Capítulo II
Fundamentos
de la Divina Providencia
El fundamento primero de la Providencia de Dios es su amor cálido y personal por cada uno de nosotros, que Cristo nos revela en su Evangelio. Su Buena Nueva es que tenemos un Padre que nos conoce, nos ama y tiene un plan de amor para cada uno de nosotros, en forma particular. El Dios providente es infinitamente sabio, poderoso y rico en misericordia.
Esta enseñanza está contenida en forma inequívoca en la Sagrada Escritura y representa el núcleo del mensaje de Cristo: Dios es nuestro Padre. El Señor usa variadas imágenes –los pájaros del cielo, los lirios del campo, etc.–para inculcarnos esta verdad y movernos a depositar toda nuestra confianza en el Dios Providente.
El P. Kentenich insiste una y otra vez en la necesidad de tomar en serio lo que el Señor nos trata de inculcar a través de imágenes y parábolas:
¡Cuánto interés del Padre Dios por cada uno! ¿Quién es este “cada uno“? Soy yo. Este individuo, con todas sus particularidades, soy yo. Y esto se lo decimos a los hombres de hoy, y se nos predica desde todos los tejados: el hombre no soporta la existencia si no es querido, si no es objeto del amor.
1. Textos bíblicos sobre la Providencia divina
Imagen de Dios Padre en el Nuevo Testamento
Texto
La imagen neotestamentaria de Dios tiene marcados rasgos paternales. Esto lo hemos tratado con tanta frecuencia y profundidad a lo largo de decenios, que basta con hacer sólo una mención. Se ha hecho carne y sangre en nosotros la tarea del Señor de revelar esos rasgos a sus atónitos oyentes y a su séquito, y de sumergirlos, de una manera misteriosa, en su propia filialidad.
En su oración sacerdotal, repasa toda su vida y da testimonio ante su Padre celestial: “Yo he proclamado tu nombre a los hombres” (Jn 17,6) , tu nombre de Padre. Tal como siempre todo giró en torno al Padre, –en la oración, en el trabajo y en el sufrimiento– así también atrae a todos los que le siguen hacia esa corriente de amor al Padre. Así lo hizo durante el transcurso de su vida. Así también lo hace ahora en la liturgia y a través de mociones interiores del Espíritu Santo.
Nadie llega al Padre si no es por él. Sólo entonces ha cumplido su misión, cuando todos los elegidos encuentran vitalmente, en su ser y en su actuar, el camino hacia el Padre. El pone el nombre del Padre en los labios y en el corazón de los suyos y les enseña a rezar: “Padre nuestro…” (Mt 6,9) .
Por eso, con gran entusiasmo y mediante coloridas imágenes, anuncia no sólo el mensaje de la Providencia general del Padre, sino también, y sobre todo, de su Providencia particular. La Providencia general era conocida por sus oyentes, que habían pasado por la escuela del Antiguo Testamento. No era novedad para ellos que Yahvé se preocupara de toda la creación, que alimentara las aves del cielo y vistiera los lirios del campo. Ellos sabían que Israel era el favorito de Yahvé, su pueblo elegido. También conocían suficientes casos de su historia, en los cuales había actuado la Providencia particular. Sólo tenían que pensar en los patriarcas y en los profetas. Con cuánta frecuencia se había repetido, en el curso de los siglos pasados, de una u otra forma, lo que la Sagrada Escritura cuenta de Moisés: “que el Señor le habló cara a cara, como un hombre le habla a sus amigos” (Ex. 33,11) .
Pero para ellos era algo nuevo que el Padre estuviera altamente interesado por cada pequeñez de cada ser humano y que se preocupara paternalmente de éste, de tal modo que ni un cabello cayese de su cabeza sin su conocimiento y su voluntad, sin su intervención.
Texto
Éste es el mensaje de la divina Providencia particular; es decir, de la divina Providencia individual, que nos señala que Dios no sólo abarca el gran acontecer mundial con todas sus leyes; que conduce sabiamente todo hacia una meta grande y planificada; que tiene en la mira no sólo a algunos conductores del pueblo, sino que, conjuntamente y de igual modo, se preocupa con gran cuidado de cada persona en particular. ( Studie, 1952/53)
El Padre sabe lo que cada persona necesita
“Vuestro Padre sabe lo que ustedes necesitan, antes de pedírselo” (Mt 6,8) . ¿Qué debemos presuponer al escuchar estas palabras? Toda la doctrina de la divina Providencia. Dicho de modo más exacto, se trata de la doctrina que nos dice que el Padre Dios ha proyectado un plan –expresado en forma humana– en que ha sopesado todo en forma cuidadosa… ¿De qué modo he sido creado? ¿Cuáles son los distintos caminos del destino en mi vida? Todo esto está previsto. Si yo digo: “predeterminado”, entonces, de todos modos, debo decir “predeterminado” en un recto sentido. Todo previamente planeado, todo previsto, todo predeterminado; pero también, y al mismo tiempo, predeterminadas las gracias que se ponen a mi disposición para tener la capacidad de descubrir este plan en detalle. Pero no sólo para descubrirlo, sino también para realizarlo.
Texto
Escuchen, entonces, nuevamente: “El Padre sabe…” Y es así porque él lo planeó todo por sí mismo, porque todo lo previó y porque tiene en su mano la realización hasta en el menor detalle. Él conduce mi vida. Pienso que deberíamos grabarnos la frase: “conducción de mi vida”. Él la conduce y la ha conducido. Y por eso –cuando esto así sucede, como consta teológicamente– podemos comprender la frase: “El Padre sabe lo que ustedes necesitan”. Él lo sabe, él ha establecido que yo necesito tal cosa y él está dispuesto a dármelo todo. Es por eso que agrega: “sin que se lo pidan”… Por lo tanto, yo no necesito decirle que me falta algo; no debo hacerle ver que ahora lo necesito. Esto es algo evidente en sí mismo…
Texto
Otras formulaciones van aún más lejos. Ponen en primer plano, más intensamente, algo que a los oyentes de aquel entonces también les era extraño: Dios no se preocupa sólo del pueblo elegido. Sus oyentes, por el contrario, estaban convencidos de este pensamiento: Israel es el pueblo elegido. Esta fe iba tan lejos que los israelitas pensaban que los demás pueblos no eran objeto de su Providencia y de su amor. ¡Pueblo elegido! Pero el pueblo en su conjunto, no cada uno en particular. Esto deben tenerlo presente como telón de fondo y entonces comprenderán lo que significa: el Padre no sólo se preocupa del pueblo de Israel en su conjunto, no sólo de cada israelita en particular, no sólo se preocupa de cada miembro del pueblo de Israel, de cada pequeñez, sino que, aún más allá, se preocupa de todo lo creado, y especialmente de todos los hombres. No hay nada en mi vida, ni lo más mínimo, que no esté contemplado en este plan.
Él se preocupa de cada pequeñez que atañe a cada uno y que hay en cada uno. Presupongamos esto y entenderemos de inmediato las enseñanzas que el Señor nos quiere impartir.
( Exerzitien für die Schönstatt-Patres, 1967)
Dos gorriones por una moneda
Texto
Cristo se expresa en forma práctica (él, por lo demás, usa descripciones muy populares, se adapta al pueblo, es decir, a sus oyentes) y dice: “¿No se venden dos gorriones por unas monedas?” (Mt 10,29) . No es difícil trasladarnos a las circunstancias de entonces. Evidentemente, para la mentalidad de esa época, si no nos equivocamos, y quizás más que en la actualidad, el mundo de los pájaros tenía escasa importancia. No se trata sólo de que se pueda comprar dos gorriones por una moneda, sino que lo más importante, lo más esencial, es que “ninguno de los gorriones cae al suelo sin el consentimiento del Padre”. ¿Puede expresarse esto en forma más sencilla? De modo que de estos seres insignificantes, de los que nadie se preocupa, se preocupa el Padre, y ninguno cae al suelo sin que así esté en el plan del Padre. “¡Cuánto más se preocupará de vosotros!”. ( Exerzitien für die Schönstatt-Patres, 1967)
Todos los cabellos de la cabeza están contados
“Pues, de ustedes, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados.” (Mt 10,30) . ¿Qué significa esto? Dios debe ser un estupendo contador. Él conoce, por lo tanto, todos y cada uno de los cabellos de mi cabeza. Los exégetas acostumbran a explicar la frase: “Todos los cabellos de la cabeza”, diciendo que se trata de esos pequeños vellos que tenemos comúnmente en el cuello, es decir, ni siquiera los cabellos de la cabeza, sino que esos pequeños vellos en el cuello; de eso se trata. Si esto es así… así debe ser… ¿O se trata solamente de una imagen cualquiera? Y si fuera sólo una imagen, entonces la imagen es en verdad suficientemente explícita. Si esta imagen tiene un valor simbólico, entonces, nuevamente, en la práctica sólo puede significar: Dios es Padre, se preocupa de mí, él sabe de mí. Y todo lo que se realiza en mi vida, él lo previó y lo planificó. Pero todo por amor, para el amor y a través del amor. Todo esto debe reforzar mi vinculación amorosa a él. ( Exerzitien für die Schönstatt-Patres, 1967)