No es fácil encontrar tu sitio en el mundo de Minecraft cuando eres solo un pequeño cubo verde. Pero Bert ya sabe lo que quiere ser: ¡el mejor diseñador de moda de todo el mundo! Aunque es difícil vestir a un cubo sin piernas ni brazos...
PREFACIO DE AYPIERRE
Slime significa «viscoso».
Es imposible que un enemigo tenga un nombre mejor traído que ese.
Esa masa gelatinosa y saltarina ha acabado convirtiéndose en uno de los monstruos más conocidos del universo del videojuego.
Todo empezó en 1986 con el famoso RPG japonés Dragon Quest, donde salía un slime que se convirtió en la mascota del juego. Después de salir en varios títulos más o menos conocidos (los más recientes son Slime rancher o Slime-san), quedó claro que Minecraft tenía que tener una versión propia del monstruo.
El slime de Minecraft es una criatura insólita y misteriosa. Habita las profundidades y podemos encontrarlo en las grutas más oscuras y escondidas del mundo. Por ello, su estilo de vida es bastante desconocido. Pero ni corto ni perezoso, cogí mi casco de explorador, mis trastos de espeleología y, armado con mi pico fiel, me puse a explorar ese mundo subterráneo plagado de trampas mortales y de criaturas sanguinarias. Después de superar numerosos peligros, pude adentrarme en las galerías más profundas, esas a las que no llega la luz del sol.
Me costó un rato largo poder vislumbrarlos. Menudo espectáculo: un montón de monstruos viscosos sin brazos ni piernas, saltando en todas direcciones.
¡TOMA ALIMAÑA!
El caso es que el slime tiene un mecanismo de defensa curioso: tiende a dividirse cuando le pegas, y se convierte en varios miniclones de él mismo.
Pero pese a que sean mini, no podemos tomarnos a la ligera a estas alimañas. He vivido muchos finales vergonzosos en los que un enjambre de minislimes me empujaba a la lava.
Lo malo de los slimes es que son muy útiles para las construcciones en redstone.
Si sabes usarlos bien, con los residuos que dejan puedes conseguir maravillas: puertas automáticas, máquinas voladoras, lanzatorpedos… Sin contar con los innumerables rompecabezas que se han podido resolver gracias a algunos bloques de slime o a pistones pegajosos colocados con perspicacia.
Con que te diga que al final he creado una granja de slimes… Así no tengo que arriesgar la vida para ir a buscarlos.
Y claro, ¡qué sorpresa cuando descubrí las aventuras de Slibertius! Antes de leer su diario, estaba muy lejos de sospechar que un slime pudiera tener cualquier otra ambición que no fuera acabar siendo un mecanismo de una máquina redstone. Aunque, pensándolo bien, supongo que ser un bloque o un pistón no es un final muy atractivo que digamos.
Pero ¿estilista? Increíble. Te deseo mucha suerte, querido Slibertius. Te hará falta para triunfar en el mundo de la moda sin brazos ni piernas.
DÍA
HE VISTO MI REFLEJO EN EL AGUA DEL PANTANO Y HE SUSPIRADO.
Este soy yo, Slibertius, pero todo el mundo me llama Bert .
Soy un slime.
Odio ser un slime.
A ti tampoco te gustaría, ¿a que no?
Siempre estamos pegajosos y viscosos y no tenemos una forma definida. No somos más que cubos pringosos.
Y POCO PUEDES HACER SI NO ERES MÁS QUE UN TROZO DE GELATINA.
Me obligué a apartar la mirada mientras renegaba. Era muy deprimente. Si fuera un esqueleto, un zombi o una bruja… o una vaca, o un cerdo incluso. Todo eso molaría más que ser un slime. Ellos al menos tienen cuatro patas. Andan, corren y galopan. Pero yo… me desplazo saltando.
¡SALTANDO!
Es muy denigrante.
Y mientras iba a saltitos de aquí para allá en busca de minecraftianos a los que morder, recitaba un poema que me había inventado para amenizar los botes.
Salta a la hierba,
hop, eres una cebra.
Salta una hoja,
hop, eres una foca.
Salta a un árbol,
hop, eres un huargo.
Salta a un tocón,
hop, eres un mojón.
Intenté mejorar el último verso pero no me salía nada y me cansé de jugar. De todos modos, es que había olido algo interesante.
¡MINECRAFTIANOS!
¡No hay nada como unas dentelladas a un buen minecraftiano para subirte la moral! Si mi olfato no me engañaba, cosa que no pasaba nunca, eran tres y estaban reunidos alrededor de una hoguera, justo en su punto de madurez.
Dejé que mi nariz me guiara (¿qué, no sabías que los slimes tenemos nariz? Pues sí, lo que pasa es que es tan viscosa que se hunde en medio de nuestra viscosidad general, es parte de nuestro camuflaje). Bueno, eso: que mi nariz me guio y enseguida localicé las llamas titilantes de la hoguera.
—¡UN SLIME!
¡COGED LAS ESPADAS !
Al verme llegar, los humanos se dispersaron, asustados, y escogí al azar a uno de ellos. Salté con todas mis fuerzas y aterricé a su lado. ¡Estaba tan nervioso que se le cayó el arma!
Sus amigos trataron de confundirme, pero cuando un slime ha escogido a su presa, ya nada puede hacer que cambie de opinión, y el minecraftiano no era rival para mi omnipotencia.
Poco después estaba saboreando un delicioso bocado, mientras sus amigos llevaban ya rato en las profundidades del pantano.
Eso sí que son buenos amigos. Ni siquiera habían intentado enfrentarse a mí para salvar a su colega. Una pena, la verdad. Todavía me quedaba sitio para un buen postre…
DÍA
Aunque el festín de ayer me ha levantado el ánimo, no ha cambiado nada en lo relativo a que no soy más que un slime y sigo siéndolo. Todo lo que me rodea me lo recuerda a todas horas. El agua del pantano es como un espejo gigante y, allá donde vaya, me recuerda lo feo que soy. Confieso que no tanto como un humano, pero casi casi.