AGRADECIMIENTOS
A Bruno, Lola y Chloe. Habéis sido mi verdadera luz en estos meses tan difíciles que hemos vivido. No sé qué sería de mí sin vosotros. Os quiero.
A Lucas. Gracias por todo. Son demasiadas cosas para enumerarlas, así que simplemente diré que te quiero, PapaLucas.
Al gran Joseteto. Gracias, papá, por ser el mejor catador de dulces. Lo único es que quizá, y solo quizá, tenemos que mejorar un poco la parte de la crítica, ¡no puede ser que todo siempre te parezca bien! Eres genial.
A mi querido ratón. Mamá, eres la mejor madre del mundo. No pesas un ingrediente ni te fijas en la temperatura del horno ni aunque te paguen, pero eso no quita para que me hayas enseñado las mejores recetas y, sobre todo, el cariño por la cocina y por compartirla con los demás.
A Lourdes, Chucha, Feli y Koké, mis consejeras a distancia. Gracias por aguantar mis constantes whatsapps llenos de fotos de postres, pese a que por la distancia y los confinamientos perimetrales no hayáis catado ni uno, y por contestar todas mis dudas sobre las recetas que tomabais de pequeños. Y, sobre todo, sobre todo, gracias por enviarme tantísimas recetas recopiladas del baúl de los recuerdos. Gracias.
A Ángeles Aguilera, por haber confiado en mí de nuevo. Gracias. De verdad.
A mi equipo de Alma’s Cupcakes. Ari, Susana, Angélica. Sois lo más. Gracias.
A Paz. Gracias por estar ahí.
A mi abuela Visi, a mi abuela Felichu, a la tía Paquita, a la tía Tere y, en general, a todos nuestros mayores, los que están y los que ya no están, y gracias a cuya memoria y a tantas libretas desvencijadas se han ido conservando estas recetas. Sois vosotros el corazón de este libro, y ojalá sean muchos más los libros que nos permitan recuperar todas esas recetas que, lamentablemente, en muchos casos se están perdiendo.
Y, por supuesto, GRACIAS a todas las personas que me seguís. Gracias por estar siempre ahí. Gracias por vuestras constantes muestras de cariño, por los miles de besos y abrazos en las firmas de libros, por cada comentario cariñoso, por vuestra compañía en los directos, por confiar siempre en mis recetas… Lo mejor de escribir un libro es compartirlo con vosotros. Ojalá en esta ocasión podamos por fin compartir de nuevo firmas de libros y abrazos. Lo echo mucho de menos.
MIS RECETAS FAVORITAS DE TODA LA VIDA
Hay recetas que deberían ser eternas. Hablo de esas recetas «de toda la vida», que devorábamos de pequeños, que nos acompañaban en los cumpleaños familiares, que tomábamos en ocasiones especiales o en todas nuestras meriendas. Recetas que, lamentablemente, muchas veces se han ido quedando en el olvido o se han perdido en viejos cuadernos donde estaban garabateadas a lápiz. Recetas que estaban solo en la memoria de nuestros abuelos o abuelas, que las hacían a ojo y «con lo que admita» y que, por falta de tiempo o de ocasión, nunca llegamos a anotar con detalle. Recetas, en resumen, que forman parte de lo que somos y de lo que hemos sido y que, cuando desaparecen, se llevan con ellas una parte de nuestros recuerdos.
Siempre recuerdo el arroz con leche que hacía una tía de mi madre, Elvira. Yo apenas la conocía, tan solo coincidí con ella unas horas, con catorce o quince años, en una visita a Oviedo. En aquella ocasión comimos en su casa y probé su arroz con leche con merengue. Puedo afirmar, sin ninguna duda, que era el mejor arroz con leche que había tomado hasta ese momento (y que en los años posteriores jamás he probado uno mejor). Durante años, después de ese día, muchas veces comenté con mi madre que teníamos que pedirle la receta la próxima vez que la viéramos…, pero lamentablemente Elvira nos dejó y aquella receta, que merecería haber sido compartida y disfrutada por generaciones posteriores, se perdió para siempre.
Así que, por todas esas recetas que se han ido perdiendo, por todas esas abuelas y abuelos y sus recetas «a ojo» que nadie llegó a apuntar, por todos los recuerdos felices que asociamos a algún dulce, por todo eso, en este libro recojo algunas recetas de toda la vida. Pensándolo bien, quizá debería decir de toda «mi» vida porque, al final, la selección es muy personal y está marcada, sobre todo, por las recetas que me hacía mi abuela o que preparaba mi madre en mis cumpleaños cuando era pequeña, por recetas con las que he crecido o recetas de las que he disfrutado en momentos muy especiales.
Recetas que han sido y son importantes para mí e incluso algunas que pertenecen a mi memoria más reciente y que espero que, cuando mis hijos Bruno, Lola y Chloe crezcan, las recuerden como recuerdo yo ahora las que mi madre me hacía de pequeña. En todo caso, estoy segura de que muchos encontraréis en este libro recetas con las que también vosotros crecisteis y, sobre todo, espero que esto os anime a rebuscar entre los libros de cocina de la familia, a revisar los cuadernos de espiral llenos de recetas a medio copiar y garabatos medio borrados, y a no perder ese patrimonio cargado de recetas que todos tenemos a nuestras espaldas y que es trágico que desaparezca.
Nuestros recuerdos reviven muchas veces a través del paladar, y es precioso poder recordar a la gente que más queremos y más hemos querido a través de un dulce o una receta especial.
¿Empezamos?
ANTES DE NADA, PERDÓN
Efectivamente, pido perdón antes de empezar, porque tengo la sensación de que, pese a haber reunido cincuenta recetas que me apasionan y con las que he crecido y vivido, me he dejado en el tintero algunas que me habría encantado que estuvieran presentes. A medida que incluía recetas se me ocurrían otras tantas, pero, a riesgo de no acabar nunca el libro, fue necesario fijar la cifra máxima en cincuenta. Así que, si la receta tradicional que buscas no está, no dudes en escribirme y hacer tu petición, ¡entre las que tengo anotadas y las que se os puedan ocurrir me parece que fácilmente llegaremos a reunir otras cincuenta recetas imprescindibles para la segunda parte de este recetario!
Por otro lado, pido también disculpas si la receta que yo planteo no es exactamente como la que tú haces, o la que tu abuela o abuelo hacían, o la que manda la tradición. En este caso he recopilado y adaptado recetas, modificando algunas, siguiendo al dedillo otras; muchas son recetas tradicionales heredadas de mi familia, pero también hay algunas procedentes de diversos recetarios que han andado por casa desde mi infancia. En la repostería tradicional, más que en ninguna otra cosa, cada maestrillo tiene su librillo y, con esto, lo que te quiero decir es que si tú haces alguna de otra forma, o tu abuela o tu tía o tu abuelo te la enseñaron diferente... ¡no la cambies! Conservemos la sabiduría y la memoria de nuestros mayores mediante nuestros postres.
LOS UTENSILIOS
Para preparar las recetas de este libro he intentado utilizar la menor cantidad posible de «cacharros», un poco al estilo de nuestras abuelas, que se apañaban con lo que tuvieran. Lo único imprescindible es una báscula para pesar los ingredientes (lo de «a ojo» y «lo que admita» sí que he querido dejarlo atrás). Eso sí, no te negaré que contar con una amasadora o una