© por HarperCollins México, S.A. de C.V.
Publicado por HarperCollins México
Tampico No. 42, 6º piso.
06700, Ciudad de México.
Título original: With My Eyes Wide Open: Miracles and Mistakes on My Way Back to KoRn
Copyright © Brian Welch 2016.
First published in 2016, by Nelson Books, an Imprint of Thomas Nelson.
Nelson Books and Thomas Nelson are registered trademarks of HarperCollins Christian Publishing, Inc.
All rights reserved.
Todos los derechos están reservados, conforme a la Ley Federal del Derecho de Autor y los tratados internacionales suscritos por México. Prohibida su reproducción total o parcial en cualquier forma o medio, incluidos los digitales, sin autorización expresa del titular del derecho de autor.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares y situaciones son producto de la imaginación de los autores o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos comerciales, hechos o situaciones, son pura coincidencia.
Epub Edition October 2018 9786078589159
ISBN: 978-607-97654-3-9
Traducción: Sidharta Ochoa
Impreso en México
Índice
Guide
—Déjame ver tus brazos.
—No.
—Jennea, estoy hablando en serio, haz la laptop a un lado y déjame ver tus brazos—.
Me acerqué para tomar su brazo derecho pero me apartó. Tomó las mangas de su camiseta de tal forma que se cubrió hasta las muñecas. Luego se movió hasta el extremo más lejano del colchón que se encontraba tendido en el suelo.
—¡No, papá! ¡Déjame en paz! —subió el volumen de la canción de Blink 182, “Always” en su MacBook, y puso fin al silencio incómodo entre los dos.
—¿Por qué? —pensaba mientras me masajeaba las sienes—, ¿por qué ahora?
Este no era precisamente lo que esperaba para Navidad como “tiempo de calidad” entre padre e hija. Estábamos con mis padres en Bakersfield California, siempre los visitábamos durante las vacaciones y a Jennea le encantaba ir. Pero este año todo era diferente.
Recién regresaba a mi banda. Habían pasado ocho años desde que había dejado KoRn. Estábamos de vuelta en el estudio escribiendo nuevas canciones y preparándonos para grabar un nuevo álbum. Pare cía como si no hubiera pasado ni un solo día lejos del grupo. Se sentía genial estar de regreso.
Lo curioso era que gran parte de la razón por la que dejé KoRn en el 2005 había sido porque quería estar más tiempo con Jennea. Ella pasó los primeros cinco años de su vida bajo el cuidado de una y otro niñera o de amigos y familiares como si fuera una pelota de fútbol, mientras yo viajaba alrededor del mundo.
Entre las constantes giras, el divorcio, la parranda, y todo el estilo de vida del Rock & Roll, me di cuenta que la vida de Jennea, estaba llena locura e inestabilidad que yo mismo había provocado. Ahora que estaba sobrio; lo que quería era recuperar el tiempo perdido y darle un poco de estabilidad a mi hija.
Por un tiempo las cosas estuvieron bien, me lancé como solista, y pasaba mucho más tiempo en casa. Incluso cuando me iba de gira, Jennea iba conmigo, pero por alguna razón cuando cumplió catorce años las cosas fueron de mal en peor. Tal vez era mi culpa. La saqué de la escuela después del séptimo grado y la había inscrito en un programa de escolarización por internet para que pudiera ir conmigo a las giras cada vez que eso fuera posible. Me pareció una buena decisión en aquel entonces, pero ahora, ya no me lo parecía.
Los meses anteriores mi hija se había vuelto cada vez más retraída y depresiva. No quería salir a ninguna parte o realizar actividades. Teníamos peleas épicas casi diariamente por cosas tan insignificantes como que hiciera la tarea, o que limpiara su cuarto, o por el hecho de que pasaba demasiado tiempo en Facebook.
Facebook.
Caray, no empecemos a hablar de Facebook.
Últimamente parecía que lo único que hacía Jennea era estar recluida en su recámara diciendo estupideces en Facebook con sus amigos de Phoenix. No conocí a todos sus camaradas, pero ciertamente odiaba a algunos de ellos. Bueno, quizá no personalmente a los chicos. ¿Qué tanto se puede odiar a alguien que nunca has visto? Lo que sé, es que odiaba la influencia que estaban teniendo en Jennea. Las redes sociales se estaban convirtiendo en una adicción para ella. Y créanme que conozco algunas cosas sobre la adicción. Fue en los noventas cuando KoRn dominaba la escena metalera que yo era el amo y señor de las adicciones. Metanfetamina. Pastillas. Alcohol. Cocaína. Yo era un consumidor empedernido de cualquier droga que pueda nombrarse.
El problema central con las adicciones es que se apoderan de tu alma. Te convierten en alguien más, y te hacen comportarte de maneras que sobrio no lo harías ni en un millón de años. Pierdes el control. Y, caray sí que tomas decisiones estúpidas. Podría escribir un libro entero en torno a todas las decisiones estúpidas que tomé cuando era adicto a las drogas. Bueno de hecho, ya lo hice.
Yo pagaba cualquier precio por consumir drogas, y mi hija Jennea pagaba cualquier precio para estar conectada a Facebook.
Miré de soslayo sobre el hombro de Jennea y vi la barra azul atravesar la parte superior de la pantalla de la computadora.
Indicativo de que estaba conectada a Facebook.
Después vi la foto de perfil de la persona con quien conversaba y se trataba del niño que específicamente le había pedido a mi hija que dejara de hablarle. Mi cuerpo se tensó. Es sorprendente la manera en que una adolescente menuda puede desatar la furia de un padre. Tuve esa sensación de ahogo que precede a la pérdida de control.
—”Jennea”—traté de mantenerme tranquilo y hablar de manera suave. No quería tener un drama enfrente de mis padres, sobre todo en Navidad. Ellos sabían que las cosas habían sido difíciles entre nosotros este año, pero creo que no se daban cuenta de la magnitud de los problemas que teníamos.
—”Te dije que no quería que hablaras con ese chico”.
—”Pero, papá...”
La paré en seco.
—”No, Jennea. Ya fue suficiente. Todo este asunto de las redes sociales, ya se acabó para ti. Tienes que terminar con esto ya. Ya no puedes usar Facebook”.
Nuestros ojos se encontraron como los de dos oponentes en una pelea de la UFC. Estaba harto. En esta ocasión no iba a ceder más.
—”Tu no entiendes”—me dijo, incorporándose— “¡Mis amigos son los únicos que evitan que sienta deseos de matarme!”—.
“Ouch” —eso me hirió en lo profundo—.
Respiré profundamente y traté de tranquilizarme pero la verdad era que no tenía idea de cómo responder a eso. ¿Qué es lo que se supone que debes de decir cuando tu pequeña hija dice que se quiere suicidar? Instintivamente di un paso hacia ella pero se retrajo. Sus dedos presionaban los bordes de las mangas sobre sus muñecas. Pude ver como las lágrimas estaban a punto de reventarle los ojos. Yo también luchaba contra mi propio llanto. En esta ocasión estaba determinado a mantenerme ecuánime.
Me tranquilicé y tomé un último gran respiro.
—”Jennea”—le dije con calma, —”déjame ver tus brazos”—. Jennea solo se quedó sentada sin moverse así que caminé alrededor de la cama, me acerqué y tomé su brazo derecho arremangando la camiseta.
Mi corazón pareció detenerse y una oleada de náuseas se apoderó de mí. El brazo de Jennea estaba cubierto con docenas de cortadas horizontales, sangrantes aún que corrían de la muñeca hasta el hombro. Después subí la manga izquierda y encontré exactamente lo mismo. Me quedé estupefacto. Mi cabeza daba vueltas.¿Cómo pudo pasar esto?¿Qué es lo que hice mal?¿Qué fue lo que pasó para que mi niña se sintiera así de mal consigo misma?