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Enrique del Alamo - Gotia: Memorias de un sueño (Spanish Edition)

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Enrique del Alamo Gotia: Memorias de un sueño (Spanish Edition)
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    Gotia: Memorias de un sueño (Spanish Edition)
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    2016
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Gotia: Memorias de un sueño (Spanish Edition): resumen, descripción y anotación

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Prólogo

La historia que a continuación se transcribe tiene como narrador al rey visigodo de las Hispanias, Don Rodrigo, en los últimos meses de su vida.

Este códice fue encontrado tras el derrumbe fortuito de un falso muro, en los restos de una iglesia de origen visigodo. Por la forma de su ocultación: un simple arcón, así como el lugar: una humilde ermita apartada de grandes urbes, hace suponer que su depositario final no fue un personaje importante de la época. Se desconoce la fecha de este celoso escondrijo.

El estudio del documento ha revelado que su origen, por la datación de los pergaminos en los que se encuentra el texto, se remonta a los siglos XI o XII de nuestra era. Sin embargo, el latín en el que está escrito corresponde con los giros y estilo de la época mencionada en la citada narración: siglos VII a VIII d.C., lo que se conoce como latín tardío o vulgar. La sospecha más plausible apuntada por los especialistas, respecto a este desfase de siglos, es que algún monje, en alguna biblioteca de alguna abadía que dispusiera de medios, copió el texto. ¿De otro que fuera el original? No se puede ser concluyente. Porque dos hipótesis son viables: por una parte la invención del manuscrito para mitificar al protagonista, el citado Rodrigo, que tantas veces se ha visto con varios personajes en la Edad Media; por otra, la realidad hasta ahora no constatada, de que este protagonista, obscuro donde los haya, hubiera sobrevivido a la batalla de Guadalete y, escondido de sus vencedores infieles, se hubiera dedicado a redactar esta hermosa carta a un hijo desconocido.

El manuscrito contiene, como digo, una larga carta a su hijo por parte del mencionado rey godo de las Hispanias, también conocido como Roderico. Hijo del que no conoce ni su nombre, pues ha nacido lejos de él, de un amor prohibido, de un amor imposible por razones de la época. El texto está dividido en jornadas (días en los que escribía el autor, se supone) y así ha sido respetado.

La cita con la que arranca este manuscrito está recogida por el historiador Orosio, según el cual, fue pronunciada por el rey godo Ataulfo, en su boda con Gala Placidia, y sintetiza el sueño de todo un pueblo de asentarse en un lugar al que llamar Natio . Este sueño acompañó a los godos durante siglos en su errante devenir por Europa.

Les pido disculpas si la traducción, aunque revisada por expertos, adolece de cierta intencionalidad de los sentimientos del autor, antes de fehaciente literalidad. Por supuesto que todos los errores son míos. Soy de la opinión de que los sentimientos no conocen de años o siglos transcurridos porque son los mismos; que los sentimientos no conocen de culturas o ciencias humanas que apenas si los modifican; que los sentimientos, en suma, no conocen de lenguas o normas lingüísticas que limiten su expresión. Creo haber transcrito, no obstante, el sentido deseado por aquel que fuera su autor.

Cita:

“ Primero deseé con ardor borrar el nombre de los romanos y cambiar el Imperio romano en Imperio gótico. La Romania como vulgarmente se dice, se convertiría en Gotia; Ataúlfo habría reemplazado a César Augusto. Pero una prolongada experiencia me ha enseñado que la barbarie desenfrenada de los godos era incompatible con las leyes. Ahora bien, sin leyes no hay Estado. He tomado, pues, el partido de aspirar a la gloria de restaurar en su integridad y de acrecentar el nombre romano gracias a la fuerza gótica. Espero pasar a la posteridad como el restaurador de Roma.”

Palabras de Ataulfo

Orosio

Jornada I

Querido hijo:

Tú nada sabes de mí y apenas sé yo algo de ti. No puedo ni nombrarte porque ignoro tu nombre, porque el nombre nos hace dignos de nuestra estirpe, y por eso con él fuimos designados al nacer por nuestras gentes. Por informes de espías que no han podido ni acercársete, gastando favores que ya no me hacía falta guardar, me dijeron que existes, que tu madre te ha escondido mi existencia: como si quisiera que la planta no se nutriera de la tierra; que nadie te menciona mi nombre, al menos, mientras no se confirme que he muerto. Esperando, supongo, que el paladar salobre de la muerte pueda borrar hasta mi sombra: en todo caso solo amargarla aún más. No te escribo para exigirte nada, ni quiero con ello reclamar tributo de sangre, te escribo para decirte que tú fuiste concebido por amor, nunca forzando la voluntad de tu madre. Por amor libremente escogido entre un hombre y una mujer que en ese momento se amaban.

Tal vez, algunos años después de muerta esta mano que te escribe, alguien te diga que fui indigno, que fui cobarde o que no cumplí con el destino que se me encomendó; todo ello puede que sea cierto, es posible que todo sea cierto, aunque no sea el único responsable; pero nunca, escucha bien, nunca admitas que tú no seas el fruto del amor. Tu madre me amó libremente, lo tiene que reconocer, y yo la amé con pasión… reconozco que todavía la amo.

Quiero dejarte esta carta sin saber siquiera… si alguna vez la leerás, si no servirá para prender algún fuego en el invierno, si no amontonará polvo en un estante perdido de un scriptorium , si, como testigo de tiempos oscuros, no será expuesta a mentes simples que no comprendan el amor y la desesperanza que en ella pongo: es algo que me llena de inquietud. Sin embargo, no tengo otra cosa que hacer hasta que me llegue la muerte que me merezco; saber cerca el final me hace que nada tenga importancia, salvo lo que me perviva: tú y mi memoria. Me gustaría poder pedir perdón a tu madre, ella sabe por qué y tú no tienes la culpa, y también poder decirte a ti cara a cara, como un padre debe hacer ante un hijo, las verdades que la vida me ha enseñado. Pero sé que no está Dios dispuesto a concederme esta prebenda; es como querer que el cielo se desgaje y lluevan desgracias a los traidores, fortuna a los humildes y riquezas, muchas riquezas, hasta que los entierren y allí mueran, a los avariciosos. Es como querer que la vida no sea la vida y la muerte no sea la muerte.

Cuando esta carta se separe de mí yo habré muerto, duerme conmigo cada noche oscura de estos tiempos, hasta que el destino haga que llegue hasta ti. Allá donde me entierren encontraras mi secreto, la verdad acerca de mi corazón; porque esta epístola será el único resto de mi presencia. Así lo he dejado dispuesto, que no haya nada que identifique mis restos en esta tierra que tan ingrata la siento. Porque mis otrora amigos y compañeros de armas me han repudiado o traicionado, mis enemigos han borrado mi existencia hasta en los registros de los escribas, y se inventan argumentos y calumnian en mi nombre; y la que fue mi esposa por conveniencia, y la hija que concebimos, han deshecho nuestro vínculo y ella se ha vuelto a casar con mi enemigo sarraceno. solo me quedas tú, solo me quedan unos pergaminos, solo me quedan recuerdos y poco tiempo para detallarte. solo me quedo yo y el último aliento de vida para escribir.

Me escondo en un convento de las miradas ajenas, lejos del lugar que me vio nacer, Córduba , donde amé a tu madre, lejos de los avatares que la historia traiga.

Escribo despacio, como el que apremiado por el final tiene que dejar todo resuelto. Estoy malherido, con el brazo derecho inútil por secuelas de batalla; he tenido que aprender a escribir con la mano izquierda, emborronando maderas, paredes y pizarras con piedras de yeso y puntas de cuchillo, antes de desperdiciar pergaminos que mucho le cuestan a esta pobre abadía. Escribo despacio porque no quiero que se me olvide nada, ya que he perdido las muchas plantillas que conservaba de casi toda mi vida ejerciendo de escriba, en este destierro obligado; no quiero que lo que más me importa en esta vida, que eres tú, no fuera a tener la verdad de mi corazón, la única verdad que nunca he dicho, la única por la que merecería la pena haber muerto, y al no hacerlo, merezco la muerte: amar. Amar a tu madre a los ojos de todos, amar a Florinda sin miedo.

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