LOS MILAGROS EXISTEN
Brian Weiss y Amy E. Weiss
Traducción de Joan Soler
Título original: Miracles happen
Traducción: Joan Soler
1.ª edición: abril, 2013
© Brian Weiss y Amy E. Weiss, 2012
© Ediciones B, S. A., 2013
Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)
www.edicionesb.com
Depósito Legal: B-34703-2012
ISBN DIGITAL: 978-84-9019-433-1
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A Carole, cuya idea fue la semilla
que se convirtió en este libro
y cuyo amor nos ha nutrido a los dos
Algún día, tras dominar los vientos, las olas, las mareas y la gravedad, utilizaremos... las energías del amor, y entonces, por segunda vez en la historia del mundo, el hombre habrá descubierto el fuego.
Pierre Teilhard de Chardin
Contenido
Introducción
En julio de 2010, una preciosa tarde de verano en Nueva York, mi esposa Carole y yo íbamos por la arbolada carretera de Taconic Park hacia el Instituto Omega, un rústico centro de retiro donde damos un curso intensivo sobre regresiones a vidas pasadas. El curso nos encanta. Cada día suceden hechos increíbles, una y otra vez. Los participantes no solo recuerdan vidas anteriores, sino que tienen también asombrosas experiencias espirituales o curativas, descubren almas gemelas, reciben mensajes de seres queridos fallecidos, acceden a sabiduría y conocimiento profundos o se encuentran con algún otro episodio místico o maravilloso. A lo largo de los años, Carole y yo hemos presenciado estos sucesos transformadores en los cursos y talleres, y nos sentimos bienaventurados por haber sido capaces de facilitarlos y observarlos. A menudo no sabemos que en el taller acaba de producirse una experiencia especialmente intensa. Quizá la persona necesite tiempo para procesarla, y nos enteraremos de la misma por una carta o un e-mail posterior.
En ese momento, en la carretera veteada de luz, suena el BlackBerry de Carole con un e-mail que describe alguna de estas maravillosas curaciones del taller, un mensaje transmisor de una sabiduría antigua que, sin embargo, nos llega a través de esta tecnología moderna. La sincronización es perfecta, pues estábamos a punto de volver a entrar precisamente en el sitio donde habíamos observado tantos sucesos similares. Nunca sabemos qué acontecimientos y cambios increíbles ocurrirán —solo que ocurren—. Carole se vuelve hacia mí y me mira, sensata y comedida: «A veces se producen milagros.»
Es verdad, se producen a veces. Los milagros pueden ser grandes y afectar al grupo entero. O pequeños y silenciosos. Con independencia de su alcance, la transformación es permanente. Las relaciones se arreglan. Las almas reciben sustento. Las vidas adquieren un significado nuevo y más profundo. Los milagros ocurren.
A mí me pasó un milagro el día en que una paciente llamada Catherine entró en mi consulta y me introdujo en todo un universo espiritual, cuya existencia yo ni había imaginado. Mis primeros libros contienen una descripción muy detallada de sus experiencias, y explican cómo su vida quedó permanentemente alterada para mejor a raíz de aquello. Mi propia vida se vio afectada al menos en la misma medida. Antes de sacar a la luz sus asombrosos recuerdos de vidas pasadas, yo había sido un académico obsesivo-compulsivo, de cerebro izquierdo. Me había licenciado magna cum laude en química en la Universidad de Columbia y era miembro de Phi Beta Kappa. Saqué, asimismo, mi título de médico en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, donde fui jefe de residentes en psiquiatría. Totalmente escéptico respecto a campos «no científicos» como la parapsicología o la reencarnación, fui director de un prestigioso Departamento de Psiquiatría en el Centro Médico Mount Sinai, en Miami, y había escrito más de cuarenta artículos científicos y capítulos de libros correspondientes a los ámbitos de la psicofarmacología, la química cerebral o la enfermedad de Alzheimer. Catherine volvió mi escepticismo —y mi vida— del revés.
Aunque han pasado más de treinta años desde ese día, aún recuerdo la primera vez que ella cruzó la frontera invisible de su vida actual y entró en el terreno de sus otras vidas. Se encontraba en un estado profundamente relajado, con los párpados ligeramente cerrados pero concentrada al máximo.
«Hay grandes olas derribando árboles», susurró con voz ronca mientras describía una escena antigua. «No es posible correr a ningún sitio. Hace frío; el agua está fría. Tengo que salvar a mi bebé, pero no puedo... solo lo agarro con fuerza. Me ahogo; el agua me asfixia. No puedo respirar, no puedo tragar... agua salada. Me arrancan el bebé de las manos.» Se le había tensado el cuerpo; tenía la respiración acelerada.
De repente, la respiración y el cuerpo se relajaron por completo.
«Veo una nube... tengo el bebé conmigo. Hay otros del pueblo. Veo a mi hermano.»
Para debilitarse, mi escepticismo necesitaba más tiempo, pero el proceso se había iniciado. Los graves síntomas de Catherine comenzaron a desaparecer a medida que fue recordando más escenas de esa y otras vidas anteriores. Yo sabía que la imaginación no podía disolver esos síntomas crónicos, que eso solo podían hacerlo los recuerdos reales. Catherine pasó a recordar muchos hechos y detalles históricos de sus vidas pasadas, que a veces fuimos capaces de confirmar. También refirió verdades privadas de mi propia vida, que había llegado a conocer o descubrir por algún medio misterioso. Me contaba esos hechos personales mientras flotaba en ese estado deliciosamente distendido entre vidas físicas distintas.
Esos poderosos encuentros probatorios con Catherine empezaron a abrirme la mente y a eliminar mis dudas. Conocí a otros clínicos acreditados que realizaban regresiones e investigación al respecto, y aún quedé más convencido. Desde que en 1988 se publicara mi primer libro, Muchas vidas, muchos maestros , he tratado a más de cuatro mil pacientes individuales mediante terapia de regresión a vidas pasadas, y a muchísimos más en grupos grandes durante mis talleres experienciales. Cada caso valida y confirma, enseña y amplía. Cada caso desvela algo más del misterio de la vida. En todo este tiempo, he conocido a pioneros y lumbreras de las vidas pasadas de todas partes del mundo. Donde antaño hubiera incredulidad, hay ahora sabiduría y conocimiento cuidadosamente reunido. Las historias de este libro impulsarán al lector por el mismo camino y lo conducirán desde la duda hasta el descubrimiento. Solo hay que abrir la mente y dejar que empiece este viaje maravilloso.
En los talleres que dirijo, aproximadamente dos terceras partes de los asistentes recuerdan satisfactoriamente episodios de vidas anteriores. Sus recuerdos y evocaciones suelen curar enfermedades físicas y emocionales. Los síntomas aclaran dudas aunque el recuerdo no sea del todo preciso, pues un error al recordar no niega la verdad o la importancia de lo recordado. Por ejemplo, en una regresión una persona puede recordar el trauma, el caos o incluso toda la reacción emocional de su madre cuando, con tres años de edad y corriendo por la calle, casi fue atropellada por un Buick negro. Si lo verifica con la madre, resulta que el coche era un Cadillac azul marino. Por lo demás, el resto de la remembranza es exacto. Este pequeño grado de distorsión es aceptable. La memoria no es un viaje literal en el tiempo. Y si al describir el recuerdo del accidente usamos una palabra que no aprendimos hasta los doce años, tampoco pasa nada. La mente que observa y describe es la conciencia actual, no el cerebro a los tres años. En realidad, nunca nos metemos en una máquina del tiempo. La hipnosis es la herramienta que utilizo yo para ayudar a la gente a recordar esos episodios de la infancia y otras cosas. Muchos de mis pacientes y de los individuos que he atendido en los talleres son capaces de recordar hechos no solo de su edad temprana, sino también de cuando se hallaban en el útero de su madre, de ese estado místico entre vidas, y de vidas pasadas.
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