Agradecimientos
Mi interés en las artes plásticas empezó en primaria. En realidad, las artes plásticas fueron una salvación para mí tanto en primaria como en secundaria; sin ellas, puede que no hubiera acabado los estudios. Al terminar los estudios de secundaria en Chicago, me matriculé en la School of the Art Institute of Chicago y, más adelante, en el Institute of Design del Illinois Institute of Technology. Tras graduarme allí, enseñé arte en centros públicos de Chicago y más adelante en la Laboratory School de la Universidad de Chicago. He trabajado en el campo de la educación artística durante más de treinta y cinco años. Gran parte de lo que tengo que decir sobre las artes en la educación se basa en mi experiencia como pintor y como enseñante de arte.
Como sabrá quienquiera que haya escrito un libro, su preparación se debe a la contribución de muchas personas. Algunas son especialistas cuyo trabajo ha influido en mi pensamiento, incluyendo los valores por los que me guío. En el campo de la filosofía, Rudolf Arnheim, John Dewey, Nelson Goodman y Susanne Langer se encuentran entre las personas con quienes tengo una deuda más profunda.
En el campo de la educación artística también estoy en deuda con muchas personas, entre ellas Manual Barkan, David Ecker, Edmund Feldman, Jerome Hausman y Ellen Winner.
Y en el campo de la educación estoy especialmente en deuda con Mike Atkin, Tom Barone, Larry Cuban, Stephen Dobbs, Howard Gardner, Maxine Greene, Philip Jackson, Ray McDermott y Alan Peshkin.
Entre las personas más importantes con las que he contado para probar ideas y obtener consejo, se encuentran mis antiguos alumnos. A lo largo de muchos años han conformado mi vida de múltiples maneras, retándome, engatusándome, desalentándome y animándome. Sin duda, estoy en deuda con todas aquellas personas a las que he tenido el privilegio de enseñar.
También deseo expresar mi agradecimiento a Rebecca Chan y Mary Li, de Macao y de Hong Kong respectivamente, por su ayuda al obtener para mí trabajos realizados por alumnos de la clase de Rebecca, una extraordinaria enseñante de arte. Cuando tuve la oportunidad de conseguir los trabajos de sus alumnos, la aproveché sin dudarlo ni un instante.
Varios colegas han leído y comentado los borradores de este volumen, que ha mejorado gracias a sus consejos. Deseo agradecer a Hilary Austen, Doug Boughton, Kerry Freedman y Mary Ann Stankiewicz sus útiles sugerencias.
Deseo agradecer especialmente a Shifra Schonmann su revisión cuidadosa, útil y constructiva del manuscrito entero. Su ayuda ha sido inestimable.
Por último, hay dos personas hacia las que mi gratitud no tiene límites. La primera es Tanya Chamberlain, mi polivalente secretaria y amiga en Stanford. Este libro no se habría escrito sin su atención y su ayuda para encontrar siempre el material correcto, muchas veces antes de que yo mismo supiera que lo necesitaba. Me ha proporcionado todo lo que he necesitado de innumerables maneras.
Y también quiero expresar mi gratitud más profunda a mi esposa, Ellie. Ha sabido darme espacio, dejarme trabajar en la mesa del comedor en lugar de mi estudio y subir la calefacción para que pudiera mantener la concentración y escribir de una manera coherente. Le debo tanto que no encuentro palabras suficientes para expresarlo.
Introducción
El arte y la creación de la mente examina cómo contribuyen las artes al desarrollo de la mente en nuestras escuelas. Los puntos de vista tradicionales sobre la cognición, y sus implicaciones en cuanto a los objetivos y los contenidos educativos, han situado la enseñanza de las artes en una posición marginal. Las escuelas consideran que, por lo menos en parte, su misión es fomentar el desarrollo del intelecto. Las materias «duras» como las matemáticas y las ciencias se consideran recursos básicos para este desarrollo y los procesos de lectura, escritura y cálculo se consideran los medios más idóneos para cultivar la mente. Hoy queremos, sobre todo en los Estados Unidos, un currículo duro y riguroso que exija pensar a los estudiantes y cuyos efectos se manifiesten en unas calificaciones más altas. Como mucho, las artes se tienen por un componente secundario de este proyecto.
Aunque en las escuelas estadounidenses las artes se encuentran teóricamente entre las llamadas materias básicas, y aunque los distritos escolares e incluso el gobierno federal así las identifican, existe una gran ambivalencia en relación con su lugar en el currículo. Nadie quiere ser tenido por un ignorante, pero al mismo tiempo se ofrecen los lugares de privilegio a otras materias. A pesar de la reciente campaña sobre su contribución al rendimiento escolar, las artes se consideran agradables, pero no necesarias.
Uno de los objetivos de El arte y la creación de la mente es disipar la noción de que las artes, de algún modo, son operaciones realizadas con las manos que plantean pocas exigencias desde el punto de vista intelectual, que son más emotivas que reflexivas, que tienen poco que ver con la mente. En las páginas que siguen propongo una noción totalmente diferente. Sostengo que muchas de las formas de pensamiento más complejas y sutiles tienen lugar cuando los estudiantes tienen la oportunidad de trabajar de una manera significativa en la creación de imágenes, sean visuales, coreográficas, musicales, literarias o poéticas, o la oportunidad de poder apreciarlas. La capacidad de crear una forma de experiencia que se pueda considerar estética requiere una mente que anime nuestra capacidad de imaginación y que estimule nuestra capacidad de vivir experiencias saturadas de emociones. En el fondo, la percepción es un evento cognitivo. Lo que vemos no es simplemente una función de lo que tomamos del mundo, sino de lo que pensamos de ello.
El mundo en el que viven hoy los estudiantes y en el que vivirán de adultos está lleno de ambigüedades e incertidumbres, de la necesidad de aplicar el juicio en ausencia de reglas y de la presión de usar los sentimientos como fuente de información en la que basar decisiones difíciles. Ahora es imposible determinar con algún grado de confianza si el trabajo en las artes tiene consecuencias que se extienden a todos los aspectos del mundo. Lo que sí se puede determinar con un elevado grado de confianza es que el trabajo en las artes suscita, refina y desarrolla el pensamiento en el campo de las artes. Podríamos razonar con cierta cautela que las experiencias significativas en el campo de las artes se pueden extender, hasta cierto punto, a otros ámbitos relacionados con las cualidades sensoriales de las que las artes participan.
Pero, en mi opinión, esta extensión a otros ámbitos extraartísticos o extraestéticos de la vida no es la principal justificación para la presencia de las artes en nuestros centros educativos. Las artes pueden hacer unas contribuciones muy características. Entre ellas destaco el desarrollo del pensamiento en el contexto de una forma artística, la expresión y la comunicación de formas distintivas de significado, un significado que sólo pueden transmitir las formas artísticas, y la capacidad de vivir experiencias que son al mismo tiempo emotivas y conmovedoras, experiencias de una naturaleza consumativa, que se aprecian y se valoran por su valor intrínseco. Se trata de experiencias que se pueden obtener cuando observamos el mundo con un marco de referencia estético e interaccionamos con formas que hacen posible estas experiencias.
Pero las artes hacen algo más que satisfacer estas necesidades de la persona, por muy importante que esta contribución pueda ser. Sostengo que las artes pueden actuar como modelos de lo que podrían llegar a ser la aspiración y la práctica en el campo de la educación. Poder concebir la docencia como un arte, considerar que el aprendizaje posee unos rasgos estéticos, abordar el diseño de un entorno educativo como una tarea artística: estas maneras de concebir algunos de los principios de la educación podrían tener profundas repercusiones para replantear la práctica de la enseñanza y el contexto donde esta enseñanza se da.