SIN
TOCAR
FONDO
Ningún ser humano experimente
lo gue no puede soporter
Ángela Ortiz
Sin tocar fondo
© 2011 Ángela Ortiz
1ª Edición 2010
2ª Edición 2011
Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América.
Grupo Nelson, Inc. es una subsidiaria que pertenece completamente a Thomas Nelson, Inc. Grupo Nelson es una marca registrada de Thomas Nelson, Inc. www.gruponelson.com
Ediciones Noufront
Ctra. del Pla de Sta. María, 285 nave 9 (polígono industrial de Valls)
43800 VALLS - Tarragona (España)
Tel. 977 606 584
info@edicionesnoufront.com / www.edicionesnoufront.com
Diseño de cubierta e interior: produccioneditorial.com
Fotografías de cubierta: Istockphoto y foto de Marta cedida por Ángela Ortiz
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
Depósito Legal:
ISBN: 978-84-92726-85-1
Impreso en Estados Unidos de América
AGRADECIMIENTOS
A Marta, mi adorada hija, por acompañarme durante diecinueve años; por ser como era y por enseñarme tantas cosas maravillosas.
A mis hijos Daniel y Ángela a los que quiero de corazón y les deseo encuentren el camino más fácil.
A mi marido, Manolo, por su gran ayuda, paciencia y cariño. A mi madre por ser una excelente madre y abuela, y a mi hermana porque siempre ha estado y está con nosotros.
A todos los amigos de Marta, en especial a María, Ana, Marta, Juan Cramazou (Crama), Loli y Virginia que supieron acompañarla en los momentos más difíciles y ofrecerle su gran apoyo. A Oscar por el sentimientos tan especial que le unió a ella. Sé que esta experiencia les ha servido a todos para crecer aún más.
A Yolanda por su constancia, prudencia y acierto durante todo mi proceso de enfermedad y duelo. Y a todos los familiares, amigos, compañeros de trabajo, profesores, padres y profesionales que nos acompañaron en nuestra sufrida experiencia, mostrándonos su apoyo.
Especial agradecimiento a mi marido, Virginia, Manolo, Yolanda y Valentín que contribuyeron en la corrección de este libro.
Finalmente, lo dedico a todos los padres y madres que perdieron un hijo. A todos ellos, mis más sinceras condolencias y mis mejores deseos de que encuentren su paz interior.
ÍNDICE
EL JAZMÍN QUE PERDURA
Ángela O. 17 de febrero del 2004 Publicada en Internet. Boletín de Renacer y Alma y Vida.
No me asombra ver la naturaleza tal cual es, pero me sorprendo al calificarla como “bella” a pesar de lo que viene y va, de lo que nace y muere.
Observo el jazmín de mi patio. No se resiente por perder algunas de sus flores, pues siempre se abrirán otras nuevas. Ayer tenía jazmines diferentes que cayeron al suelo. Yo los barrí y los tiré, pero no me afecta, porque desde mi percepción continúo viendo al árbol en su conjunto y en su expansión. Posiblemente he de aprender, metafóricamente hablando, que desde un plano universal mi niña es como un jazmín que cayó solo antes de tiempo. He de comprender que algún día, tarde o temprano, todos los jazmines existentes caerán y quedarán sustituidos por otros nuevos. Sé que es difícil porque, si me observo como jazmín, me siento casi sin sujeción ya que el jazmín que cayó formaba parte de mi rama y yo le ayudaba a crecer, le cuidaba y le daba la mano, fuertemente, para sostenerle. A cambio, respiraba su fragancia día a día y gozaba de su belleza resplandeciente.
Ahora, aún me sitúo en el árbol y siento que me toca seguir manteniéndolo vivo y bello. Aprender a sostenerse con los otros jazmines cercanos, a respirar sus fragancias y sentir su belleza, es difícil. Y lo es más aún cuando el aroma y la belleza del que cayó, obnubila la presencia de éstos.
Sí, es una lucha continua, pero se trata de una cuestión de supervivencia. En este contexto, o vives o mueres; o te sostienes o enfermas y caes. Y yo, a base de pulir y hacer brillar mi rama con sus otros jazmines, de recoger afanosamente todo lo que me pueda aportar el árbol con su sabiduría, de colocarme al sol para recibir su energía y absorber de la tierra su alimento, continúo creciendo y aprendiendo a robustecerme para no caer hasta que haya cumplido mi misión: el largo camino que deseo recorrer. Quién sabe, puede que alguien o algo observe nuestras vidas de la misma manera que yo he observado el árbol del jazmín.
La conclusión es que nada perdura, todo es pasajero. Antes o después se brota, se florece y se marchita. Todo cambia. No es sólo mi hija la que ha dado el cambio, auque sea lo que más se aprecie. Todo lo que ella fue en su niñez se quedó detrás al dar el salto a su juventud. Todo está en mi mente, en mi recuerdo, o en el recuerdo de los que la conservan en su memoria. Lo que fue a lo largo de su vida, y en lo que se quedó, así como lo que yo he sido, soy y seré, solo está en mi pasar y en mi sentir. Por eso, de mí depende avivar los sentidos para seguir observando ese jazmín grandioso del que se quedaron prendados un día mis ojos y mi corazón. Pero no desde el punto de vista de la madre que gozaba viéndola, y que ya no la va a volver a ver; sino desde la comprensión de que la vida fluctúa así, de esa manera. De mí depende el hecho de hacer que ese jazmín me muestre el camino de cómo vivir en la Verdad. De mi sentir es desde donde me convenzo, día a día, de que lo que ha sido, ha sucedido para enseñarme “lo que debo ser”, y que lo importante es crear y crecer hasta llegar a ser una flor grande y resplandeciente, un jazmín que llame la atención de “Ese que observa”.
Ella lo fue, cayó pronto, con sólo diecinueve años, pero lo consiguió. Fue una flor de jazmín preciosa, luminosa y sorprendente, que dejó una estela de luz en las múltiples flores que asomaron a su lado. Se fue con la sonrisa en los labios y con la paz de aquel que ha conseguido cumplir su objetivo. Logró en corto tiempo lo que muchos solo alcanzan a lo largo de toda su vida, o tal vez nunca. Y allá o acá, desde donde esté, noto que su energía manda con el sol un haz de luz para cuidar el árbol del que un día formó parte y del que sabe que aún hay flores, en una de sus ramas, que viven con su recuerdo y con su amor.
El tiempo es una ilusión, todo pasa, todo cambia, nada es igual que ayer. Debemos aprender a ver nuestras vidas igual que se contempla el jazmín de mi patio: bello, sencillo, conforme, cambiante, pero siempre vivo.
“Vivimos siempre juntos, y moriremos juntos,
allá donde vayamos seguirán nuestros asuntos.
No te sueltes la mano, que el viaje es infinito,
y yo cuido que el viento no despeine tu flequillo.
Y llegara el momento en que las almas se confundan en un mismo corazón.”
Nacho Cano
(Estrofa de canción: Vivimos siempre juntos)
Poco después de morir mi hija solía escuchar atentamente esta canción cuando conducía sola en mi coche y, a la vez que lloraba, sentía un profundo bienestar. Una y otra vez entonaba las estrofas en un intento firme de afianzar la letra y, casi sin darme cuenta, me surgía la pregunta misteriosa de cómo llegar a vislumbrar su mensaje. Ahora, después de pasado un tiempo, he logrado despejar muchas incógnitas.
Hoy, 19 de enero del año 2007, cuando se cumplen tres años del fallecimiento de Marta, y cuatro y medio de su enfermedad, me he propuesto hacer lo que deseo desde hace tiempo: expresar los hechos más significativos que he vivido desde sus inicios hasta ahora. Me hubiese gustado no tener que contar ninguna historia, porque ello significaría que no habría sucedido tal adversidad o, al menos, hubiese preferido contarla con otro final, como advertí que lo haría cuando creía en su curación, pero no ha podido ser.
Página siguiente