El mundo visto desde una platea vacía adquiere visos de realidad y fantasía.
No sabemos si Pepe Rubianes le cuenta al autor su propia vida, con sus inquietudes, aspiraciones, frustaciones y éxitos. O todo no es mas que una gran anécdota irónica sobre nuestra sociedad en sus últimos años.
Personas, personajes, situaciones…, son los sujetos animados que aparecen en unas conversaciones desenfadadas.
Una pirueta en el tiempo y el espacio de este actor galaico-catalán (como el mismo se define), que nació en Galicia y no vive allí, pero aunque vive en Catalunya, jamás nació aquí.
Carles Flavià Pons
¡Rubianes, payaso!
(Conversaciones a platea vacía)
ePub r1.1
Titivillus 11.05.15
Título original: ¡Rubianes, payaso!
Carles Flavià Pons, 1997
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Prólogo
Ya está, se acabó. Después de las largas conversaciones mantenidas con Carles Flavià en Sitges, Barcelona y a lo largo de nuestros casi veinte años de amistad, ha salido este libro que resume aspectos de mi vida artística y personal, en un recorrido de quince años de actor en solitario (ése era el proyecto encargado por Ginés Morillas, el editor), pero que nos ha desbordado hasta casi los orígenes en mi Villagarcía de Arousa natal.
Al leerlo tengo la sensación de que es otra persona la que habla. Es como si fuera un conocido, o un amigo que me cuenta historias que ya sé o he vivido. Un tipo que me copia e intenta engañarme haciéndome creer que soy yo. Y yo dudo si es cierto o falso lo que me dice, pero me da absolutamente igual.
Hay momentos que me arrastran a las vivencias de entonces, haciéndome sentir el escalofrío del instante vivido. Me veo de paseo por mi pasado, con las manos en los bolsillos, sin ningún tipo de prisa; a la par que un sinfín de experiencias casi olvidadas, me van saludando con su mano de tiempo viejo y sonrisa de luz y alegría.
No puedo evitar emocionarme al leer los nombres queridos: Lucila, Carles, Bozzo, Molina, Parramón, Bertí, Dagoll, RafaelÁlvarez «El Brujo», señor Pascual, Miquel Periel, Loles León, Genís Hernández, Carol, Concha, Cuba, Cristina, Anna Rosa, María, Toni Coll… al verme de su mano a lo largo de mi andadura, agarrándome a su brazo en los momentos difíciles del camino, con intención de sortear los obstáculos con los que me he ido encontrando y que, gracias a ellos, he logrado superar.
Quisiera que estas líneas fueran un homenaje a Lola Alegret, José Rubianes, Carmen Rubianes y Aitana, mi familia, a la cual debo todo, absolutamente todo.
Gracias.
Pepe Rubianes
Introducción
La primera imagen que recuerdo de don José Rubianes Alegret, conocido artísticamente como Pepe Rubianes, es en el teatro del Círculo Católico de l’Hospitalet de Llobregat, descargando unos hierros y material de escenario de la excesivamente mitificada Antaviana. Le acompañaban en estos menesteres otros ilustres «pipas», como se conoce en el argot teatral a los montadores: Joan Lluís Bozzo, que con el tiempo se convertiría en su gran amigo; Anna Rosa Cisquella, alma mater de Dagoll Dagom; Mar Targarona, hoy en día flamante directora de cine y la actriz Assumpta Serna, una de las más internacionales del cine español. Mientras realiza estas labores, veo perfectamente la cara de sufrimiento y malestar de nuestro héroe.
En Antaviana destacaba poderosamente en el número de la planta que crecía vertiginosamente, un Pepe que con el fondo de la cortina y solo en el escenario, presagio de su futura carrera, lograba que el público se partiese de risa.
Personalmente lo recuerdo en el Zeleste, a las cuatro treinta de la madrugada, junto a su fiel Pep Molina, el alcoyano más famoso después de Ovidi Montllor y Camilo Sesto, y que hacía gala de la famosa moral atribuida a los de su pueblo cuando, con una pequeña ayudita etílica, entonaba solo o a dúo con Pepe canciones sin parar, para desespero de todos los camareros que llevaban ya un par de horitas diciendo aquello de «señores, que tenemos que cerrar…».
Por aquella época acudía a dicho local con mi novio, el difunto Jaume Sisa, y nos habíamos preguntado en repetidas ocasiones sobre el coeficiente intelectual de Rubianes, pero es que don José Rubianes Alegret, natural de Villagarcía de Arosa, provincia de Pontevedra, es y ejerce de gallego desde que salió del seno de su madre, doña Lolita Alegret.
La duda sobre las capacidades de nuestro celebrado actor se producían porque Pepe siempre ha sido un gran conversador y, aparentemente, un gran encajador y escuchador. Pepe puede pasarse horas en una barra haciendo ver que escucha a alguien con una profesionalidad, un interés, una mirada fija y unos asentimientos de cabeza capaces de consolar a cualquier palizas que se hace el deprimido.
Pepe tiene la virtud de no escuchar casi nunca al interlocutor, aparentando una atención fuera de lo común. Esta extraordinaria virtud, la ejerce casi, casi a la perfección. Por ello, si alguna vez el palizas de turno se fija en algo más que en el plomizo discurso que le suelta a Pepe, puede captar, en el aparente interés de su rostro, un cierto aletargamiento que refleja, sin lugar a dudas, que Pepe está a cientos de kilómetros de quien le habla.
Si lo pillan, distraído, en un renuncio, Pepe, actor-torero, lo resuelve con un «claro, claro», o con un «perdón, pero no te he oído, cada día estoy más sordo…».
Esta sensación de escucha congelada, de respuestas atropelladas, de frases tópicas aunque vendidas con excelente profesionalidad, nos hacían dudar de las luces de Pepe: «Este tío parece tonto…».
Más adelante, Jordi Farrás, «La Voss del Trópico», intimó con Rubianes y nos informaba a mí y a mi novio de las cualidades del personaje: «Pepe es un tío cojonudo».
Con el tiempo, esta universidad constante, fui descubriendo un perfil de Pepe que lo convertía en divino: Pepe es inalcanzable, inasequible. Si los gatos tienen siete vidas, menos mi querido Gato Pérez que tuvo que conformarse sólo con una, Pepe tiene setenta y siete capas. ¿Cuándo se llega al fondo de Pepe Rubianes? Ni el comandante Cousteau, con todo su equipo, puede bucear hasta el yo de este hombre que emerge de su torturado mundo interior hasta hacernos morir, aunque sea de risa.
Años más tarde, oí las palabras que inician esta larga conversación.
—Venga, arranca.
Con estos dos escuetos imperativos y con cierto aire de quien está acostumbrado, quizás hastiado de tanta entrevista, Pepe Rubianes me invita con autoridad, tal vez para acoquinarme de entrada y con aires de «estemos por la labor», a iniciar nuestras maratonianas conversaciones.
Este libro arranca de un proyecto del señor Rubianes de plasmar vivencias, poemas y otros temas, a los quince años de carrera en solitario.
La cosa no ha sido fácil. Verán ustedes. La idea de un libro se comentó primero con Damià Barbany, por aquel entonces ¿1994?, director de SCUMM…!, último montaje de Pepe Rubianes. Satisfecho del montaje, Pepe le habló del libro y empezaron las conversaciones a base de magnetófono.
Pero, ¡ay!, fatalidades del destino. Aquella maravillosa unión laboral y de amistad se rompió, y de qué manera, en vísperas del estreno de SCUMM…!, en Barcelona.
Hubo cruce de insultos, descalificaciones por prensa y radio, exigencias de Barbany de borrar su nombre como director de la obra y del póster que lo anunciaba. Casi, casi exigía tachar uno por uno los miles de pasquines impresos con su nombre…