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IVONNE KLEIN
Maestra en Filosofía con especialidades en Desarrollo Humano y Psicoterapia Gestalt.
Autora de libros de Formación Cívica y Ética, Aprender a aprender, Bullying para niños, adolescentes y maestros. Ha elaborado diferentes materiales educativos y ha colaborado como consultora externa para la sep (Secretaría de Educación Pública) y el pnud (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo).
Imparte consulta privada y consulta, como servicio, a mujeres violentadas. Sus temas de interés tienen que ver con la educación socioemocional, la formación ciudadana y el empoderamiento.
Edición digital
Dirección Fundación SM México
Cecilia Eugenia Espinosa Bonilla
Coordinación de edición digital
Valeria Moreno Medal
El mundo de las emociones
Ivonne Klein
ISBN colección: 978-607-24-2103-5
ISBN Ediciones SM: 978-607-24-4063-0
Primera edición digital, 2020
D.R. © Fundación SM de Ediciones. A.C. de C.V. 2017
Magdalena 211, Col. Del Valle, 03100
Benito Juárez, Ciudad de México
Tel. 55 – 1087-8400
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En colaboración con México Fundación SM, A.C.
La marca SM® y su diseño son propiedad de Fundación Santa María, licenciada a favor de SM de Ediciones, S.A. de C.V.
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Somos seres sensibles y a pesar de que la dimensión socioemocional permea todos los aspectos de nuestra vida, desde la construcción de nuestra identidad, nuestras relaciones interpersonales, laborales, profesionales hasta el balance general que realizamos de nuestra vida, ha sido hasta años recientes que las emociones han adquirido la importancia que tienen y han empezado a entrar en el espacio escolar con un tratamiento académico, científico e intencional.
Iremos abordando diferentes descubrimientos que se han hecho sobre las emociones, en particular que podemos aprender a conocerlas y a autorregularlas, es decir, que podemos educarnos socioemocionalmente, podemos aprender a vivir mejor y aquí la comunidad escolar y su intención formadora desempeña un papel fundamental.
Cada día se descubren más evidencias sobre los beneficios que proporciona el desarrollo socioemocional a nuestra vida: la disminución de estrés y agotamiento, la agudización de nuestra curiosidad, el aumento de nuestra creatividad, capacidad de exploración, el aprendizaje y el juego, la mejora del proceso de razonamiento y la toma de decisiones, el fortalecimiento de nuestras relaciones interpersonales, la resolución no violenta de conflictos, el enriquecimiento de nuestra capacidad de respuesta, el incremento de una visión optimista y resiliente, que se traduce en un mayor nivel de bienestar.
En 2018, la Organización Mundial de la Salud consideró que la depresión era la principal causa mundial de discapacidad y que afectó a más de 33 millones de personas en el mundo.
Las emociones son respuestas que emitimos frente a estímulos del medioambiente, que pueden desglosarse en tres dimensiones:
- Fisiológica, en nuestro cuerpo, con todo lo que implica la corporalidad externa e interna.
- Cognitiva, en nuestros pensamientos y capacidad de razonamiento.
- Conductual, en nuestra disposición a actuar.
Las emociones pertenecían a los mundos privados y, como mucho, al mundo del arte o a la filosofía, que ha reflexionado sobre ellas desde hace más de 25 siglos. Según los contextos históricos por los que ha transitado la humanidad, han recorrido un camino largo. Han sido consideradas pasiones que invaden a los seres humanos (por los griegos del siglo V a. C.); tentaciones que amenazaban lo que se consideraba una buena conducta (época medieval); e interferencias en la capacidad racional a partir del desarrollo de la concepción racionalista del siglo xviii , que concebía la razón y la emoción como compartimentos separados, como una relación peligrosa en la que la emoción podía “nublar” la capacidad racional.
Es hasta años recientes que las emociones han sido abordadas por la ciencia y esto ha favorecido conocer mucho más de ellas y de las zonas del cerebro que activan.
Actualmente vivimos una época en la que el estudio de las emociones se enriquece todos los días con los descubrimientos en neurociencia y neuroeducación, así como con las aportaciones de la teoría de las inteligencias múltiples, las psicoterapias humanistas, los hallazgos del bienestar subjetivo, la psicología positiva, de la atención plena o mindfulness y los estudios de resonancia magnética.
Sentir nos proporciona múltiples beneficios. Tal vez el más importante es que nos ayuda a sobrevivir.
Cada emoción cumple con alguna función. El miedo nos pone en alerta, nos avisa si hay peligro o amenazas. La alegría da lugar a conocernos, a que seamos conscientes de lo que nos proporciona un estado de ánimo placentero y nos mueve a buscarlo. El enojo nos habla de nuestros límites. El afecto o el amor, de los vínculos que nos proporcionan bienestar.
Podemos decir que sentimos para saber cómo actuar en el mundo. Las emociones son la clave para organizar nuestra vida, de manera que evitemos el sufrimiento y busquemos lo que nos proporciona calidad de vida. Identificar cómo nos impactan los estímulos nos involucra más con lo que significa vivir bien.
Si atendemos nuestro sentir y estamos conscientes de nuestras emociones tenemos más probabilidades de decidir mejor. Durante el terremoto que cimbró a nuestro país el 19 de septiembre del 2017, se generaron muchas brigadas de ayuda socioemocional tanto en la sociedad civil como en diferentes instituciones que brindaron ayuda a damnificados y a brigadistas. La regulación emocional funciona como un kit de emergencia, que nos permite fluir de mejor manera.
Además, sentir nos involucra afectivamente con las personas al establecer relaciones de amistad o amorosas. Sentir nos permite conocer a los demás. Si no conocemos a las personas con las que nos vinculamos, podemos tener mayores probabilidades de salir lastimados y sufrir.
Ser conscientes de lo que sentimos nosotros y otras personas facilita que desarrollemos la empatía, entendida como la posibilidad de sentir lo que siente el otro, desde nuestra propia experiencia. Podemos hacer más por las personas que nos rodean si experimentamos empatía. La empatía nos mueve a comportamientos éticos, a que el otro nos importe.
Es desde las emociones que configuramos nuestra identidad. Así, por ejemplo, un joven que padece de acoso escolar sistemático es probable que construya una identidad de sí mismo disminuida, con un concepto de autoeficacia devaluado y que le cueste trabajo motivarse para llevar a cabo proyectos escolares porque parte desde el miedo, la frustración, el enojo.