• Quejarse

Cristian C. Bellot - Satélite prohibido

Aquí puedes leer online Cristian C. Bellot - Satélite prohibido texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2019, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Cristian C. Bellot Satélite prohibido

Satélite prohibido: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Satélite prohibido" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

La búsqueda de las piezas del Custodio lleva al capitán Jacobs y la tripulació de la Indiana a Nak’ke, uno de los cuatro satélites de Sel’lady, planeta de origen de los seldyanos. Allí, en algún lugar de la selva roja que cubre la mayoría de su superficie, esperan hallar la quinta y penúltima pieza.
A pesar de ser un lugar apto para la vida para las distintas razas de la Coalició, Nak’ke se encuentra deshabitado. Por un lado, debido al componente sagrado que le otorgan los seldyanos, siendo la encarnació de una de las deidades que crearon su mundo. Por otro, porque el consejo de la Coalició, como muestra de respeto a una raza aliada, estableció el satélite como un lugar de acceso prohibido.
Es por ello que Jacobs y compañía deben actuar con rapidez, desconectándose de la red, arriesgándose a que les confisquen la nave una vez regresen a la civilizació.
Sin la posibilidad de que les encuentren los mercenarios de Godard, en un lugar inhabitado sin grandes peligros conocidos, la tarea debería ser fácil. Pero Jacobs sabe que nunca nada es fácil.

Cristian C. Bellot: otros libros del autor


¿Quién escribió Satélite prohibido? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Satélite prohibido — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Satélite prohibido " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
SATÉLITE PROHIBIDO
CAPITÁN JACOBS 5
CRISTIAN C. BELLOT

No se permite la reproducción total o parcial de este libro sin el permiso previo y por escrito del autor.

© Cristian C. Bellot

www.cristianbellot.com

https://twitter.com/ccbellot

Diseño de cubierta: Cristian Carreño

Índice de contenido

Para los que no se

rinden ante las adversidades.

CAPÍTULO 1
SIESTA

—11 de Apobo, año 87 de la Coalición—

La Indiana, cuarto del capitán.

El capitán Henry Lewis Jacobs se levantó de la cama de un sobresalto. Bueno, levantarse era una forma generosa de describirlo. Se lió con sus propias piernas, luego se hizo un lío con las sábanas, creando con estas a su vez y sin pretenderlo el mejor nudo que había hecho nunca y que nunca haría mejor, aunque no tuvo tiempo de contemplar su creación ya que, para rematarlo, en el momento cumbre de su oda a la torpeza, se fue con todo su peso de cuerpo entero contra el suelo, dándose uno de esos costalazos que se recuerdan días después.

Consiguió liberarse de las ataduras que él mismo había creado, no sin antes tropezarse un par de veces más, ante la insistente llamada de Hana a la puerta. No tenía ninguna duda de que era ella porque nadie más llamaba así, como si fuera un delito malgastar unos segundos de pie esperando a que abriera. Y porque lo habitual era que entrara sin llamar, algo reflejado con claridad en el apremio de sus golpes en la puerta. Pero Jacobs la había bloqueado como señal de «no molestar». No parecía que ella hubiera entendido el mensaje, o quizá no le importaba.

Buscó su sencilla camiseta gris por el suelo y se la puso, del revés, aunque no le molestó; más raro se había vestido en más de una ocasión. No lo hizo por pudor, Hana le había visto infinidad de veces con menos ropa y la desnudez ajena no le molestaba ni a él ni a ella, sino por… por algo, no supo bien por qué. Quizá para aparentar normalidad.

Echó un último vistazo al cuarto antes de desbloquear la puerta y abrirla.

—¿Qué ocurre? —preguntó, con cierta irritación que no le fue difícil mostrar. Con su cuerpo procuraba cubrir la entrada.

—Te has tomado tu tiempo —dijo Hana. Echó un vistazo al interior del cuarto, curiosa tras el extraño suceso de la puerta bloqueada, moviendo la cabeza, aprovechando los huecos que le dejaba Jacobs—. ¿Estabas echando una siesta? ¿Desde cuándo echas siestas? ¿Acaso conoces el significado de la palabra siesta?

—Es cuando alguien habla sin decir nada, ¿no?

—Claro… ¿Tú no eras el que decía que al dormir perdemos un tiempo valioso que podríamos aprovechar para realizar algo más productivo?

—Digo muchas cosas. Pero será que me estoy haciendo viejo. Además, nunca viene mal un descanso.

—Si rompes por completo el ciclo día-noche, sí, viene muy mal. Y en este momento, a ti, te viene muy mal. Luego se te cerrarán los ojos en cualquier lugar e irás agotado. Y cuando vas agotado, me toca a mí cargar con todo. Y no me apetece cargar contigo.

—¿Has venido a sermonearme, Hana?

—Nunca es mal momento para un buen sermón. Ya sabes que me gusta recordarte las cosas de forma periódica para que no se te olviden.

—¡Cómo iba a olvidarme de todo lo que me dices! ¡Sería un sacrilegio! ¡Tu palabra es la guía que me mantiene en el camino de la bondad y la corrección! —A Jacobs solo le faltó inclinarse como muestra de respeto y adoración.

—Se supone que uno se despierta relajado y contento de una siesta.

—Se supone, sí. Pero cuando alguien llama sin descanso y sin respeto a la puerta, la siesta suele acabarse con brusquedad, por lo que la relajación y la satisfacción se convierten en hastío e incomodidad. Por no hablar de un enfado que tendrás que trabajar para eliminar.

—No tendría que llamar si no bloquearas la puerta. ¿Por qué la has bloqueado? ¿Escondes algo que no quieres que vea? —preguntó Hana, observando de nuevo el interior del cuarto con interés—. Recuerda que no debería haber secretos entre nosotros, es lo más recomendable para que en la nave funcionemos con normalidad y eficiencia, como un equipo.

—Tienes muchas ideas sobre cómo debe funcionar la nave pero luego soy yo quien debe tomar las decisiones.

—Eres el capitán. Es tu trabajo.

Jacobs resopló por la nariz.

—¿Has venido por algo en concreto? —se apresuró a preguntar tras aclararse la garganta de forma ruidosa. No se le daba bien mentirle a Hana, era una de sus mayores debilidades, lo cazaba siempre, por lo que era mejor no darle la oportunidad a la mentira de generarse.

—Sí, claro que he venido por algo en concreto, no dedico el tiempo a pasearme por los pasillos molestando a la gente.

—Así que admites que me estás molestando…

—No te hagas ilusiones. He venido hasta aquí, en un trayecto que podría haberme evitado si no hubieras silenciado en tu cuarto el intercomunicador, otro hecho extraño, dicho sea de paso, para avisarte de que llegaremos a Nak’ke en una hora, más o menos.

—Perfecto. Gracias por la información.

Jacobs hizo ademán de cerrar la puerta para regresar a la anterior privacidad pero Hana se lo impidió agarrándole de la muñeca.

—Espera, ¿dónde vas con tanta prisa? —le preguntó.

—¿Querías algo más?

—Sí. ¿Has visto a la doctora? No la encuentro por ningún lado y tampoco responde a las llamadas. Lo que es otro hecho bastante extraño, esto no es tan grande.

Jacobs hizo un esfuerzo por poner cara de póquer. Cara de nada. Y en ese instante le dio por pensar que el que inventó la expresión no debía conocer el póquer renth. Y lo acompañó de otros pensamientos irrelevantes que avergonzarían a unas cuantas personas si se los contara.

—No la he visto desde hace un rato —respondió, lo que en cierta manera era verdad. Lo que no iba a especificar era a cuánto equivalía el rato en una unidad de tiempo que se pudiera medir. Hana lo situaría en rango de los minutos o incluso horas.

—Si la ves, le informas del tiempo de llegada.

—Por supuesto.

Jacobs ahora sí cerró la puerta. La bloqueó de nuevo en el panel.

—Ha sido un placer hablar contigo —oyó que decía Hana al otro lado de la puerta.

Suspiró y luego se aseguró de que la había cerrado bien: no quería más sorpresas.

—Pensaba que no se iría nunca.

Shele’d asomó la cabeza tras la cama, el pelo azulado revuelto, cubriéndole uno de los ojos. Se levantó envuelta en una sábana, con sentido, no enrollada de mal manera como antes Jacobs. La dejó caer, revelando su desnudez a los ojos lujuriosos del capitán. Pero duró poco ya que comenzó a vestirse enseguida.

—¿Adónde vas? —preguntó Jacobs, acercándose a ella para impedir que siguiera cubriendo su cuerpo.

—A prepararme. Ya la has oído, nos queda una hora —respondió la doctora, apartando su mano con suavidad pero con firmeza.

—Tiempo de sobra.

—Tal vez, pero prefiero que me sobre. Y tú también deberías prepararte. El capitán debería dar ejemplo y estar listo antes que nadie.

—¿Desde cuándo soy un ejemplo?

—Desde nunca, pero en cualquier momento puedes empezar a serlo.

—Nadie en esta nave espera que dé ejemplo, y nadie lo necesita.

Shele’d se sentó en la cama para ponerse las botas y así terminar de vestirse.

—Supongo que tienes razón —dijo. Se levantó—. Pero de vez en cuando nos gusta que nos sorprendas. Ayuda a levantar la moral del grupo.

Le dio un beso rápido en la boca y lo apartó para que le dejara pasar. Se plantó frente a un espejo que había junto a la puerta para peinarse, o por lo menos arreglarse un poco el pelo.

—Les sorprendería si les contara esto —dijo Jacobs.

—¿Esto? —preguntó Shele’d.

—Nosotros. Lo que hacemos. Lo que somos.

—¿Lo que somos? No somos más que dos compañeros disfrutando de la compañía mutua.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Satélite prohibido»

Mira libros similares a Satélite prohibido. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «Satélite prohibido»

Discusión, reseñas del libro Satélite prohibido y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.