En Informe sobre Moscú, novela autobiográfica, nos encontramos con el mismo José profundo, terrible hasta la médula, atrapado por un fuego que no calmó nunca.
«El texto más sorprendente y bello, desde mi punto de vista, es Informe sobre Moscú. Pero debo confesar que su escritura me desconcierta. Me parece ingenua, obvia, enunciativa.» E NRIQUE S YMNS
José Sbarra
Informe sobre Moscú
ePub r1.0
Moro08.03.14
Título original: Informe sobre Moscú
José Sbarra, 1996
Editor digital: Moro
ePub base r1.0
J OSÉ S BARRA (Buenos Aires, 1950 — 1996). Fue maestro normal, periodista, escritor y guionista de de televisión. Publicó varios libros infantiles y juveniles. Después llegaron sus obras más oscuras: Obsesión de vivir, Marc, la sucia rata y Plástico cruel. Falleció el 23 de agosto de 1996, tras padecer HIV.
«He hecho de todo. He vivido prácticamente de prostituto, fui prostituto de hombre y mujeres hasta los 25 años y no tengo una verga de dos metros ni mucho menos y sin embargo he competido con tipos “súper” que hasta traían modelos de los Estados Unidos. Lo que pasa es que yo en aquella época hacía tarifas especiales, servicios especiales: yo pegaba, meaba, hacía sadismo, pero hacía todo eso porque era escritor. ¿Qué puedo hacer si soy escritor?»
Notas
INFORME SOBRE LA SITUACIÓN EN RUSIA
Noviembre y diciembre 1990
1
Reunión en Moscú con el equipo de la filmación y conferencia de prensa.
Exigen que responda con inteligencia. Me elogian. Me hieren. Son intelectuales. Unos me admiran con sospechosa exageración. Otros encuentran influencias en mi libro. Influencias de autores que jamás he leído. No puedo confesarlo. Se trata de autores muy importantes. Un francés se ofrece para hacerme un pico de opio. Le digo que prefiero hacérmelo yo mismo. Veo algunas sonrisas. Insisto en que prefiero hacerlo solo. Mi intérprete y el francés se fueron a otro cuarto y regresaron con una caja metálica y una jeringa de vidrio con una aguja de quince centímetros de largo. Entiendo las sonrisas. En Moscú no existen las jeringuillas descartables. Obviamente no puedo aplicármela. El francés me ensarta una vena con bastante delicadeza. Siguen con las preguntas cultas. Mi intérprete los traiciona y también traiciona mis respuestas. Lo intuyo. El opio inyectado no parece haberme provocado ninguna alteración. Se sorprenden. Me ofrecen otro. Acepto. En cuanto sacan la aguja de mi vena empiezo a sonreír. Ahora sí. Sólo el francés y el director del film se hacen un pico. El resto y las mujeres se limitan a fumar algo parecido a la marihuana. Me aflojo placenteramente. Dejo de trabajar de escritor inteligente. Me siento cómodo por primera vez desde que bajé del avión. Les digo que tengo sueño. Entienden. Me llevan a una habitación desde dónde sigo escuchando sus voces. Y parece música ese idioma tan nuevo para mí: pashalta-pashalta-jarashó — óchin-jarrazo. No duermo pero mi cuerpo parece haber olvidado su esqueleto. Me siento como estudiante que abandonó el aula en que estaba rindiendo examen.
2
Me fabrico un diccionario fonético con cada palabra que aprendo.
Reunión con latinoamericanos residentes en Moscú.
Los argentinos somos soberbios, según un colombiano. Había un mejicano, dos colombianos y un ecuatoriano, entre otros.
Tienen una cultura latinoamericana sorprendente. Conocen los escritores y los modismos de cada país. Recordé a unos peruanos y un chileno que conocí en un tren rumbo a Venecia. Y fatalmente dije: los argentinos conocemos latinoamericanos cuando viajamos a Europa. El colombiano se burló de mí. Contó una serie de chistes sobre argentinos. «Qué hacen dos argentinos en la Torre Eiffel?… Miran cómo se ve París sin ellos». La reunión no fue muy feliz. Los defraudé o les fui útil para continuar la idea que tienen de nosotros. En la despedida, el colombiano me invitó al estreno de una obra dirigida por él, la versión teatral de Rayuela una novela de autor argentino. Nos admiran.
3
El opio no me deja dormir. Me tiro en la cama pero los ojos hacen zapping con imágenes del pasado y del futuro. Temo enfermarme. Pero no puedo dormir. Pienso en vos, en porqué no estás conmigo. Estoy confundido.
Trabajo con el director y el intérprete en la adaptación del libro. Pero creo que vine solamente a tratar de entender mi amor por vos. Los cuervos comen no sé qué en la nieve. Los veo por la ventana. Moscú en invierno es la tristeza. La tentación de ser triste. Todo Moscú con sus cuervos y su nieve, con sus ramas dolorosas me recita en los oídos: suicídate.
4
Hace más de quince días que estoy aquí. Son las dos de la mañana. En Buenos Aires serán las ocho. Tengo miedo. Pienso que estarás en la cama con otro. Me pregunto si en la comparación gano o salgo perdiendo. Ya no me puedes amar ¿Verdad?. Por eso estoy en Moscú. No me atrevo a regresar. Algún día tendré que volver. Y no sé qué voy a encontrar.
Los cuervos se persiguen sobre la nieve. Son tan vangoghtianos como un mal presagio.
5
Noche de sábado.
Debo quedarme más tiempo del que pensé. Es necesario para la producción del film y para la traducción de mis libros. Me presentaron al hijo de un científico nuclear.
Un niño ruso de nueve años. Hablamos en francés.
Yo —¿Qué vas a ser cuando seas grande?
El —Lo importante no es qué sino quién voy a ser. Si voy a ser bueno o si voy a ser malo.
Hubiera preferido que me respondiese: ¿Y a usted qué le importa?
Sabio el niño, pero de un modo insolente.
Por la mañana te compré una cítara y una especie de mandolina, sé que te van a encantar. En realidad, no lo sé. En la televisión pasan debates políticos, no entiendo nada de lo que dicen pero la palabra Perestroika aparece cada vez con mayor frecuencia.
6
Domingo sobre la nieve moscovita, un viejo pasea a su nieto en trineo.
Los veo desde mi ventana. Van y vienen van. El niño es un montón de ropas apretadas. Un juguete en un carrito bajo la nieve. El viejo tira hacia un lado y hacia el otro con una indiferencia tristísima.
7
Ayer a la noche corregimos el guión. Hoy terminamos los datos del dossier. Leontievna Asrapova, la directora de producción me llevó al Pravda, me hicieron una nota sin fotos. No puedo llevarme el diario a Buenos Aires, sería ridículo. Es una lengua tan jeroglífica. Mañana iremos a Leningrado o Petesburgo, no se ponen de acuerdo con el nombre de esa ciudad. Récord de días sin sexo y sin amor. Sé que soy cruel con los que amo. Sobre todo cuando siento que me dejaron de amar.
8
Leningrado.
El mar es una planicie helada. En la bahía caminamos sobre el mar. En los ríos y las lagunas la gente hace un agujero en el hielo para pescar. Yo creía que eso solamente pasaba en los dibujos animados. Mi intérprete ya se dio cuenta que tengo un sentido del humor bastante estúpido y que no vale la pena traducirme fielmente. Caminamos mil kilómetros de bosque bajo una nevada de cuentos. Íbamos a la casa de un pintor. Alguien por gentileza, pidió al intérprete que me pregunte qué es lo que más me gusta de Rusia. Le respondí: «Que no hay mosquitos». Porque si encima de esta soledad, de este extrañarte todos los días, de este peregrinaje absurdo, de tanto tragar nieve, tuviese que soportar un bosque lleno de mosquitos, me enterraría en la nieve ya mismo.