Esta obra sigue los pasos de la Historia general de México, publicada por vez primera en 1976 bajo la dirección de Daniel Cosío Villegas, pero es a la vez una renovación completa de aquel proyecto original como resultado de los cambios sustanciales que ha sufrido el panorama historiográfico en los 35 años transcurridos desde la aparición de la Historia general. Los 24 autores que participan en la obra aportan, en 16 capítulos, una mirada equilibrada pero puesta al día para interpretar la historia mexicana.
AA. VV.
Nueva historia general de México
ePub r1.0
Himali 08.12.14
Título original: Nueva historia general de México
AA. VV., 2010
Ilustraciones de cubierta: murales de Diego Rivera en la escalinata del Palacio Nacional
Editor digital: Himali
ePub base r1.2
LOS HABITANTES MÁS ANTIGUOS DEL ACTUAL TERRITORIO MEXICANO
ERIK VELÁSQUEZ GARCÍA
Universidad Nacional Autónoma de México
EL POBLAMIENTO DE AMÉRICA
Durante el último millón de años nuestro planeta ha experimentado diez periodos de expansión glacial intercalados con sus respectivas mejorías climáticas, caracterizadas por un aumento en la temperatura global y el retroceso del hielo a los casquetes polares. En términos geológicos nos encontramos en una baja edad glacial, puesto que el agua congelada aún se encuentra en las regiones Ártica y Antártica, así como en las altas montañas. Este frágil periodo de estabilidad climática comenzó hace 9000 años y permitió el desarrollo de la agricultura y la civilización humana.
La última de estas épocas cálidas ocurrió hace unos 82 000 años y la siguió un periodo de cambios frenéticos que duró desde 70 000 hasta 7000 a. C. Para dar una idea de la inestabilidad climática ocurrida durante este tiempo, podemos decir que en él tuvieron lugar graduales enfriamientos que hicieron expandir los mantos glaciales hasta cubrir vastas porciones de Norteamérica y el Viejo Mundo, lo que causó un descenso del nivel medio del océano de hasta 120 metros. No obstante, la glaciación no representó una era de temperaturas gélidas estables, puesto que a lo largo del mismo periodo tuvieron lugar bruscos calentamientos; algunos de ellos probablemente no rebasaron el lapso de una vida humana y provocaron que se retrajeran los casquetes de hielo y que vastas planicies costeras se inundaran. Es preciso aclarar que estas fases cálidas eran relativamente breves, pues las zonas glaciales lentamente volvían a expandirse. Fue durante esta difícil era de fluctuaciones climáticas estrepitosas cuando el hombre moderno (Homo sapiens sapiens) comenzó a poblar el continente americano, al que llegó en distintos momentos y en diferentes oleadas migratorias, sin duda simultáneas al desplazamiento de especies animales.
Complejos datos lingüísticos (glotocronología), biogenéticos (ADN mitocondrial) y dentales sugieren que el origen del hombre americano se encuentra en el noreste de Asia, cerca del Lago Baikal, en una región que se ubica entre los ríos Amur y Lena (Rusia), antiguamente poblada por gente del tronco racial mongólico. No obstante, los especialistas no han llegado todavía a un consenso sobre el número y antigüedad de las migraciones que tuvieron lugar, aprovechando el descenso del nivel del agua que dejó visibles amplias llanuras hoy sumergidas bajo el Mar de Bering.
Un grupo de estudiosos sostiene la hipótesis de que hubo una remota migración premongólica ocurrida hace 70 000 o 60 000 años, seguida por otra que tuvo lugar hace 50 000 o 40 000, aunque para ambos desplazamientos existe muy escasa evidencia arqueológica. La migración que procedía del Lago Baikal puede haber acaecido hace 30 000 o 15 000 años y fue el origen de los hombres que poblaron el continente, los cuales se movieron con dificultad y gradualmente de norte a sur, a través de las costas occidentales liberadas del efecto glacial. Una nueva oleada de grupos humanos atravesó de Asia a América hace entre 15 000 y 10 000 años, y constituyó la base de los grupos que se establecieron en el noroeste de Canadá. Finalmente, los ancestros de los pueblos aleutoesquimales debieron de haber arribado hace 9000 o 6000 años, cuando ya había terminado el Pleistoceno y se iniciaba el Holoceno.
Conviene decir que durante años algunos estudiosos han abogado por rutas de migración complementarias a las del Mar de Bering. Los datos arqueológicos y de radiocarbono sugieren que el hombre ya habitaba hace por lo menos 32 000 años en un paraje del estado de Piauí, Brasil, conocido como Serra da Capivara (sitio de Pedra Furada). Estimaciones más audaces, sin embargo, datan la presencia humana en ese lugar hasta 60 000 años antes del presente. Esto ha hecho pensar a los científicos en una ruta alternativa de migración de África a Sudamérica, cuando el nivel del Atlántico se encontraba 120 metros más abajo, lo que no sólo acercaba las costas de ambos continentes, sino que debió de haber dejado al descubierto múltiples islas ahora sumergidas.
Sea como fuere, muy poco se sabe sobre el estilo de vida de estos primeros pobladores, salvo que debieron estar organizados en pequeños grupos nómadas que recolectaban vegetales, larvas e insectos, cazaban animales pequeños y medianos y probablemente complementaron su dieta con carroña, peces y mariscos capturados en las costas y ríos. También se sabe que, en términos generales, los pobladores más antiguos tenían cabezas alargadas y estrechas (dolicocéfalos), mientras que los más recientes poseían cráneos cortos y anchos (mesocéfalos y braquicéfalos). Finalmente, se cree que la dirección de los primeros flujos migratorios que procedían de Asia tuvo lugar de norte a sur, seguida por otra de oeste a este y que, por último, hubo otra de sur a norte cuando se retrajeron los mantos glaciales que cubrían parte de Norteamérica.
LA ETAPA LÍCTICA (33 000-5000 a. C.)
Los primeros 28 milenios de la historia de México reciben el nombre de Etapa Lítica, en virtud de que sus horizontes cronológicos obedecen a la morfología de sus herramientas de piedra, las cuales constituyen el material que mejor se ha preservado. En contraparte, de este periodo sólo se han recobrado los restos óseos de 41 individuos, que proceden a su vez de 24 hallazgos arqueológicos, aunque la evidencia material de estos hombres es muy desigual, ya que va desde una sola pieza dental hasta un esqueleto completo. Una serie de fogones y huesos de animales consumidos completan todos los datos arqueológicos que tenemos sobre esta larga etapa. La mayor parte de los especialistas mexicanos fragmentan tan dilatada época en Arqueolítico (33 000-12 000 a. C.), Cenolítico temprano (12 000-7000 a. C.) y Cenolítico tardío (7000-5000 a. C.). No obstante, conviene decir que los académicos estadounidenses utilizan una división cronológica diferente, pues llaman a estos periodos Lítico o Paleoindio (33 000-8000 a. C.) y Arcaico temprano (8000-5500 a. C.).
En términos generales puede decirse que la Etapa Lítica se refiere a un largo periodo de nomadismo, recolección, caza y pesca, que abarca los últimos milenios de las glaciaciones pleistocénicas, así como el ascenso de la temperatura global que dio origen al clima del presente. Todo ello estuvo acompañado por necesarios cambios en la tecnología, pero es muy poco lo que se conoce sobre las transformaciones de la organización social y de la cosmovisión. Los estudiosos piensan que en tales etapas prolongadas había una baja densidad demográfica y la población estaba muy dispersa. La gente vivía temporalmente en cuevas, abrigos rocosos o en campamentos al aire libre hechos de materiales perecederos, por lo que su ajuar era muy ligero y limitado. Gran parte de la información que se tiene sobre este periodo procede de arriesgadas comparaciones etnográficas con pueblos de recolectores-cazadores que todavía existían en el mundo hasta tiempos recientes. De ello se ha inferido que las bandas trashumantes de aquella época estaban unidas por lazos de parentesco, reconocían un antepasado común y se juntaban en macrobandas durante la estación fértil para intercambiar parejas. A pesar de constituir sociedades igualitarias, respetaban ciertas jerarquías determinadas por el sexo y la edad; contaban con una división básica del trabajo, en la que las mujeres se dedicaban a la recolección, mientras que los hombres salían de cacería. Tenían territorios fijos de nomadismo, que recorrían cíclicamente aprovechando los recursos naturales de cada estación, por lo que su alimentación era más rica, abundante y variada que la de los pueblos sedentarios. Finalmente, procuraban respetar los territorios de los pueblos vecinos.