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Giovanni Grazzini - Conversaciones con Fellini

Aquí puedes leer online Giovanni Grazzini - Conversaciones con Fellini texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1983, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Giovanni Grazzini Conversaciones con Fellini
  • Libro:
    Conversaciones con Fellini
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1983
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Conversaciones con Fellini: resumen, descripción y anotación

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El creador de La Dolce Vita en estado puro Un diálogo íntimo con el genial - photo 1

El creador de La Dolce Vita en estado puro. Un diálogo íntimo con el genial director sobre política, terrorismo, sexo, el amor y las mujeres. Un Federico Fellini auténtico. En estas conversaciones con Giovanni Grazzini, uno de los más renombrados críticos cinematográficos de Italia, el director de Amarcord nos desvela sus secretos más privados y recónditos. Directo y sincero, en este libro Fellini no sólo nos brinda sus pareceres sobre el séptimo arte sino que, además, nos acerca a sus opiniones sobre el paso del tiempo, su manera de comprender el mundo y, sobre todo, nos desvela a un ser humano original y auténtico, capaz de opinar sobre los temas más diversos y actuales, lo que lo confirma como una de las figuras emblemáticas de nuestro tiempo. Fellini nació en Rimini en 1920 y fue en sus orígenes dibujante y colaborador de varias revistas italianas. Entró en el mundo del cine de la mano de Rossellini, como escenógrafo en Roma cittá aperta, y a partir de ese momento pasó a dirigir películas que el público y la crítica mundial han aclamado unánimemente. Falleció en Italia en 1993.

Giovanni Grazzini Conversaciones con Fellini Algún día haré una bella historia - photo 2

Giovanni Grazzini

Conversaciones con Fellini

Algún día haré una bella historia de amor

ePub r1.0

pepitogrillo 3.10.15

Título original: Intervista sul cinema

Giovanni Grazzini, 1983

Traducción: Beatriz Anastasi de Lonné

Diseño de cubierta: Sergio Manela

Editor digital: pepitogrillo

ePub base r1.2

GIOVANNI GRAZZINI Florencia 6 enero de 1925 - Roma dieciocho de agosto 2001 - photo 3

GIOVANNI GRAZZINI Florencia 6 enero de 1925 - Roma dieciocho de agosto 2001 - photo 4

GIOVANNI GRAZZINI (Florencia, 6 enero de 1925 - Roma, dieciocho de agosto 2001) fue un crítico de cine en italiano y presidente de la Unión Nacional de Críticos de Cine (SNCCI).

Periodista en la Nazione desde 1952. Desde 1961, como crítico de cine del Corriere della Sera Grazzini participa en los principales festivales de cine. En 1990 abandona el Corriere para convertirse por un corto tiempo en crítico del Messaggero, y en 1992, pasa al periódico l’Indipendente fundado en ese año. Sus comentarios fueron recogidos en una serie de volúmenes editados por Laterza.

Recibió el reconocimiento a su memoria por el presidente Carlo Azeglio Ciampi.

Ganador de dos premios Saint-Vincent.

Notas

[1] Ennio Flaiano y Tullio Pinelli son dos de los principales colaboradores de Fellini. Además de su actividad como guionistas, se los conoce, al primero como escritor, comediógrafo y crítico, y al segundo como comediógrafo. Para ambos fue decisivo su encuentro con el gran cineasta. (N. del T.).

[2] Fellini alude a la famosa paradoja en la que Zenón de Elea (siglo V a. C.) afirma que el héroe griego distraído por sus hazañas, nunca podría alcanzar a la tortuga que seguía sin interrupciones. (N. del T.).

[3] Combatir es necesario, no es necesario vivir. (N. del T.).

[4] «No se puede hacer, la luz ya se fue». (N. del T.).

[5] La película de 1953, obtuvo el premio internacional en el festival de Venecia. En el guión colaboran con Fellini Flaiano y Pinelli. (N. del T.).

[6] Que actúa en el filme. [N. del T.).

[7] Máscara florentina creada por Del Buono a fines del siglo XVIII. El nombre del personaje deriva de «atentare» que significa pasar penurias en directa alusión a su creador. El carácter de la máscara es diverso pasando de la mayor corrección e integridad a la procacidad, quedando esto librado a la inspiración de sus intérpretes y a su agudeza e improvisación. (N. del T.).

[8] (1957). (N. del T.).

[9] En italiano: «La barca» que tiene dos acepciones: «barco» o «negocio». Al tratarse de una simple enumeración no se puede saber en qué sentido la utilizó Fellini. (N. del T.).

[10] (1962). (N. del T.).

[11] (1963). (N. del T.).

[12] (1963). (N. del T.).

—Pasaste los sesenta. ¿Te molesta envejecer?

—¡Bueno!, tengo 64 años. Me lo repito a menudo, para convencerme, y después me quedo a la escucha y con la oreja pegada, para captar lo que cambió, lo que se enmoheció, lo que se malogró; en una palabra, qué siente y qué piensa un tipo de 64 años. En los primeros tiempos, cuando estaba en Roma, vivía en una pensión y mi vecino de cuarto era un empleado romano, que pisaba la cuarentena y se preocupaba muchísimo por aparentar ser más, joven. Se pasaba la vida en la peluquería, con compresas y máscaras faciales, el domingo se quedaba todo el día en la cama y por la noche dormía con dos fetas de carne cruda, una en cada mejilla, sujetas con dos elásticos. Por la mañana, lo veía muchas veces salir de su habitación, en bata, cerrar la puerta tras él, permanecer inmóvil durante unos minutos con la mano apoyada en el picaporte y abrirla después, de golpe, zambullendo su cabeza adentro. Movido por la curiosidad, una mañana le pregunté por qué hacía eso. Al parecer no quería responderme pero, finalmente, enfrentando mi mirada con decisión, contestó que al meter la cabeza dentro del cuarto después de haber mantenido cerrada la puerta durante un tiempo, podía sentir si había olor a viejo. Y entornando la puerta con lentitud me invitó a hacer la prueba: «Olfatea, ¿sientes olor a viejo?».

Desde hace algún tiempo, cada vez que salgo de mi dormitorio recuerdo a este hombre y también yo probé un par de veces, abriendo de golpe la puerta de la habitación de la que acababa de salir y olfateando el aire mientras el corazón me latía con fuerza.

Simone de Beauvoir dice que «la vejez te atrapa de improviso». Es muy cierto. Hasta hace unos días yo era siempre el más joven en cualquier grupo, en cualquier comitiva, en cualquier mesa de amigos. ¿Qué diablos pasó que al cabo de pocas horas, un día o una semana digamos, pasé de pronto a ser el más viejo? Y sin embargo no me parece que haya cambiado en nada. Tal vez sufro un poco de insomnio, o la memoria me juega alguna mala pasada, o estoy menos dispuesto para las orgías y la juerga y cancelo a las cinco de la tarde lo que había programado por la mañana…

Si como director tuviera que pedirle a un actor que representara el papel de un hombre de sesenta y cuatro años, le aconsejaría que caminara un poco encorvado, que carraspeara cada tanto, que entrecerrara los ojos para mirar y que se llevara al oído la mano temblorosa como hacíamos Flaiano y yo hace unos treinta años, cuando nos divertíamos haciendo payasadas y fingiendo que éramos viejísimos y nos habían internado en un asilo, y Flaiano, mientras arrastraba los pies llamaba: «¡Hermana!, ¡me hice caca encima!». Yo hacía el papel de una religiosa alemana, iracunda, que llegaba con un balde de agua y un escobillón y lo lavaba como si fuese un elefantito sucio, y después venía la escena de dos viejecitos en un paseo público que miraban a las muchachas y se babeaban de gozo, pero sin recordar ya qué se podía hacer con las muchachas. Pinelli, que nos observaba, reía pero no demasiado porque era algo más viejo que nosotros.

Pero ¿por qué empezamos con esta pregunta?

—En esta colección ya aparecieron reportajes a políticos, escritores, filósofos y científicos. Tú eres el primer cineasta, ¿cómo te sientes en compañía de todos ellos?

Un poco fuera de lugar. Incrédulo, poco convencido, inclusive a riesgo de parecer un hipócrita que se hace el modesto. No me parece haber cambiado mucho desde que a los diecisiete años vivía lleno de una curiosidad participativa pero irresponsable; postergué siempre para el día siguiente actitudes eventualmente más serias y comprometidas. Me avergüenzo pero todavía me parece actual ese sentimiento de ansiosa espera para escuchar el sonido de la campanilla que en la escuela anunciaba que la clase había concluido, clase que a veces escuchaba hasta con deleite, pero ¿quién sabía lo que estaba pasando en ese momento en la plaza, o allá en el muelle, o en el mercado? Siempre imaginaba que cuando yo no estaba tenían que suceder Dios sabe qué cosas fascinantes, hechos extraordinarios, encuentros, historias, personajes… Y también ahora, mi estimado Grazzini, mientras estoy aquí contigo, no puedo sino pensar en quién sabe qué mujer espléndida estará cruzando en este momento la plaza de San Silvestre. ¿Por qué no vamos allí a ver, en vez de estar aquí haciéndome esta entrevista? ¿Qué sentido tiene este despiadado ritual de preguntas y respuestas?

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