CONTENIDO
PARTE UNO
GIOVANNI «EL ROCKERO«
CAPÍTULO 1
Nunca fui el primero en nada
CAPÍTULO 2
Mi primera relacion sentimental
CAPÍTULO 3
Las presiones en la Universidad
CAPÍTULO 4
El diablo disfrazado de droga
CAPÍTULO 5
La musa de la inspiración
CAPÍTULO 6
Una palabra bastó para sanarlo
CAPÍTULO 7
Una amistad intensa
CAPÍTULO 8
Sentimientos, decisiones y oraciones tontas
CAPÍTULO 9
Lo que empieza mal termina …
CAPÍTULO 10
Volver a Bogotá y a la familia
CAPÍTULO 11
Sano y con esperanzas
CAPÍTULO 12
Nacen nuevas ilusiones: el amor y la música
PARTE DOS
vanessa «la modelo»
CAPÍTULO 13
El comienzo de una buena infancia
CAPÍTULO 14
La modelo que no tuvo modelo de matrimonio
CAPÍTULO 15
Corazón destruido y con miedo a amar
CAPÍTULO 16
Rechacé el mundo sin saberlo
CAPÍTULO 17
Mi vacío solo se llenó con Dios
CAPÍTULO 18
La virginidad como una rosa
CAPÍTULO 19
Conocí al amor de mi vida y no sabía que era él
CAPÍTULO 20
Los cuentos de hadas existen … ¡pero solo en Dios!
CAPÍTULO 21
¿Qué tenía él que no tenían los otros?
PARTE TRES
el noviazgo del rockero y la modelo por varessa y giovanni
CAPÍTULO 22
Primera prueba de fuego: el noviazgo a distancia
CAPÍTULO 23
Para poder amar debes sanar tu corazón
CAPÍTULO 24
Los sentimientos deben tener buenos cimientos
CAPÍTULO 25
Un compromiso más serio, por Giovanni
CAPÍTULO 26
Consejos para los que quieren casarse
CAPÍTULO 27
Mejor de lo que habíamos soñado
CAPÍTULO 28
Las mentiras sobre el matrimonio
CAPÍTULO 29
Las mentiras sobre el sexo
CAPÍTULO 30
Dios cumple mi sueño del modelaje, por Vanessa
CAPÍTULO 31
Dios restaura el hogar de mis padres, por Vanessa
CAPÍTULO 32
Dios cumple mi sueño de la música, por Giovanni
CONCLUSIÓN
El rockero y la modelo … fieles hasta la muerte
PARTE UNO
GIOVANNI «EL ROCKERO«
CAPÍTULO 1
NUNCA FUI EL PRIMERO EN NADA
Vivimos en una sociedad que nos presiona a ser los primeros en todo. Por ejemplo, debemos ser los primeros en el colegio para que nuestros padres nos den permiso para usar nuestros juguetes o para salir a jugar. Nos toca ser los primeros en la universidad para conseguir un buen trabajo. Por supuesto debemos ser los primeros en los deportes para obtener reconocimiento y popularidad. Ser los primeros en dar un beso, en tener novia, en experimentar relaciones sexuales, en tomar alcohol, en consumir drogas, para tener aceptación de nuestros amigos y ser parte de lo que en Colombia llaman «la rosca».
Por presión muchos jóvenes caen en la trampa de ser los primeros, pues definitivamente en nuestra sociedad eso parece atractivo, y así es que muchos comienzan una carrera desenfrenada. Lo curioso es que Jesús dijo en Mateo 19:30 que, «muchos primeros serán los últimos y que muchos últimos serán los primeros».
En mi familia no fui el primero. Tengo tres hermanos: Jazmín, Iván y Carolina, finalmente llegué yo. Gracias a Dios crecí junto a mis padres en un hogar sencillo como cualquiera de Latinoamérica, donde el padre trabaja para conseguir el sustento de la familia y la madre se encarga de la crianza de los hijos y el cuidado de la casa.
Desde muy temprana edad me di cuenta que no éramos la familia con más lujos o comodidades. No vivíamos en el sector más exclusivo de Bogotá, no íbamos de vacaciones a otros países o a lugares turísticos de Colombia, pero éramos una familia tranquila y feliz.
En el colegio no fui el primero, era el octavo de la hilera. Cuando teníamos algún evento cultural y nos tocaba formar en filas, como yo era de los más bajitos, entonces sí me tocaba estar adelante. Cuando llamaban por lista en orden alfabético, yo era de los últimos, pues mi apellido es Olaya.
A nivel académico nunca fui de los más destacados. Recuerdo que nunca icé la bandera por ser el mejor en matemáticas o ciencias, sino que una vez fui seleccionado para izarla por haber sido el más optimista …
Era lo mismo en los deportes. De niño tomé clases de Taekwondo, en las que solo duré seis meses, pues luego de aprender algunas patadas y puños realizaron un campeonato para pasar a un nivel superior. Lo malo fue que mi primer combate fue contra un niño muy gordo, y como yo era muy flaquito, me dio solo una patada en el estómago que me sacó todo el aire y me puse a llorar delante de todos los asistentes. Recuerdo que me sentí muy avergonzado, sobre todo porque algunas niñas me vieron llorar. Esa patada no solo me sacó todo el aire sino las ganas de querer ser como Bruce Lee.
En ese momento de mi vida, mi madre, que se llama Mercedes, me llevó a una iglesia cristiana donde comencé a conocer a Jesús. Tenía más o menos 8 años cuando llegué a la iglesia Casa sobre La Roca, en Bogotá, Colombia.
Luego de este episodio ingresé a una liga de baloncesto. En esa época de la adolescencia y de pleno crecimiento, me hubiera ayudado un poco tener mayor estatura. En esa escuela duré casi cinco años. Para mí todo se resumía en «baloncesto” de día, de tarde, de noche. Jugué contra todos los colegios de mi ciudad, contra muchas ciudades de mi país y hasta llegué a jugar en Venezuela contra algunas ligas de ese país. Pero adivinen qué … todos esos campeonatos los jugué sentado en la banca. Yo era el segundo cambio del alero titular y casi nunca me dieron la oportunidad de ingresar a jugar, así que esto me frustró de nuevo en los deportes. Entonces pensé que debía probar otras cosas que no fueran tan competitivas, como el grupo de los scouts de mi barrio. Con ellos ocupé mi mente en cosas muy sanas, pero entonces descubrí que allí también había un tipo de competencia que consistía en que el mejor sea el que tuviera más insignias en el uniforme. En esta ocasión aprendí que como yo no era familiar del dueño del grupo de scouts, entonces me era difícil aspirar a ser de los más destacados.
PRIMERO EL REINO DE LOS CIELOS
En conclusión, tuve muchas frustraciones en mi niñez y adolescencia porque siempre me habían inculcado ser el primero y nunca pregunté el por qué, o lo que hubiera sido mejor … preguntar el para qué.
Junto con el cuestionamiento de por qué debía ser el primero, comenzaron a llegar un montón de preguntas a mi cabeza como por ejemplo: ¿Por qué estudio? ¿Para qué conseguir un buen trabajo? ¿Por qué quiero más dinero? ¿Para qué quiero tener muchas cosas? También pensé: ¿De qué me va a servir todo esto en la eternidad? Existe un dicho colombiano que dice: «Nunca he visto entierro con trasteo». Por eso, el texto de Eclesiastés 1:14 dice «… en esta vida … todo … ¡es correr tras el viento!». En ese momento de mi vida también leí otros versículos que me orientaron, y de alguna manera me dieron