hacia tercer milenio.
Notas
Aquí el P. Kentenich usa un juego de palabras en alemán: “beglückend, erdrückend, entzückend”, al referirse a los diversos aspectos de la vida de Cristo. Traducimos “beglückend” como gozoso, feliz.
Cf. Dante Alighieri, La Divina Comedia, Paraíso, canto XXXII, 10 ss.
Tened los mismos sentimientos que Cristo (Flp 2, 5).
Cf. P. José Kentenich, Hacia el Padre, estrofas 512-528.
Cf. P. José Kentenich, Hacia el Padre, estrofas 620.
Ibidem, estrofas 620-621.
P. José Kentenich, Hacia el Padre, estrofas 612-625.
Ibidem, estrofas 18-170.
Ibidem, estrofas 152.
Ibidem, estr. 619.
Cf. Constitución Sacrosanctum Concilium, I, 5.
Cf. Ibidem, I,6.
Cf. Ibidem, I, 6.
Hace referencia a san Vicente Pallotti.
Un solo corazón en el Padre.
Cf. P. José Kentenich, Hacia el Padre, estrofas 18-170.
La Nueva Biblia española, de Schöckel, traduce: “Porque así demostró Dios su amor al mundo, dando a su Hijo único”.
P. José Kentenich, Hacia el Padre, estrofas 6-7.
CRISTO ES MI VIDA
P. José Kentenich
Textos escogidos; preparados por encargo del Consejo General de la Obra de Schoenstatt; editados y elaborados por Günther M. Boll, M. Pia Buesge y Peter Wolf.
© 1996 by Patris Verlag GmbH,
Vallendar-Schoenstatt, Alemania
Título de la edición alemana: Christus mein Leben
Tradución al español: Prof. Sergio Danilo Acosta
© 1997, EDITORIAL NUEVA PATRIS S.A.
José Manuel Infante 132, Providencia
Tels/Fax: 235 1343 - 235 8674
Santiago, Chile
E-mail: gerencia@patris.cl
www.patris.cl
Nº Inscripción: 99.199
ISBN: 978-956-246-463-5
a Edición: Febrero de 1997
a Edición: Julio 1997
a Edición: Julio 2004
a Edición: Julio 2006
Diseño e Imágenes:
Margarita Navarrete M.
P. JOSÉ KENTENICH
CRISTO ES MI VIDA
Prólogo
Toda espiritualidad eclesial, toda propuesta pastoral tienen una cristología implícita o explícita. Así es en el P. José Kentenich. El mismo formuló su visión de Cristo en diferentes momentos, lo cual en este libro se documenta luminosamente.
Para el lector iberoamericano hay en esta imagen del Señor resonancias particulares. Nuestro ámbito cultural llamó la atención al P. Kentenich, percibió una empatía suya con la manera de vivir y pensar el cristianismo de nuestros pueblos. Sin caer en simplificaciones burdas, se puede afirmar que el mundo iberoamericano tiene en su genio propio una inmediatez de lo humano en Cristo, “de la cercanía de Dios” (Doc. Puebla N°413) y un sentido familiar de la vivencia eclesial. Ya en los años treinta el P. Kentenich había expresado que su visión de Cristo era encarnacional, acentuando dentro de la más pura ortodoxia la realidad de que el Verbo encarnado es igual a nosotros en todo menos en el pecado. Esto tiene total coherencia con su marianismo, pues la Santísima Virgen es el seguro del realismo encarnacional. Para el P. Kentenich esa acentuación tiene consecuencias radicales. La primera es el tono de confianza fundamental, de aproximación al Dios infinito, puesto que Jesús, hermano nuestro, está en la Trinidad intercediendo por nosotros. Y por otro lado, subrayar lo encarnacional enfatiza nuestra condición de miembros del Cuerpo de Cristo, la dimensión social, comunitaria, solidaria de nuestra fe.
En el Documento de Puebla, cuando se caracteriza la idiosincracia latinoamericana, se dice que ella ha engendrado “una cultura que está sellada particularmente por el corazón y su intuición” (Doc. Puebla N° 414) . Otras pinceladas de esa descripción apuntan en el mismo sentido. Se trata de una cultura comunicativa, que tiende a establecer vínculos afectivos. Se puede bien pensar que el alma de estos pueblos se reconocerá gustosa en una cristología como la del P. Kentenich. Esta se define como íntimamente deudora de una imagen del “Cristo de las relaciones”. En efecto, cuando a mediados de los años cincuenta se le pide al autor de las páginas de este libro que tipifique su propio modo de mirar a Jesucristo, él recurre a este “Cristo de los vínculos”. Es el Hijo predilecto del Padre: Cristo patrocéntrico. Es el Señor que tiene en María la Madre y Compañera en toda la obra de la redención: Cristo mariano. Es el Redentor del mundo, el Enviado a salvar a todos, el Buen Pastor que muere y resucita por los suyos: Cristo Apóstol. Se podría resumir diciendo que es el Cristo de las vinculaciones, el Cristo animado por el Espíritu Santo quien es el Vínculo de todo amar en y desde el Dios Vivo.
Hay muchas otras convergencias que se podrían anotar. Por ejemplo, el P. Kentenich toma de San Pablo la descripción básica de la existencia cristiana, cuando el Apóstol la caracteriza como un vivir “en Cristo”. Esto significa ser hijos en el Hijo. De aquí arranca una espiritualidad centrada en una piedad de infancia espiritual, la cual responde a una profunda vocación del alma latinoamericana.
Demos una mirada panorámica hacia el desarrollo postconciliar de la pastoral latinoamericana. Ella tiene hitos fundamentales en las Conferencias Generales del Episcopado. Medellín señaló una vigorosa proyección del Evangelio hacia la realidad social de los pueblos del continente. En Puebla fue necesario tematizar la eclesiología y se buscó una reflexión cristológica que iluminara el quehacer eclesial. Sin embargo, la cuarta Conferencia General del Episcopado en Santo Domingo, trajo una focalización particular en la persona de Cristo. Es sabido que las conclusiones de tal Conferencia supusieron un cambio, ya en el método. Un testigo privilegiado fue el P. Egidio Viganó. Participó en el Concilio Vaticano II y en las tres Conferencias ulteriores del Episcopado latinoamericano. Después de Santo Domingo escribió: “El núcleo estratégico de esta visión orgánica es el misterio de Cristo, tan central que hace reconsiderar la misma metodología del ‘ver, juzgar, actuar’ ” (Rev. Scriss, número segundo, Roma 1992). En efecto, en la Conferencia caribeña todo el documento se estructura a partir de una profesión de fe, la que se inicia con un significativo título : “Jesucristo Evangelio del Padre”. En él N° 8 se explicita diciendo: “El es el Evangelio viviente del amor del Padre. En El la humanidad tiene la medida de su dignidad y el sentido de su desarrollo.” En el N° 27 se afirma: “El contenido de la Nueva Evangelización es Jesucristo, Evangelio del Padre, que anunció con gestos y palabras que Dios es misericordioso con todas sus criaturas, que ama al hombre con un amor sin límites…” El lector de este libro encontrará en las palabras del P. Kentenich evidente correspondencia con estos textos claves de las Conclusiones de Santo Domingo.
Los párrafos citados permiten sostener que el postconcilio latinoamericano ha cristalizado en una cristología expresamente trinitaria, patrocéntrica. El profesor Maximino Arias califica el inicio del documento de Santo Domingo como “una profesión de fe centrada en Jesucristo, pero articulada trinitariamente. (Rev. Católica N° 1097, Stgo. Chile, enero-marzo 1993, pág. 21) . En lo que respecta a la persona del Espíritu Santo y su acción, ellas aparecen reiteradamente referidas a la Iglesia, de tal manera que se puede hablar de un énfasis pentecostal que aparece ya en el N° 1, cuando los Obispos se sitúan espiritualmente: “Reunidos como en un nuevo cenáculo, en torno a María, la Madre de Jesús… Animados por el Espíritu Santo, nos disponemos a impulsar con nuevo ardor una Nueva Evangelización…”.