Mariana Carbajal
Yo te creo, hermana
Aguilar
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A mis hijxs, Fede y Cami.
A las mujeres que todavía no se animaron a contar.
—Yo ya no hablaba del tema hacía años, me hace mal. Pero acepté contarlo porque pensé: “A lo mejor sirve”.
—Yo tampoco quería hablar. Pero anoche me tiró el auto encima, por eso vine.
Como parte de su trabajo periodístico, Mariana Carbajal entrevistó durante años a cientos de mujeres, lesbianas, travestis y trans de toda la Argentina y escuchó sus historias de discriminación, maltrato, acoso o abuso. Situaciones ocultadas por vergüenza o expuestas ante oídos sordos; justificadas porque “sos mujer”, porque “las cosas —los hombres— son así”; y que empiezan a visibilizarse a partir de un acompañamiento colectivo cada vez más potente.
Los testimonios de enfermeras, abogadas, mujeres en situación de prostitución, estudiantes, empresarias, militantes políticas, gremialistas, periodistas, monjas, empleadas, obreras, artistas, madres, hijas, abuelas, personas con cuerpos feminizados que integran este libro componen un fresco perturbador que expone las formas, la magnitud y la profundidad del machismo en nuestra sociedad. Relatos expresados por primera vez o denunciados hasta el cansancio, que se agravan según el ámbito, la edad, la ocupación, la etnia y la posición social.
Yo te creo, hermana es un documento único, un mosaico de voces indignadas, avergonzadas, emotivas, cándidas, rebeldes, de quienes ya no se resignan, como las millones que hoy se atreven a salir a las calles y luchar en todo el mundo.
MARIANA CARBAJAL
Nació en Temperley. Es licenciada en Periodismo (Universidad Nacional de Lomas de Zamora) y escribe para Página/12. Ha sido pionera en abordar temáticas que estaban invisibilizadas en los medios, como el impacto de la violencia machista en la Argentina. Es autora de los libros Maltratadas. Violencia de género en las relaciones de pareja y El aborto en debate. Aportes para una discusión pendiente, entre otros. Por sus artículos en prensa y su trabajo en televisión sobre los derechos de las mujeres, recibió numerosos premios, como el Lola Mora a la Trayectoria (2017). Ha sido impulsora del movimiento Ni Una Menos y forma parte de la Red Par, Periodistas de Argentina en Red por una Comunicación No Sexista. Es docente, y dicta cursos y talleres sobre periodismo con enfoque de género y derechos.
Foto: © Comodines S.A.
Otro título de la autora en megustaleer.com.ar
Carbajal, Mariana
Yo te creo, hermana / Mariana Carbajal. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Aguilar, 2019.
(Aguilar)
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-735-221-4
1. Investigación Periodística. 2. Testimonios. I. Título.
CDD 070.44
Diseño de cubierta: Penguin Random House Grupo Editorial / Agustín Ceretti
Edición en formato digital: marzo de 2019
© 2019, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A.
Humberto I 555, Buenos Aires
www.megustaleer.com.ar
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ISBN 978-987-735-221-4
Conversión a formato digital: Libresque
Introducción
No recuerdo si tenía 8 o 9 años —tal vez eran menos—, pero lo que nunca olvidé fue esa sensación incómoda en mi cuerpo, esas ganas de escapar de una situación que me resultaba incomprensible. Siempre que visitábamos a esos parientes, un adolescente de la familia, que me duplicaba en edad, me invitaba a sentarme en su falda. Me abrazaba y yo sentía que debajo de mi cola algo crujía, se movía, cobraba vida. Yo trataba de escapar pero él me retenía, aunque no había violencia física. Por el contrario, el gesto era cariñoso. Me daba conversación, me mostraba su escritorio. Siempre en esa posición, sobre su falda. Sucedía en su cuarto, cuando me asomaba a ver qué estaba haciendo. Recuerdo los rayos del sol filtrándose por las ventanas que daban al balcón, en aquella casa antigua, de dos plantas, con pisos de pinotea. No sé cuántas veces sucedió, pero fue más de una y no pasó de eso. Esa incomodidad quedó inscripta en mi registro corporal; es un recuerdo indeleble. Ya de adulta y como a las pasadas, se lo conté a mi madre. Con él no lo hablé nunca. No pude.
Cuando tenía 10 u 11 años, vi por primera vez un pene en la vía pública. Me lo mostró un tipo apoyado en una moto, en la esquina de la avenida Hipólito Yrigoyen y Loria, a media cuadra de mi casa, en pleno centro de Lomas de Zamora. Yo había cruzado la avenida para hacer un mandado, y ahí estaba el tipo, impune, mostrando su pene erecto con intención de asustar a una niña. Y aunque no entendí del todo lo que pasaba, me asusté. Todavía recuerdo esa sensación de flojera en mis piernas, el corazón que latía desbordado, las lágrimas incontenibles. No fue más que una “exhibición obscena”, pero suficiente para entender que había hombres que con solo eso, mostrar una parte de su cuerpo que yo no quería ver, podían hacerme temblar de miedo.
Me gustaba jugar al fútbol y jugaba con mis compañeros de la Escuela N° 37, de Temperley. Aprovechábamos que las calles estaban cortadas porque las iban a pavimentar y nos apropiábamos de esas canchas improvisadas. Me decían marimacho. No me ofendía. Me halagaba. Desde mi infancia supe que ser varón significaba tener privilegios.
En la adolescencia jugué al hockey. Volvía de los entrenamientos en el 278, que me dejaba en la estación de Banfield. Eran las 9 o las 10 de la noche y para llegar a la casa donde nos habíamos mudado tenía que cruzar las vías del tren por un túnel solitario y con olor a pis. El palo de hockey era mi arma, mi escudo protector. Nunca lo usé para eso, pero creía que podía defenderme si era necesario. Cruzarse con un hombre, en un corredor oscuro, podía ser peligroso. Lo aprendíamos. Lo sentíamos. Ellos, en cambio, caminaban seguros. Era parte de sus privilegios masculinos.