Lucia Gonzalez Lavado - Cronicas de Sombras 1: Elegidos (Spanish Edition)
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- Libro:Cronicas de Sombras 1: Elegidos (Spanish Edition)
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- Año:2016
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Cronicas de Sombras 1: Elegidos (Spanish Edition): resumen, descripción y anotación
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Introducción
17 de noviembre
Estaban cerca. Lo intuía; las sentía moverse a su alrededor, acosándole, haciéndole conocedor de su presencia y pronta manifestación.
El tiempo para Jake Dupree había expirado.
«¡Aún no, aún no!» pensó agitado. Era demasiado pronto; sabía que ese momento llegaría cuando menos lo esperase, pero tenía que avisar a los demás o al menos a Dilan. Su melliza necesitaba alguna explicación. Sabía que ella sería quien más le echase en falta, quien más sufriría tras su marcha.
«¡No puedo dejarla sola! No tan pronto. ¿Cómo se enfrentará a estos entes?», tales dudas fueron percibidas por sus enemigos. Intuyeron su miedo e intenciones. No iba a cumplir el pacto, iba a escapar y ellos no lo consentirían.
Jake percibió más agitación a su alrededor. La habitación era dominada por sombras cada vez menos volubles. Se sacudían con vida propia cual reflejo de personas y extrañas criaturas, como si una débil barrera separase un mundo de otro. Un lugar de luz y tinieblas. Una imperceptible muralla que amenazaba con derribarse.
El número de las brumas aumentaba por segundos, sumergiendo en una espesa negrura la estancia, tragándose todo atisbo de luz.
El joven, nervioso, y sin dejar de mirar el extraño fenómeno que cubría las paredes, tomó papel, bolígrafo y escribió.
Lo siento mucho. He de dejaros. No os puedo hablar de mis razones… sé que soy un cobarde, pero no puedo más. Lamento no haber contado con vosotros para mis problemas; hay asuntos que uno tiene que solucionar solo… o al menos intentarlo.
Dilan, siento mucho abandonarte. No me odies. Allí donde éste, siempre te protegeré. Por favor, sé feliz y no desfallezcas nunca.
Jake firmó la nota con una simple J y alzó la vista. Las brumas ya cubrían la habitación. Ni la efímera luz de la luna lograba filtrarse a través de esa negrura, que cuan vertido de petróleo lo envolvía todo. Pero el fenómeno no acababa ahí, eso solo era una demostración del poder de tales presencias.
Las sombras comenzaron a adquirir formas; primero una mano, después otra. Le siguió el brazo y así poco a poco hasta que de la misma pared emergió un hombre. Era tan normal como Jake, aunque el joven sabía que eso solo era fachada. Pura apariencia. Una amenaza que debía hacer frente.
El muchacho se abalanzó contra su enemigo como cuando jugaba al rugby en el instituto. Ambos rodaron por el suelo. Sin embargo, no estaban solos.
De las mismas paredes, al igual que hizo el desconocido, surgieron otros más. Hombres y mujeres de diferentes edades. A simple vista normales, pero terribles y crueles cuando se les descubría.
Jake forcejeó. Eran demasiados y lograron separarlo del muchacho con el que peleaba. Su nariz sangraba, mas no le importaba. Había llegado el final. Estaba rodeado por al menos una decena de enemigos. Entonces lo supo. No estaba preparado. Esas personas o… esas cosas, le infundían demasiado miedo.
Volvió a forcejear; echó la cabeza hacia atrás golpeando al desconocido que lo apresaba y corrió. Puede que su apartamento estuviera cubierto de esa extraña masa oscura, no obstante conocía ese lugar mejor que nadie y se lanzó contra una pared. Atravesó la bruma, después el cristal de la ventana y se precipitó al pantano sobre el que se levantaba el edificio.
Las criaturas se asomaron; esperaron, pero Jake no salió a la superficie.
Tres años después
Era el aniversario de la muerte de Jake o del suicidio, como especuló una gran mayoría. Y a pesar del tiempo trascurrido, aún no se había esclarecido nada sobre lo ocurrido. El pantano se drenó, aunque no encontraron el cuerpo. Era extraño y las autoridades no encontraron ninguna explicación.
Sin embargo, Dilan no pensaba que su hermano hubiera muerto y mucho menos que se suicidase. Jake podía ser muchas cosas, pero no era egoísta. Algo le sucedió, no tenía duda y ella estaba dispuesta a encontrar las respuestas, a pesar de que los años hubieran trascurrido y las personas que una vez se preocuparon por él hubieran seguido adelante sin ninguna dificultad, convirtiendo su recuerdo en un sentimiento efímero.
Ahí estaba, diecisiete de noviembre, sentada en el abandonado apartamento de su hermano. Quizás hubiera sido un buen día para estar con la familia; compartir el dolor o hablar de los momentos que compartieron con él.
Pero Dilan prefería estar sola.
En esa podrida residencia se comportaba como era en realidad.
Podía llorar la pérdida de su mellizo y no hacer como su padre o hermano y fingir que todo estaba bien. Su madre…, en fin, en ella no quería pensar. Si hubo alguien egoísta en la familia tras lo ocurrido a Jake, esa fue ella.
Todos estaban sufriendo; se lamentaban no haber descubierto qué le ocurría. Eran circunstancias para estar juntos. Sin embargo, Mary Dupree abandonó la pequeña y fría población de Crow´s Mouth, Alaska, y se trasladó a la soleada California.
En un principio mantuvo el contacto. Llamaba asiduamente a su padre, se preocupaba por ella y Alex, su hermano mayor. Pero con el tiempo, la frecuencia de las llamadas disminuyó hasta volverse inexistentes. Mary había rehecho su vida y lo último que supo de ella es que había empezado a salir con un hombre, al parecer, bastante joven.
Después de lo sucedido, Dilan pensó mucho en su hermano… las últimas semanas antes del incidente fueron terribles. Estaba nervioso, irascible y deseaba estar solo… tanto que se mudó a ese apartamento, alejado de la familia.
Es evidente, que, sin ser consciente de ello, trasmitía ciertas señales que tendría que haberlos alarmado, y mucho más a ella. Siempre había estado muy unida a él, pero no fue capaz de percibir que algo malo estaba sucediendo.
«Todo eso ya ha pasado. ¡Tengo que dejar de lamentarme!» pensó Dilan poniéndose en pie. Ahora tenía veintiún años, estudiaba sicología y trabajaba en el teléfono de Ayuda al Adolescente.
Hasta los dieciocho años estuvo muy perdida; nunca supo qué hacer con su vida ni qué estudiar o a qué dedicarse. Pero Jake la guió; tal como hablaba en su carta, él siempre estaría con ella, aunque fuera en sus pensamientos. Gracias a él logró encaminar su vida. Ayudaba a la gente y en especial a jóvenes perdidos, desorientados, como quizás algún día lo estuvo Jake.
Si había una manera de que pudiera ahorrar a otros padres, madres o hermanos y hermanas un sufrimiento como el que ella pareció, lo haría, y creía, ¡no!, estaba segura de que en Ayuda al Adolescente era de gran utilidad.
—He de seguir con mi vida, hermano, pero ten por seguro que averiguaré que te ocurrió. Conseguiré que estas paredes hablen… ¡sé que no te quitaste la vida! —añadió con firmeza.
La joven alcanzó su mochila y se marchó. El edificio, en su día, fue un emplazamiento envidiado por muchos. A sus traseras tenía un pantano de aguas cristalinas que poseía su propio embarcadero. Se encontraba a unos minutos de la ciudad y estaba rodeado por densos bosques, hasta contaba con un coto privado de caza. Un lugar perfecto para muchos, aunque también se convirtió en una pesadilla para otros.
Su padre era un hombre rico y utilizó su dinero para encontrar a Jake; a los vecinos le fue muy difícil convivir meses con buceadores, prensa y demás personas interesadas. En consecuencia, abandonaron el inmueble.
Una llamada en el teléfono móvil de Dilan interrumpió sus pensamientos. Lanzó un amargo suspiro. Por un momento pensó que sería Alex; a veces era demasiado protector y la seguía viendo como a su hermana pequeña. Pero no. Era Krista Lennox, su mejor amiga.
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