Laura Freixas se dio a conocer en 1988 con una colección de relatos, El asesino en la muñeca. En 1997 se publicaría su primera novela, Último domingo en Londres (Plaza y Janés), a la que seguirían Entre amigas (1998), Amor o lo que sea (2005) y Los otros son más felices (2011). Ha publicado también otro libro de relatos, Cuentos a los cuarenta (2001) y una autobiografía: Adolescencia en Barcelona hacia 1970 (2007). En 2013 empezó a publicar sus diarios, con el volumen Una vida subterránea. Diario 1991-1994. Su último libro publicado es Todos llevan máscara. Diario 1995-1996 (2018).
Paralelamente a su obra narrativa, Laura Freixas ha desarrollado una intensa labor como estudiosa y promotora de la literatura escrita por mujeres. En 1996 coordinó y prologó una antología de relatos de autoras españolas contemporáneas, Madres e hijas, que lleva 15 ediciones, y en 2000 publicó el influyente ensayo Literatura y mujeres. En 2009 vio la luz otra antología de parecidas características, Cuentos de amigas, y en 2015 recogió artículos, prólogos y otros textos en El silencio de las madres y otras reflexiones sobre las mujeres en la cultura (Aresta).
Ha sido editora, crítica literaria y traductora. Fundó y dirigió de 1987 a 1994 la colección literaria «El espejo de tinta», de la editorial Grijalbo, donde publicó por primera vez en España a Amos Oz y Elfriede Jelinek, entre otros autores. Ha ejercido la crítica literaria en El País y traducido los diarios de Virginia Woolf y de André Gide, así como las cartas de Madame de Sévigné y la novela de Elisabeth Smart En Grand Central Station me senté y lloré. Dirigió el número monográfico de Revista de Occidente consagrado al diario íntimo en España (julio-agosto 1996). Colabora regularmente en distintos medios y desde 2001 es columnista del periódico La Vanguardia y crítica literaria en su suplemento Cultura/s.
Ha publicado libros de divulgación como Taller de narrativa (1999) y una biografía de la escritora brasileña Clarice Lispector bajo el título Ladrona de rosas (2010). Imparte talleres literarios en diversas instituciones y ha sido conferenciante en numerosas Universidades españolas y extranjeras (Estocolmo, Budapest, Londres, Edimburgo…), especialmente de Estados Unidos (Cornell, Virginia, Rutgers, City University de Nueva York, entre otras). Ha sido también profesora visitante en las Universidades de Virginia (2006), Dartmouth College (2010), Illinois (2012) y Syracuse (2016), y escritora invitada en las de Limerick (Irlanda, 2004), Liverpool (2007) y Saint Andrews (2018).
Presidió la asociación Clásicas y Modernas para la igualdad de género en la cultura (clasicasymodernas.org) desde su fundación en 2009 hasta 2017 y es ahora su presidenta de honor.
Laura Freixas, 2019
Diseño de la cubierta: Anna Puig
Ilustración de la cubierta: David de las Heras
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Todos los platos están cocinados, los vasos
y platos fregados, los niños enviados a la
escuela y al mundo. Nada queda de todo
eso. Ningún libro de historia, ninguna
biografía, tiene ni una palabra que decir al
respecto, y las novelas mienten.
VIRGINIA WOOLF,
Una habitación propia
NO, NO, NO. No me dominarían, no me
deformarían los vaticinios con, de, en, por,
sin, sobre, tras la mujer.
ROSA CHACEL,
Desde el amanecer
¿Cuál es tu participación en el desorden del
que te quejas?
JACQUES LACAN,
Intervention sur le transfert
A mí….
Madrid, julio de 2003
Salir. Salir, marcharme, decir: Basta, me voy. Me voy, sí, como quien se sale del cine cuando le aburre la película. Pero ¿cómo te vas a ir? Si no eres una espectadora, si eres la protagonista. ¿Quién? ¿Esa? No puede ser. ¿Yo, esa maruja de chalé adosado? Con mechas rubias, uñas pintadas, sandalias de tacón, batiendo palmas y coreando con una payasa y diez niños sentados en el suelo: «¡Plis, plas, Peluchita y nada más!». La Mamá como dios manda, acogiendo con una obsequiosa sonrisa a las mamás y papás de los compañeritos de escuela, ¿a qué hora venimos a buscarlos?, a las ocho está bien. Ánimo, solo tres horas… Decirle a Étienne: ¿Te acuerdas de esa frase que me dijiste anteayer? Pues aquí tienes la respuesta: me voy. Cojo las llaves del coche y ¡blam!, portazo. La Familia Perfecta en su Chalé Adosado, con todos sus accesorios: jardín, garaje, chimenea, y los autómatas: el Papá de sienes plateadas, ejecutivo agresivo de lunes a viernes, bonachón el fin de semana, filmando enternecido el cumpleaños con su cámara de vídeo último modelo… «Sois de anuncio», me dijo una vez Silvia riéndose, qué felices fuimos con Sony, Coca-Cola, la chispa de la vida, la Mamá sirviendo cocacolas y fantas en vasitos de papel con dibujitos, sacando el pastel de chocolate con las cuatro velitas, intentando no pensar en la frase de Étienne, anteayer, y el Nene y la Nena rubios y de ojos azules, a juego con el chalé, los deben de haber comprado en la misma tienda que los muebles. No me lo puedo creer, murmuraba mi otro yo, sardónico, sentado en el patio de butacas, pero qué película tan mala, y encima ha sido carísima de producir. Anteayer te pasaron la factura, figúrate, un chalé de trescientos metros cuadrados más garaje y jardín en el mismo Madrid. Pero qué malos actores todos, el Papá y la Mamá, mecánicos e inexpresivos, ¿son así de bobos o es que tienen la cabeza en otra parte? Yo desde luego la tenía en otra parte. En una buhardilla del centro, con luz de velas, con arias de ópera. Me vengaba de la frase de Étienne recordando la noche anterior. La buhardilla, Carlos, sus labios, sus manos… (Pero esa otra frase, la frase de Carlos… No, no quiero pensarlo ahora). Ah, si todos estos idiotas pudieran ver las imágenes que me pasan por la cabeza mientras aplaudo bobamente los juegos de manos de esta boba, nada por aquí, nada por allá, ¿dónde está el naipe, la bolita, el pañuelo?, y coreo sus bobas canciones, la boba Peluchita, la chica delgada con vaqueros y cara de mosquita muerta que llegó con una maleta, nos pidió un baño con un buen espejo bien iluminado, y en cuanto salió, con la cara pintada de blanco, peluca verde, camiseta amarilla, enorme pantalón a cuadros con tirantes, zapatones y nariz roja de plástico, mientras empezaba a sonar el timbre con las mamás y papás llegando, nos acorraló en el office, exigiendo el pago por adelantado…
La noche anterior, una hora de libertad clandestina, la penumbra, el sabor del alcohol, una irrealidad leve, irisada, una vaguedad dulce, la mano de Carlos en la cremallera de mi vestido, la urgencia, y ahora aquí batiendo palmas rítmicamente, balanceándonos a derecha e izquierda, al unísono, bajo la feroz dirección de Peluchita. No nos dio tiempo ni a llegar a la cama, follamos en el suelo, a las doce tenía que irme, volver al chalé adosado, volver a ser Mamá-maruja-de-lujo, junto a Papá que duerme como un niño más. Siempre está durmiendo cuando yo llego a la cama, desde hace meses. Quizá lo finge, o quizá ahora, después de haber soltado el veneno que me escupió anteayer, duerme de verdad, relajado.
«¡Plis, plas, Peluchita y nada más!». Anoche película X y hoy, los Teletubbies. Vamos, me tendría que reír. ¿Qué hago yo aquí?, me he quedado hasta ahora por saber si iba en serio o era una parodia: La Familia Feliz en el Chalé Adosado, parece una parodia, pero sin gracia, es que no tengo por qué aguantar más, esta película me aburre, no tiene interés, me voy, así de simple. ¿Cómo, simple?, ¿cómo me voy a ir, si esta es mi vida? Ya se va todo el mundo, Peluchita ha vuelto a entrar al baño con su maleta y ha salido convertida otra vez en la chica delgada con vaqueros y cara de pocos amigos, se ha ido sin despedirse apenas, y las mamás y papás se llevan a sus hijos. Qué envidia cada vez que alguien sale por la puerta, yo también quiero salir, ¿si intento aprovechar, colarme…?, ánimo, en cuanto se fueran todos me tocaría a mí el turno. Qué alivio, no tener que cenar como todos los días, repitiendo: «no sorbas», «no comas con las manos», «no te dejes la lechuga»… Distraída yo, distraídos los niños, distraído Étienne, pero relajado si están los niños, su escudo, su coartada para no ser Étienne y Laura, sino Papá y Mamá.