Sidereo - Un Enviado a la Tierra
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Un Enviado a la Tierra: resumen, descripción y anotación
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EN ESTA COLECCIÓN – Planeta de mujeres. Keith Luger . – Muñecos de muerte. Marcus Sidereo . – Plaza para un planeta. – El canje. – El canje.
Ralph Barby . – Fronteras del terror. Peter Debry .
UN ENVIADO A LA TIERRA
Colección LA CONQUISTA DEL ESPACIO n.º Publicación semanal Aparece los VIERNES
Mora la Nueva, 2. Barcelona (España) Todos los personajes y entidades pri vadas que aparecen en esta novela, así como las situaciones de la misma, son fruto exclusivamente de la imaginación del a utor, por lo que cualquier seme janza con personajes, entidad es o he chos pasados o actuales, será simple coincidencia. Impreso en los Talleres Gráficos de Editorial Bruguera, S. A. Parets del Vallès (N-152, Km 21,650) Barcelona –
Reuter alzó la mirada con gesto resignado: —Se pone usted pesada a veces, señorita Kora, y siento tener que emplear una expresión tan poco cortés... En el tiempo que lleva trabajando conmigo, sabe de sobras que todos quienes me llaman tienen cosas importantes que decirme. Importantes para ellos en la mayoría de los casos... Yo sé cuándo la llamada es realmente importante... —Sí, señor, discúlpeme... Pero es que he comprobado en el computador la procedencia de la llamada y marca cero, por eso pensé...
Kora iba a salir del funcional despacho. Reuter exclamó: —Esto es una tontería. Miró al «cerebro» de bolsillo instalado junto a su mesa de despacho y murmuró: —Vea. En la pantalla de las llamadas, ni siquiera la acusa... No es una llamada importante. Gracias a la ciencia en nuestra época todo se puede detectar y simplificar bastante el trabajo..., a pesar del tiempo que usted me hace perder, señorita Kora.
Buenos días. —No volveré a molestarle, señor —repuso la secretaria. —¡Ah! Y llame a la sección técnica para que arreglen el computador. Si no registra la procedencia de la llamada es que se habrá averiado. —Sí, señor. Kora cerró la puerta y fue directamente al fono-visor.
Resultaba bastante extraño que la pequeña pantalla que transmitía la imagen de la persona que llamaba estuviera completamente apagada, aunque a través del auricular sonara la voz pastosa, lenta y con un acento poco común. —Lo siento, señor. Nuestro presidente está demasiado ocupado en estos momentos. El interlocutor de Kora replicó: :—Sé perfectamente en qué está ocupado su presidente, señorita. Todos los que tenemos la tarea para velar por la seguridad de un planeta lo estamos. Pase la comunicación a su teléfono privado.
Esto lo arreglaré yo en un momento y esté segura de que su querido señor Reuter se alegrará muchísimo de haber hablado conmigo. —Deme el recado. Yo misma se lo pasaré. —Tiene un bloc demasiado recargado, señorita Kora... Y mi llamada es muy urgente para esperar tumo. Lo que más intrigó a Kora fue que el desconocido conociera su nombre.
Claro que podía tratarse de alguien que ya hubiera estado en la sociedad alguna vez y la conociera personalmente. —¿Quién es usted? —Ya le dije antes que mi nombre no serviría de gran cosa... Pero insista acerca de su presidente para que se ponga al teléfono y se olvide por un momento de revisar los planos para la nueva estación espacial. ¡Era asombroso! El trabajo de Reuter era completamente secreto. Sólo muy pocas personas conocían el proyecto que estaba estudiando el presidente. —Lo siento...
Me he ganado una reprimenda... No puedo insistir. No obstante, si me dice de dónde llama... —Se lo diré, pero no va a creerme. Soy Akno, de Aknolia. Sus naves no pueden llegar todavía a mi planeta...
En este aspecto están ustedes todavía un poco atrasados, pero en cambio poseen otras experiencias de las que nosotros carecemos y sería beneficioso por nuestros respectivos mundos poder tener un cambio de impresiones. Kora estaba al borde del colapso. No sabía si quien hablaba le estaba tomando el pelo, o se trataba ciertamente de un ser de otro mundo. De momento el computador no registraba llamada alguna. El que hablaba estaba al corriente de los secretos del presidente y además conocía el nombre de la secretaria. Kora se armó de valor y ya se dirigía nuevamente a la puerta de su jefe cuando apareció Landan.
Landan era periodista, especializado en informar sucesos espaciales. Landan, además sentía una tremenda debilidad por todas las mujeres en general y por Kora en particular. —Hola, nena. Tienes cara de padecer problemas. ¿Cómo está hoy el ogro? ¿Se puede desvelar por fin el gran secreto? —¡Oh, Landan! No es momento para bromas... —¿Qué pasa? ¿Es que muerde? —No seas sarcástico.
El presidente tiene siempre mucho trabajo. —En ver cómo gastar el dinero de los contribuyentes... La gente que quiere saber de esos vuelos regulares... —Por favor, Landan... Hay una llamada que espera. —¡Ah! ¿Sí? ¿Quién llama? No puedo decírtelo. —Guardaré el secreto. —No lo harías. —¿He faltado alguna vez a mi promesa? No estoy en misión informativa. —¿He faltado alguna vez a mi promesa? No estoy en misión informativa.
Sólo he venido a verte a ti —sonrió él y trató de cogerla por los hombros. —No deberías hacerlo. Reuter no quiere que en horas de trabajo... Y Reuter apareció en el umbral de la puerta de su despacho. —La estoy llamando, Kora... —Disculpe..., no he oído el zumbido. —Pues es bien claro..., e inconfundible... —Pues es bien claro..., e inconfundible...
Claro que no me extraña que no lo haya oído. —Y miró a Landan de arriba abajo—. No sé en qué pensaría cuando la acepté como secretaria, Landan se interpuso: —Pensó que era muy eficiente y atractiva, y que tenía una gran personalidad, —Joven... Haré que le retiren su pase para entrar en el edificio. —Y yo diré que deja de atender llamadas importantes, cuando su obligación es resolver los problemas de donde quiera que vengan. —¿De qué nos serviría haber conquistado la luna y tener instalado casi un balneario en la estratosfera si tuviéramos que mordemos la lengua para no expresar libremente lo que pensamos? Y conste que no ha sonado ningún zumbido... —¿De qué nos serviría haber conquistado la luna y tener instalado casi un balneario en la estratosfera si tuviéramos que mordemos la lengua para no expresar libremente lo que pensamos? Y conste que no ha sonado ningún zumbido...
Es vergonzoso que en la propia sede de la Sociedad de Naciones fallen los sistemas técnicos..., quizá por esto ese balneario del espacio ha sido un total fracaso. —¿Ha terminado, Landan? —No, señor Reuter... No he terminado. Se han gastado millones y hasta billones..., en la construcción de algo inútil. Se dijo que la estación giratoria serviría de enlace para los viajes a Júnior o a Strobel, pero no ha sido así... —Salga de aquí, Landan. —Salga de aquí, Landan.
Cuando tenga algo que comunicar a los medios de información le convocaré. Ahora tengo trabajo. ¿Quiere venir, Kora? —Señor..., el teléfono... —empezó la joven, —¿Otra vez? Se hizo un silencio, la voz del auricular, que permanecía sujeto al soporte sonó potente, como si se tratara de un altavoz: —Un saludo cordial de Aknolia, querido presidente... Sírvase darme hora para que pueda recibir a uno de mis emisarios. Es todo lo que deseo.
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