconocidas, profundidad y significado en el mundo real, más allá de la gama de sueños corrientes? ¿Les interesaría encontrar la verdad en lo que Nietzsche llamó, en Humano, demasiado humano, los colores del arcoíris que se perfilan en los bordes exteriores del conocimiento y la imaginación? Ahí es donde encontraremos el sentido.
En su uso más habitual, la palabra «sentido» implica intencionalidad; la intencionalidad implica creación; y la creación implica un creador. Cualquier entidad, cualquier proceso, o la definición misma de cualquier palabra son fruto de una consecuencia intencionada que el creador ha elucubrado. Ésta es la base de la visión filosófica del mundo que comparten las religiones organizadas —y en concreto de sus mitos de la creación—. La existencia de la humanidad, dan por sentado, tiene una finalidad. Los individuos tienen un propósito en esta Tierra. Tanto la humanidad como los individuos cuentan con un sentido.
La palabra «sentido» puede utilizarse de otra manera, más general, que implica una forma de ver el mundo muy distinta: son los accidentes de la historia, y no los propósitos de un creador, los que generan un sentido. No hay una creación previa; en vez de ello, existen imbricadas redes de causa y efecto material. El desarrollo de la historia sólo obedece a las leyes generales del universo. Cada acontecimiento es aleatorio pero altera la probabilidad de futuros acontecimientos. Durante la evolución orgánica, por ejemplo, el origen de un desarrollo de la selección natural hace que el origen de otros procesos sea más probable. Esta noción del sentido, en tanto que arroja luz sobre la humanidad y el resto de la vida, es como la ciencia ve el mundo.
Ya sea en el cosmos o al respecto de la condición humana, esta segunda interpretación, que abarca más, existe en la evolución de la realidad de hoy en día entre innumerables otras posibles realidades. A medida que fueron emergiendo entidades y apareciendo procesos biológicos más complejos en las eras pasadas, el comportamiento de los organismos empezó a asemejarse porque integraban el uso de un sentido intencionado: al principio, los sistemas nervioso y sensorial de los organismos multicelulares más primitivos; a continuación, un cerebro organizador; finalmente, un comportamiento que responde a determinadas intenciones. Una araña teje su tela con el propósito de cazar una mosca, sea consciente o no del resultado. Ése es el sentido de la telaraña. El cerebro humano evolucionó bajo el mismo régimen que la tela de la araña. Cualquier decisión que tome un ser humano tiene sentido en su primera acepción: la de la intencionalidad. Pero esta capacidad de decidir, y cómo y por qué empezó a existir, y las consecuencias que conllevó, conforman el sentido de la existencia humana más amplio, basado en la ciencia.
La primera de esas consecuencias es la habilidad de imaginar futuros posibles, de planificarlos y de escoger entre ellos. Cuán sabiamente utilicemos esta habilidad exclusivamente humana dependerá de cuán exactamente nos comprendamos a nosotros mismos. La pregunta que más nos interesa es cómo y por qué somos como somos para, a partir de ahí, darle un sentido a nuestras diferentes visiones del futuro.
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