Akhnatón Ibáñez - Cartas desde el Sahara. 1975
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- Libro:Cartas desde el Sahara. 1975
- Autor:
- Editor:Sahara Press
- Genre:
- Año:2013
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Cartas desde el Sahara. 1975: resumen, descripción y anotación
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Cartas desde el Sahara 197 |
Akhnatón Ibáñe z
© Akhnatón Ibáñez Rodríguez, 2013 Primera Edición Dicienbre 2013. Colección Relatos Breves. |
“Nunca olvides las reglas. Las propias... En gente como nosotros, es lo único a lo que acogerse cuando todo se va al carajo”
Arturo Pérez-Reverte.
Corresponsal de guerra y escritor.
Índice
Mapa
Nota del autor 6
Capítulo 1 7
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Fotos 34
Mapa de 1970. Sahara Occidental
Prólogo: Sobre Héroes.
N o escribo sobre héroes amados por los dioses, recibidos por aplausos, fanfarrias y besos.
No hay lugar en mis textos para Legolas, Superman o el bueno de Edward Cullen. Alma blanca y sonrisa blanca. Guapos, perfectos.
No, esos no son los héroes que me fascinan. Yo hablo de Eneas huyendo de Troya con sangre en las manos, hablo de valor y dignidad en el infierno, hablo de Salvador Puig Antich mirando a los ojos de su ejecutor y hablo de Ernesto Guevara desangrándose en la selva por una idea.
Hombres y mujeres a los que nadie regal ó nada. Héroes con cicatrices en la cara y en el alma, que rodeados de persas y cagados de miedo, luchan allí donde todos los demás huyeron.
Los héroes que a mí me interesan son los que pudiendo rendirse, eligen no hacerlo. Los que se mantienen aferrados a su propio código mientras el mundo se desmorona a su alrededor. Y después, cuando todo se ha ido al infierno, a ún se levantan impertérritos para desafiar de nuevo al mundo, vendiendo cara su piel.
Locos, valientes, soñadores, libres, peligrosos, duros, con el alma rota y con la cara rota, derrotados e invencibles, orgullosos y aferrados a un sentido del honor que sobrevive en un mundo en el que el honor carece de sentido.
Yacen olvidados a pie de página donde luchan, sangran y mueren por una palabra, por un sueño o por una mirada. La mirada de esa mujer cambiante e impredecible, buena o mala por la que mereció la pena cruzar el mundo.
Akhnatón Ibáñez.
Capítulo 1
D iluviaba sobre la frontera del Sahara con Marruecos en la noche del 5 de noviembre de 1975. Llovía como si le hubiesen rajado la barriga al cielo. O como si hasta el desierto o la puta que lo parió se le meara también encima pensó con desesperación el pelirrojo soldado.
Llovía mientras el ejército del Hasán II se agrupaba al otro lado un campo de minas. Miles y miles de marroquíes aguardaban con la vista fija en el Sahara Español, aguardando la orden de su Rey para tomar al asalto el país, de punta a punta y de familia en familia.
También llovía a mares en los muros manchado s de sangre del fuerte de Santa Catalina en los que se apretujaba el soldado de guardia. La sangre era del alférez Díaz, muerto en su puesto semanas antes y la tensión en el fuerte era palpable. El acoso del Frente Polisario saharaui y del FLU marroquí contra los efectivos españoles era constante. Y sangriento.
Sentía la inquietud como una piedra en el estomago al ver las lejanas luces del ejercito acampado frente a ellos. En el fuerte tenían armas, vehículos y las promesas de refuerzos inminentes, pero todo eso no significaba nada esta noche frente a la enorme masa de casi medio millón de personas arremolinándose frente a él. Y más que se iba a liar cuando el primer exaltado de ese medio millón diera un paso dentro del territorio español.
Un maldito campo minado es todo lo que nos separa de una masacre, pensó mirando la ciudad sobre la que se alzaba el fuerte ¿Y dónde están ahora las promesas de Madrid? murmuró malhumorado el joven de las Tropas Nómadas.
Y así pasaba las horas y la noche, montando sus guardias listo para la catástrofe.
Si tuviera que elegir una sola palabra para describir esta guardia, sería marrón se dijo. No, se reconoció a sí mismo, sería miedo, jodido y profundo miedo y un frío tan hondo que congela por dentro. Desde luego no sería gloria y honor farfulló escupiendo al suelo para perder su vista en la oscuridad del desierto. A su espalda titilaban las luces del fuerte de Santa Catalina, desde el que custodiaba la ciudad de Mahbes. Sus luces perfilaban su desgarbada silueta, alto y delgado con su fusil bajo la luna, solitario en su puesto de guardia. El viento arrastraba sus maldiciones al frío desierto.
Y tenía razones para ello, corría el año 1975 y aquel rincón del Sahara Occidental que esta noche defendían se había convertido virtualmente en la primera línea de defensa frente al ejército del rey Hasán II, impulsor de una marcha verde formada de 350 000 civiles y 25 000 soldados. Por eso esta noche su guardia tenía más de simbólica que de efectiva, pues si el maldito ejército marroquí avanzaba, ellos serian barridos. Y todos del primero al último lo sabían.
En el silencio de la noche, reflexion ó cómo demonios había acabado en esa ratonera. Una juventud pobre y turbulenta junto a varias acusaciones pendientes por robo le empujaron a alistarse al alcanzar la mayoría de edad. Siempre había soñado con huir de la miseria en que vivía su familia y su mundo y este era el precio a pagar. Inmediatamente fue destinado al Sahara Occidental, primero en Smara, y después -tras una mala pelea con un teniente- enviado a Mahbes. Cerca de la frontera y lejos del mundo “civilizado”, acumulando pagas atrasadas, polvo y miedo muy lejos de su casa. Se preguntó si alguno de aquellos cretinos que escriben épicos discursos para el periódico sobre la gloria colonial habría pisado alguna vez un lugar tan jodido como este. No, claro que no, no serían sus hijos quienes murieran en una trinchera, entre el barro y la mierda, olvidados por este maldito país con amnesia colectiva. Cada noche al salir de patrulla se preguntaba si esa mancha marrón sería la sangre del alférez Díaz y si alguien aún le recordaba. Y después maldecía de nuevo al viento.
Desde Madrid llegaban dos cosas en grandes cantidades: declaraciones y promesas. Nada más, y nada más se esperaba de un gobierno agónico con un caudillo moribundo. Pero a pesar de que cada día llegaban proclamas de salvar el Sahara y promesas de un ejército movilizado aún no había llegado ni un solo soldado de ese ejército y la inquietud era palpable.
Los propios saharauis se encontraban divididos ante esta situación. Por un lado estaban los que tras más de cien años de ocupación se sentían españoles de pleno derecho o al menos toleraban la ocupación. Estos contaban con pasaporte y DNI español pero a pesar de las continuas promesas del príncipe Juan Carlos o del presidente Arias Navarro de defender esta provincia española el miedo a ser abandonados era notorio en este segmento de la población. Por otro lado estaba los seguidores cada vez más numerosos del Frente Polisario, grupo armado que perseguía la independencia saharaui atentando contra el ejército.
Aun a pesar de que cada día se levantaba con miedo, no le guardaba un especial rencor al Frente Polisario, él era soldado, conocía las reglas de la guerra y a fin de cuentas él habría hecho lo mismo de ser su país el invadido. Lo que de verdad le enervaba era el sin sentido de todo aquello, de haber sido involucrado en toda esta maldita locura que solo beneficiaba a las 3 o 4 grandes compañías extractoras que año a año canibalizaban las enormes reservas de fosfatos que dormían bajo las arenas del Sahara y sus caladeros.
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