Índice
En la lista de los más vendidos de The New York Times
En la lista de los más vendidos de IndieBound
Uno de los mejores libros infantiles del año según el Washington Post
Uno de los mejores libros middle-grade del año según Entertainment Weekly
Uno de los mejores libros infantiles del año según la Biblioteca Pública de Nueva York
Mejor libro infantil según la Biblioteca Pública de Chicago
Mejor libro del año según Publishers Weekly
Mejor libro del año según Booklist
Seleccionado como uno de los mejores libros infantiles del año en Amazon
Mejor libro del año según Kirkus Reviews
Mejor libro del año según School Library Journal
«Brown ha escrito un relato animado que sin duda atraerá a los lectores jóvenes».
— The New York Times
«[Una] historia tierna y cautivadora».
— The Washington Post
«Basada en composiciones sorprendentes y llamativas… Su final abierto... sin duda provocará discusiones sobre el impacto ambiental y la responsabilidad».
— School Library Journal , reseña destacada
«Estimulante y encantador».
— Kirkus Reviews , reseña destacada
«Esperen a que los lectores se vuelvan locos por la novela [de Brown] sobre una robot».
— Booklist , crítica destacada
Para los territorios salvajes del futuro
Nuestra historia comienza en una ciudad, con edificios y calles y puentes y parques. Los humanos paseaban, los automóviles circulaban, las aeronaves volaban, los robots trabajaban duro.
Un camión de reparto zigzagueaba por las calles de la ciudad. El camión sabía a dónde ir y cómo llegar por sí mismo. Se detuvo en un sitio de construcción y descargó automáticamente algunas cajas. Unos cuantos giros más y descargó más cajas en los muelles. El camión
giraba a la izquierda
y
giraba a la derecha
por toda la ciudad, entregando cajas a medida que avanzaba, y luego se incorporó a una carretera.
Coches, autobuses y camiones recorrían la carretera juntos. Pero a medida que el camión de reparto continuaba, el tráfico se hacía más ligero, los edificios eran más pequeños y el paisaje se volvía más verde.
Con nada más que una carretera despejada por delante, el camión aceleró a su velocidad máxima. El paisaje exterior era ahora sólo un manchón verde, interrumpido ocasionalmente por un parpadeo gris cuando una ciudad pasaba volando. El camión de reparto siguió recorriendo largos puentes, disparado por túneles de montaña, deslizándose por tramos rectos de la autopista, hasta que comenzó a disminuir la velocidad. Se desvió del carril izquierdo al de salida y luego tomó una desviación que lo condujo a un pueblo de granjas.
Nubes de polvo se alzaban detrás del camión cuando pasaba por campos y cercas. En la brumosa distancia, graneros gigantescos se alzaban sobre las llanuras. El aire estaba cargado de los olores de la tierra y el ganado. Las cuadrillas de robots trabajaban metódicamente en los cultivos y alimentaban a los animales y operaban las enormes máquinas de granja.
La pendiente de una colina dio paso a una vista. La colina estaba coronada por árboles y edificios blancos. Otra granja. Pero esta era más pequeña y estaba más desvencijada que las demás. En el frente había un letrero torcido que decía GRANJA LA COLINA .
Las ruedas crujían sobre grava mientras el camión de reparto avanzaba por el camino de acceso hasta la cima de la colina. Se detuvo al lado del porche delantero de la granja y dejó caer su última caja al suelo. Entonces se alejó.
Lector, ¿puedes adivinar lo que estaba firmemente empaquetado dentro de esa caja? Si pensaste en un robot, estás en lo correcto. Pero este no era un robot ordinario. Era la unidad ROZZUM 7134. Tal vez recuerdes su antigua vida en una isla remota y salvaje. Bueno, la nueva vida de Roz estaba a punto de comenzar.
¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!
Dentro de la granja, un perro estaba ladrando y raspando la puerta principal. Cuando finalmente se abrió, el perro salió corriendo y bajó los peldaños del porche. Y entonces apareció un hombre.
El hombre caminaba cojeando y lentamente se dirigió hacia la caja, donde su perro ya estaba husmeando. Levantó la tapa de la caja y esta se abrió sobre sus bisagras. La espuma de embalaje fue lanzada a un lado, los cables de sujeción fueron aflojados y ahí estaba la unidad ROZZUM 7134. Su cuerpo sin vida brilló al sol del día.
El hombre se agachó y presionó un pequeño e importante botón en la parte posterior de la cabeza de la robot.
Clic.
La computadora de la robot arrancó y sus programas comenzaron a conectarse. Luego se puso de pie automáticamente, salió de su caja y comenzó a hablar.
—Hola, soy la unidad ROZZUM 7134, pero puedes llamarme Roz. Mientras mis sistemas robóticos se activan, te contaré sobre mí.
»Una vez que esté completamente activada, podré moverme, comunicarme y aprender. Tan sólo dame una tarea y la completaré. Con el tiempo, encontraré mejores formas de realizar mis tareas. Me convertiré en una robot mejor. Cuando no me necesites, me mantendré alejada y en buen estado de funcionamiento.
»Gracias por tu tiempo. Ahora estoy completamente activada.
—Bienvenida a la Granja de la Colina, Roz. Mi nombre es señor Shareef. Ahora me perteneces.
Roz estudió al hombre con sus ojos resplandecientes y, con voz robótica, dijo:
—Hola, señor Shareef.
—Este viejo amigo es Óscar. —El señor Shareef rascó la cabeza de su perro—. No lo verás mucho. Óscar pasa la mayor parte de su tiempo durmiendo en la casa.
—Hola, Óscar —saludó la robot.
Una sonrisa tonta se extendió por la cara del perro, que dejó escapar un gruñido de felicidad.
El señor Shareef sacó una pequeña computadora de su bolsillo. Tocó la pantalla, que mostró un mapa de la Granja de la Colina.
—Aquí estás, Roz —explicó cuando la señal electrónica de la robot apareció en el mapa—. Estarás trabajando en toda esta granja. Y, ahora que estás en el sistema, siempre puedo ver dónde te encuentras.
—¿Qué te gustaría que hiciera? —preguntó Roz.
—Puedes comenzar poniendo tu empaque en el garaje de allí. Lo guardaré, en caso de que alguna vez tenga que enviarlo de vuelta a la fábrica.
Claramente, Roz fue diseñada para recibir órdenes, porque su cuerpo automáticamente hizo lo que se le dijo. Metió los materiales de embalaje en su caja y los llevó al garaje.
Cuando Roz regresó, el señor Shareef estaba observando cómo un autobús escolar serpenteaba a lo largo del camino de terracería. Óscar ladró y salió corriendo cuando el autobús se detuvo en la parte inferior de la calzada. Una niña y un niño bajaron de un salto, y el autobús retomó su camino. Con sus uniformes escolares a juego, los niños parecían casi idénticos. Pero el niño era un poco más alto y el pelo de la niña un poco más largo. Deambularon por el camino de entrada y pasearon con su perro hasta que notaron a Roz.
—¡Un robot! —exclamó la niña, mientras corría.
—Ya era hora de que tuviéramos uno —comentó el niño.
—Es una robot restaurada —afirmó el hombre—. Es la más barata que pude encontrar, pero será una granjera decente.
—¿Cómo se llama? —preguntó la niña.
—Dijo que su nombre es Roz.
—Ese es sólo su nombre de inicio —dijo el niño—. Podemos darle el nombre que queramos. Llamémosla... ¡Farmbot!
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