Prólogo
Hay que saludar con gran satisfacción y alegría la iniciativa de la editorial Debate de publicar una selección de los artículos de economía que José Luis Sampedro escribió, sobre todo, a finales de los años cincuenta y durante los sesenta y setenta del pasado siglo, y que vieron la luz en diferentes publicaciones. De este modo se revitaliza la figura de Sampedro como economista, que ha quedado ensombrecida por su reputación como literato. En parte es lógico que esto suceda, pues la novela está dirigida a un público más amplio y es leída por más gente que la que puede estudiar economía, sobre todo cuando se trata de novelas tan magníficas como las que escribe y con las que nos deleita Sampedro.
Las novelas de Sampedro, que son seguidas por la mayor parte de los economistas que han sido alumnos suyos, no solamente nos proporcionan el placer de la lectura haciéndonos pasar momentos maravillosos de disfrute, sino que resultan de una gran enseñanza acerca de las relaciones humanas, de las relaciones sociales, esto es, de la vida en general.
Pero conviene resaltar que junto a este gran novelista, hay un Sampedro que ha sido un importante economista en nuestro país. Sampedro ha ejercido su profesión en la administración pública, en el Banco Exterior de España, y ha participado en misiones españolas en negociaciones con otros países y organismos internacionales en momentos decisivos para una economía que, tras permanecer cerrada al exterior durante muchos años de autarquía, empezó a insertarse en la economía internacional a finales de los años cincuenta del siglo XX .
Contribuyó con su granito de arena a abrir puertas hacia el mundo exterior y a poner las bases para el crecimiento económico que tuvo lugar en la década de 1960, que sacó a nuestra economía del atraso y a muchas familias de la pobreza y de la penuria que habían padecido durante dos décadas.
No obstante, su labor más importante la realizó como docente, estudioso e investigador de la economía. Durante años preparó a varias generaciones de estudiantes, que cada vez en mayor número llegaban a las aulas de la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales de la Universidad Complutense a estudiar economía. Fue capaz de aunar enseñanza con deleite, pues esto es lo que se obtenía escuchando su magnífica oratoria, la originalidad de sus planteamientos, al tiempo que se disfrutaba de su gran erudición. Con él se aprendía economía mundial, y también a discurrir, reflexionar y a pensar críticamente. Pues Sampedro era un disconforme con la realidad en la que estábamos inmersos y con el saber convencional.
Fruto de esta labor como docente y estudioso, publicó libros realmente memorables, por el tema abordado y por el tratamiento dado, que además destacaban por la brillante escritura que los ha hecho siempre accesibles a los estudiantes —lo que era muy de agradecer—, a licenciados y a un público interesado en comprender temas relevantes de la economía mundial. La publicación de libros fue acompañada, como no podía ser de otra manera, por la de artículos, de los que una buena muestra se puede encontrar en este libro que ahora ve la luz.
Ahora bien, algunos se preguntarán: ¿qué interés tiene publicar artículos escritos hace tiempo y en un contexto muy distinto del actual? Pues desde luego mucho. Es indudable que resultan de enorme interés para los historiadores de la economía y para conocer el pensamiento económico de la época y su evolución, pero también para los que, sin ser historiadores, nos sentimos interesados por la historia, por conocer una realidad diferente a la de ahora, pero que viene de allí y resulta meridianamente claro que, sin penetrar en nuestro pasado, no podemos entender el presente. Además, como se trasluce en los artículos, se trata de rescatar el pensamiento y las reflexiones de un gran observador de la realidad que le rodea, penetrante en los análisis que realiza, y poseedor de una gran agudeza en su visión sobre la economía.
Leyendo estos artículos se aprende no sólo sobre nuestro pasado, sino sobre cómo afrontar el análisis de la realidad con un enfoque estructural, algo que tendría que ser más necesario que nunca ante el rígido corsé que ha introducido la economía convencional en el estudio de las leyes que rigen la producción, la distribución, el intercambio y el consumo presentes y pasados. Las corrientes dominantes actuales en la economía no van por ahí. Sin embargo, ante los graves problemas que acucian hoy al mundo, a pesar de los avances logrados, el análisis estructural es fundamental para saber hacer las preguntas correctas y tratar de buscar las respuestas adecuadas a la hora de entender algo de lo que está sucediendo. Como digo, no es esto precisamente lo que domina en el estudio actual de la economía, y de ahí su pobreza a la hora de interpretar la dinámica económica. Por eso Sampedro introduce un aire fresco en el enfoque que defiende y que ha contribuido a formular gracias a su forma de dirigir su mirada a la economía concreta y material.
Este rescate de artículos de Sampedro es importante para conocer una parte de su obra y, como he señalado, también para reivindicar su importancia en la formación de economistas y en lo que su contribución ha supuesto en la difusión y en la transmisión del conocimiento económico, tanto oral como escrito. Me considero un aprendiz suyo y he tratado, en mis ya largos años de profesor universitario y de estudioso de la economía, de mantener vivo su pensamiento al igual que la originalidad de su enfoque. Siempre he mantenido que tener a Sampedro como profesor es lo mejor que nos pudo suceder a los estudiantes, que en muchos casos de forma despistada nos iniciábamos en el estudio de la economía.
Dio prestigio a una facultad y a unos estudios, junto con otros profesores que, por desgracia, eran minoría. Sampedro enseñaba cosas que no se aprenden normalmente en las aulas ni en los manuales al uso. Fue, además, un adelantado en su época en muchas cosas, rompiendo tabúes establecidos. Fue, por ejemplo, un europeísta convencido cuando no era fácil serlo, pues el régimen dictatorial condenaba a esa Europa democrática, y muchos de los que ahora presumen de serlo no lo eran cuando se constituyó el Mercado Común por el Tratado de Roma en 1957.
Casi todos los estudiantes que han pasado por sus manos tienen un grato recuerdo de sus enseñanzas y de su magisterio. Sin embargo, su contribución trata de ser ninguneada por algunas de las historias del pensamiento económico publicadas en nuestro país, o en recopilaciones de artículos que se han publicado acerca de lo que algunos autores decían sobre la integración europea que se estaba iniciando, cuando fue uno de los que más publicó y que con más rigor lo hizo. Esto no resulta fácil de explicar y lo que algunos autores, responsables de estas ediciones, hacen es pecar de sectarismo, llevados sin duda por los celos que el éxito de Sampedro como profesor siempre les causó. O quizá también sea porque sus planteamientos heterodoxos resultan incómodos a la ortodoxia oficial. Con esta publicación se pretende, por tanto, reparar una injusticia. Algunos de los que se han erigido en mandarines del saber oficial no quieren reconocer como deberían los méritos de Sampedro, pero en cambio goza de los más importantes como son el reconocimiento y el cariño de sus alumnos.