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Consol Iranzo - El perro pastor que perdió su rebaño

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Consol Iranzo El perro pastor que perdió su rebaño
  • Libro:
    El perro pastor que perdió su rebaño
  • Autor:
  • Genre:
  • Año:
    2009
  • Índice:
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El perro pastor que perdió su rebaño: resumen, descripción y anotación

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El perro pastor que perdió su rebaño es una fabúla encantadora en la línes de El caballero de la armadura oxidada. Una fábula que recoge toda la sabiduría del coaching. Esta fábula está protagonizada por los habitantes de un bosque maginario cuyos comportamientos son fácilmente identificables en el mundo de los humanos. Las aventuras que viven les harán descubrir algunas de sus habilidades ocultas, reflexionar sobre sí mismos y, en consecuencia, descubrir un mundo de nuevas posibilidades. Este texto acerca el mundo del coaching a todos los interesados en conocer más sobre esta filosofía. Asimismo, ayuda a reflexionar sobre el hecho de que, en ocasiones, somos nosotros mismos los que nos limitamos al no buscar la riqueza que reside en nuestros propios talentos. El libro habla de los cuatro problemas más comunes que un coach tiene que trabajar con sus clientes, de modo que sus enseñanzas interesan a gran cantidad de público.

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Luz

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Todos movieron la cabeza en sentido afirmativo. No podían ocultar su evidente sorpresa, puesto que no entendían cómo aquel búho podía conocer todas sus andanzas y las inquietudes que los habían animado a peregrinar todo el día por el bosque.

El búho esbozó una sonrisa amplia y les dijo:

—Estoy seguro de que ahora ya sabéis quién soy.

Nadie dijo nada, tal era el asombro que les producía el hecho de que ese búho pudiera ser el famoso coach al que estaban buscando.

—Lo primero que me gustaría deciros es felicidades, ya que habéis demostrado que sois capaces de enfrentaros a situaciones desconocidas, lo cual denota valentía y fortaleza para solventarlas. Y ahora decidme: ¿en qué os puedo ayudar?

Parecía que nadie se decidía a iniciar la conversación con el coach. Todavía estaban ligeramente aturdidos por los acontecimientos vividos y les producía cierta incredulidad que el coach, al que habían estado buscando, estuviera allí, delante de sus propias narices.

Todos se miraron entre sí. Al final habló Topo.

—Verá, señor búho, empiezo yo, si le parece bien... Aunque lo mío no es importante, pero ya que hemos llegado hasta aquí... Yo quisiera que me dijera cómo puedo tener más confianza en mí mismo.

—¿Qué es «más»? ¿Cuánta sería suficiente para ti? ¿Cómo la medirás? —le preguntó el coach.

—Pues no sé. Por ejemplo, me gustaría saber que puedo afrontar situaciones que para mí resultan difíciles, perder los miedos, creer que soy capaz de defender mis propias ideas, no estar siempre preocupado y pendiente de que los demás aprueben mi conducta...

—Topo, reflexiona y dime: ¿cómo crees que has conducido la situación que habéis vivido con las hienas?

—Bueno..., esto..., pues no sé... Yo preguntaría qué opinan los demás, habría que preguntárselo a ellos.

—Pregúntatelo a ti mismo, danos tu sincera opinión, y olvida por un momento la de los demás —insistía el coach.

—Pues, yo creo que bastante bien; pero jugaba con ventaja, dado que ya había tenido previamente una experiencia similar con ellas —empezó a contestar Topo.

—¿Para qué te ha servido la experiencia? —continuó el coach.

—Para no actuar de la misma forma.

—¿Para qué más, Topo?

—Bueno, pues para ayudar a mis amigos. He compartido con ellos mi primera experiencia y esto ha evitado que, quizá, hayan tenido un contratiempo desagradable.

—¿Qué más has conseguido? —insistió el coach.

—Casi perderles el miedo.

—Sigue, Topo, ¿y qué más?

—Pues, no sé.

—¿Quién ha ideado la estrategia para enfrentarse a las hienas? —lo ayudó el coach.

—Bueno..., yo.

—¿Y qué has tenido que hacer, Topo, para que el plan funcionase?

—Convencer a todos de que era una buena solución al problema que teníamos planteado —respondió éste.

—¿Crees que lo has logrado?

—Sí.

El coach continuó:

—Topo, no sólo has conseguido convencer a los demás de que era una buena estrategia, sino que el plan ha funcionado y habéis conseguido superar la difícil situación. Tú has contribuido de una forma muy eficaz a superar un obstáculo que impedía la consecución de vuestra meta, que era encontrarme a mí. ¿Estás de acuerdo con mi opinión?

—Visto así, pues sí. La verdad es que no me lo había planteado de esa forma —contestó Topo.

—¿Para qué crees que te sirve esta experiencia?

—Primero, coach, tengo que decir que he aprendido.

—¿Qué crees que has aprendido?

—Pues, a priori, que el hecho de compartir mis experiencias puede ser provechoso para otros. También creo que he aprendido que mis ideas pueden ser útiles, pero para ello primero debo creérmelas yo mismo. Esto es totalmente necesario para conseguir que se valoren mis aportaciones, y también para lograr convencer a los demás de la conveniencia de mis propuestas.

Topo se sentía cada vez más seguro de sí mismo.

—¿Qué pasaría si al final tus ideas no fueran aceptadas por los demás? ¿Cómo crees que te podrías sentir, Topo?

—Pues, quizá no demasiado bien, porque podría volver a pensar que realmente no son buenas y que por eso los demás no las aceptan.

—¿Y sentirás que te están nuevamente juzgando o minusvalorando? —seguía insistiendo el coach.

—Puede ser.

—Topo —dijo el coach—, piensa que cuando alguien manifieste no estar de acuerdo con tus propuestas, en ningún caso te está valorando o cuestionando, sino que está dando su opinión sobre si, desde su punto de vista, las soluciones que aportas pueden ser las más adecuadas o eficaces para solventar determinada situación. Debes entender que, al igual que tú tienes tus ideas, los demás tienen otras que pueden ser igualmente válidas; se trata de analizar y valorar cuál parece ser la más indicada. En numerosas ocasiones la solución más idónea surge del conjunto de las diversas aportaciones. Las conversaciones que mantenemos con otros nos proporcionan aprendizaje y enriquecimiento, implican escuchar y que nos escuchen con respeto, ser flexibles y permeables a nuevos o distintos pensamientos e ideas y estar sinceramente dispuestos a asumir nuevos conceptos. Todo ello, además, puede contribuir a que se alcancen acuerdos y compromisos beneficiosos para todos. Pero piensa en tu experiencia más reciente: has sido capaz de enfrentar una situación que parecía muy adversa, has sacado a la luz tus talentos y los has utilizado de una forma brillante, y con ello has conseguido lograr no sólo tu propio objetivo, sino que has facilitado que tus amigos también alcanzaran la meta. ¿Qué opinas?

—Que es cierto, no me lo había planteado así.

Casi siempre pienso que no soy capaz de hacer ciertas cosas, que no tengo ninguna habilidad. No me quería, y por eso pensaba que los demás tampoco me podían querer; pero ahora estoy viendo otras vías, otras posibilidades, entiendo que soy yo el primero que se lo ha de creer.

—Efectivamente —contestó el coach, y añadió—: Las barreras nos las ponemos nosotros mismos. Cuando pensamos «no voy a ser capaz» nos juzgamos de forma negativa, y eso hace que realmente no nos creamos que podemos hacer y conseguir aquello que queremos. ¿Cómo te sientes ahora, Topo?

—Muy bien, estoy mucho más satisfecho conmigo mismo.

—Me decías que no te gustaba estar pendiente de la aprobación continua de los demás. ¿Qué piensas con respecto a esto?

—Bueno, pienso que soy yo mismo quien debo aprobarme. Otra cosa es que me importe la opinión que los demás tengan de mí, porque creo que también es importante saber cómo nos perciben los demás y tratar de averiguar cuáles son los elementos que configuran esa percepción.

—De acuerdo —aprobó el coach—. Creo que de eso nos podría hablar Konfi. De todas formas, me gustaría saber cómo crees que puedes actuar a partir de este mismo instante para conseguir tu propia satisfacción.

—Me gustaría poder reflexionar más —contestó Topo después de pensarlo unos instantes—. Todo es muy reciente, pero, en principio, pienso que no debo quedarme estancado en mi comportamiento habitual, sino tener una disposición abierta a probar nuevas vías de actuación. Debo demostrarme que puedo vencer los miedos, desarrollar la confianza en mis posibilidades y, claro está, tener una valoración de mí mismo mucho más ajustada.

—Magnífica reflexión, Topo. ¡Te felicito de todo corazón! Estás dando un gran paso en tu aprendizaje. Por cierto, si no recuerdo mal, querías tener un nombre que te identificara como el ser especial que eres. ¿Has pensado ya cuál podría ser?

—Pues sí, me gustaría llamarme Salomón —dijo con asertividad.

Todos aplaudieron entusiasmados.

El coach se dirigió a Konfi instándola a participar:

Hablábamos antes sobre el tema de las percepciones. ¿Te gustaría compartir con nosotros tus, opiniones al respecto?

—¿Qué queréis que os cuente?

—Sólo lo que tú tengas necesidad de compartir. Has acompañado a tus amigos hasta aquí, imagino que con algún propósito.

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