¿Dónde estamos? Jack miró por la ventana. Observó el dibujo del libro. Y volvió a mirar por la ventana. El mundo exterior y el dibujo del libro eran exactamente iguales. El Pterodáctilo remontándose en el cielo, el suelo cubierto de helechos y de hierba, el arroyo ondulante, la ladera empinada, y los volcanes que se veían a lo lejos. —¿Dó- dónde estamos? —preguntó Jack.
La casa del árbol #1 Dinosaurios
al atardecer Mary Pope Osborne
Ilustrado por Sal Murdocca
Traducido por Marcela Brovelli Para Linda y Mallory,
quienes me acompañaron en mi viaje. DINOSAURIOS AL ATARDECER Spanish translation copyright © 2002 by Editorial Atlántida, S.A.
Revised translation by Teresa Mlawer.
Originally published in English under the title
MAGIC TREE HOUSE #1: Dinosaurs Before Dark
Text copyright © 1992 by Mary Pope Osborne.
Illustrations copyright © 1992 by Sal Murdocca.
All rights reserved under International and Pan-American Copyright
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a division of Random House, Inc., 1745 Broadway, New York, NY 10019. MAGIC TREE HOUSE ®
Is a registered trademark of Mary Pope Osborne, used under license. 978-1-930332-49-2
Printed in the U.S.A.
CWMO 10 9 8 7 Library of Congress Cataloging-in-Publication Data
Osborne, Mary Pope.
[Dinosaurs before dark.
Spanish]
Dinosaurios al atardecer / Mary Pope Osborne ; ilustrado por Sal
Murdocca ; traducido por Marcela Brovelli.
p. cm. – (La casa del árbol ; #1)
Summary: Eight-year-old Jack and his younger sister Annie fmd a magic
treehouse, which whisks them back to an ancient time zone where they see
live dinosaurs.
ISBN 1-930332-49-1 (pbk.)
[1. Dinosaurs–Fiction. 2. 3. 3.
Magic–Fiction.
4. Tree houses–Fiction. 5. Spanish language materials.] I. Murdocca, Sal,
ill. II.
Brovelli, Marcela. III. Title.
PZ73.0746 2003
[Fic]—dc21 2003005594 e-ISBN: 978-1-941802-36-6 Índice En el bosque —¡Socorro! ¡Un monstruo! —gritó Annie. —Sí, claro —dijo Jack—. Un monstruo en Frog Creek, Pensilvania. —¡Vaya! Esto le pasaba a Jack por juntarse con su hermana de siete años. —¡Vaya! Esto le pasaba a Jack por juntarse con su hermana de siete años.
Annie adoraba dar rienda suelta a su mundo imaginario. En cambio Jack, tenía ocho años y medio y prefería el mundo real. —¡Cuidado, Jack! ¡El monstruo se acerca! ¡Está a punto de alcanzarte! —Bueno, que me atrape. Annie se alejó corriendo hacia el bosque. Jack miró el cielo. —¡Vamos, Annie! ¡Es hora de ir a casa! Pero Annie había desaparecido. —¡Vamos, Annie! ¡Es hora de ir a casa! Pero Annie había desaparecido.
Jack se quedó esperando. ¡Oh! Annie, ¿dónde estás? —¡Annie! —Jack la llamó otra vez. —¡Jack! ¡Jack! ¡Ven aquí! —Espero que no sea una tontería —dijo enojado. Cruzó la calle y se dirigió hacia el bosque. El sol del atardecer hacía brillar las hojas de los árboles. —¡Mira! —dijo, señalando una escalera hecha de soga y madera. —¡Mira! —dijo, señalando una escalera hecha de soga y madera.
Era la escalera más larga que Jack había visto en su vida. —¡Guau! —susurró al verla. La escalera era casi tan alta como el árbol. Y, allí, en el medio de dos grandes ramas, había una casa de madera. —Debe de ser la casa más alta del mundo —dijo Annie. —¿Quién la habrá construido? —preguntó Jack—.
Es la primera vez que la veo. —No lo sé. Pero voy a subir —agregó Annie. —¡No! No sabemos quién es el dueño —dijo Jack. —Sólo por un minuto —agregó Annie trepando por la escalera. —¡Annie! Ya casi es de noche. —¡Annie! Ya casi es de noche.
Tenemos que regresar. Annie entró en la casa haciendo oídos sordos a las palabras de Jack. —¡Annie! Jack esperó un momento. Estaba a punto de llamarla otra vez cuando ella asomó la cabeza por la ventana. —¡Hay libros! —gritó Annie. —¿Qué? —¡Está llena de libros! —¡Genial! —Jack amaba los libros.
De inmediato, se acomodó los lentes, se agarró de ambos lados de la escalera y comenzó a subir. El monstruo Jack atravesó el agujero de la entrada y entró en la casa. ¡Guau! Era verdad, la casa estaba llena de libros. Cientos de ellos. Por todos lados. Algunos eran muy viejos y tenían la tapa llena de polvo.
Otros, eran nuevos, con la tapa de colores muy brillantes. —¡Ven! Desde aquí se puede ver todo —dijo Annie mirando por la ventana. Jack se puso a observar el paisaje junto a su hermana. Desde allí podían ver la copa de otros árboles más pequeños. A lo lejos se divisaba la biblioteca de Frog Creek. También se veía la escuela primaria y el parque.
Annie señaló hacia otra dirección. —Ahí está nuestra casa —dijo. Estaba en lo cierto. Aquella casa de madera blanca con la galería verde era su hogar. En el jardín de la casa contigua estaba Henry, el perro del vecino, que se veía como una pequeña mancha negra. —¡Sssh! Se supone que no debemos estar aquí. —¡Sssh! Se supone que no debemos estar aquí.
Jack se alejó de la ventana y echó un ligero vistazo al interior de la casa del árbol. —Me pregunto de quién serán todos estos libros —dijo. De pronto, notó que muchos de ellos tenían un marcador dentro. —Me gusta éste —dijo Annie mientras le mostraba a Jack un libro con un castillo en la portada. —Aquí hay un libro sobre Pensilvania —dijo Jack dando vuelta a la página con el marcador. ¡Mira! ¡Es igual a este bosque! —agregó Jack. —Mira, aquí hay un libro para ti, Jack —dijo Annie, con un libro de dinosaurios en la mano, que tenía un marcador de seda azul. —Déjame verlo —dijo Jack. —Déjame verlo —dijo Jack.
Puso la mochila en el suelo y tomó el libro. —Tú mira ése y yo miraré el de los castillos —dijo Annie. —No. Creo que esto no está bien. Estos libros no son nuestros —contestó Jack. Pero mientras hablaba con Annie abrió el libro de dinosaurios en la página del marcador.
La curiosidad lo devoraba. Se detuvo en el dibujo de un milenario reptil volador. Era un Pterodáctilo. Mientras lo observaba, Jack recorría con el dedo las enormes alas de murciélago del animal. —¡Guau! —susurró—. Ojalá pudiera ver un Pterodáctilo de verdad.
Jack se quedó estudiando el dibujo de la extraña criatura que volaba en el cielo. —¡Ay! —gritó Annie. —¿Qué sucede? —preguntó Jack. —¡Un monstruo! —gritó Annie mientras señalaba la ventana. —Deja de imaginar cosas, Annie —insistió Jack. —¡De verdad! ¡Mira! Jack miró por la ventana.
Vio una criatura gigante planeando sobre la copa de los árboles. Tenía una cresta larga y muy extraña sobre la cabeza. Un pico muy fino y dos enormes alas parecidas a las de los murciélagos. ¡Era un Pterodáctilo de verdad! La criatura se acercaba a la casa del árbol dando enormes volteretas. ¡Parecía un planeador! En ese momento, el viento comenzó a soplar.
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