CONTENIDO
A mi esposo Jack Bell que ha hecho posible el éxito de Las Comadres Para Las Américas a través de su constante apoyo.
A mis madres Sofía Flores de Hoyos, quien me formó, y a Enriqueta Flores de la Garza quien me dio a luz.
A mis mellizos Paul y Ariel Comstock quienes me inspiran día tras día.
INTRODUCCIÓN
N o cabe duda que las relaciones de las mujeres son únicas y es única también la organización a la que le hemos dado el nombre de Las Comadres Para Las Americas®. Un estudio de la UCLA que representa un hito, determinó que ayudar a una amiga es la respuesta natural de la mujer al estrés. Se dice que estas amistades pueden traernos paz, satisfacer los vacíos emotivos de nuestras relaciones románticas y ayudarnos a recordar lo que tenemos en lo más hondo de nosotras mismas. Las mujeres somos una fuente de energía unas para otras. Y a pesar de nuestras recargadas agendas, como mujeres necesitamos un espacio para descansar durante el que podamos sostener conversaciones profundas como las que tenemos cuando nos reunimos con otras mujeres. Sin esta posibilidad, nos debilitamos.
Las Comadres Para Las Americas permite a las mujeres contar con ese tiempo y ese espacio, pero otra razón por la cual la organización resuena con miles de latinas se debe a un término del idioma español que nos distingue: comadres. Es un término que abarca algunas de las relaciones más complejas e importantes que se dan entre las mujeres. Las comadres son amigas íntimas, confidentes, compañeras de trabajo, asesoras, vecinas y madrinas de nuestros hijos. El término se utiliza también para describir a las parteras y es posible que no haya otro momento más íntimo que aquel en el que se ayuda a otra mujer a traer un hijo al mundo. El término comadre es en realidad un término y un concepto poderoso y sus connotaciones son únicas en la cultura latina. Todas las latinas reconocen la definición más común del término comadre; la que se refiere a la amistad y a la camaradería. Las comadres son las mujeres en las que saben que pueden contar, a las que pueden acudir para buscar consejo y ayuda cuando lo necesitan. Las comadres que forman parte del grupo Las Comadres Para Las Americas constituyen un sistema de apoyo que las mujeres han creado para ellas mismas en los aspectos personales y profesionales.
Las comadres adquieren un especial nivel de importancia para las latinas que viven en un mundo anglo —además de servir como fuente de tranquilidad, comprensión e inspiración— estas mujeres constituyen también un vínculo directo con su patrimonio cultural y familiar. A veces, cuando la familia de la mujer se encuentra lejos o representa un motivo de estrés para su vida diaria, el grupo de las comadres se convierte en una familia sustituta que no juzga. La amistad de las comadres puede también desarrollarse entre personas no latinas que valoran la apertura y la calidez latina en su forma de demostrar afecto.
Además de encontrar una comadre para enriquecer nuestra vida, considero que otra pieza clave del rompecabezas proviene de leer libros de autores latinos. Un viaje a través de las palabras de un escritor y otras experiencias similares pueden ofrecer la mejor conexión con otro ser humano. Esta antología fue un sueño del que Esmeralda Santiago y yo estuvimos hablando hace varios años. Ella había sido la portavoz del club de lectoras que forma parte de Las Comadres Para Las Americas y valoro su amistad desde lo más hondo de mi corazón. La idea de reunir un grupo de las voces más vibrantes de la literatura latina sobre el tema de las amistades femeninas parecía ser el siguiente paso lógico. Pero sin un club de lectoras, tal vez nunca habría habido una antología. Considero que es importante explicar por qué pensé en empezar un club de lectoras en primer lugar. Tengo grabada en mi memoria una experiencia específica que me llevó por ese camino: una joven latina de unos veinticinco años, que hacía poco se había graduado de la universidad, llegó a ofrecerse como voluntaria en mi oficina. Puesto que no contaba con recursos financieros para pagarle, le di un libro de una autora que por casualidad era también una comadre. Lo miró y dijo, “Nunca he leído nada de una autora latina”. Quedé asombrada. Entonces me di cuenta de que esa había sido también mi experiencia no hacía mucho tiempo, y que debía ayudar a cambiar esa situación. Cuando llegue la próxima latina no iniciada a mi oficina, le entregará esta antología con la esperanza de que le sirva de inspiración.
Esta colección de historias por importantes autoras latinas es una muestra de imágenes instantáneas de amigas que superaron sus momentos difíciles, pero que lograron sobrevivir sólo gracias al humor y al calor humano que las comadres pueden ofrecer, aún en los momentos más sombríos. Una comadre, o un concepto idealizado de una camaradería, pueden manifestarse también de distintas formas durante la vida de una mujer. En “Las Comais”, Esmeralda Santiago cuenta las estrechas relaciones de su madre con un pequeño ejército de coloridas comadres del ejército en Puerto Rico durante los años cincuenta, que se convirtieron en una inspiración para Santiago tanto en su vida creativa como en su vida personal. En “Cada día de su vida”, Carolina De Robertis adopta el papel de curadora para la primera novela inédita de su amiga muerta, como si se tratara del hijo de las entrañas de su comadre, de su propia carne y sangre. Si la vida es una autopista, Stephanie Elizondo Griest en “Hermanas en el camino” habla de un viaje con una copiloto desconocida cuya amistad eventual termina arrancándola de los callejones sin salida de la vida para llevar de nuevo al camino correcto.
En “Cocodrilos y chorlitos”, Lorraine López recuerda cómo una prominente aunque reticente escritora alfa en la universidad la fue guiando a través de las turbulentas aguas de la academia y de cómo López descubrió la forma de retribuirle a su manera este esfuerzo a su mentora. En América Latina, la política o la corrupción pueden separar o unir a dos mujeres en una causa. En su obra “Cartas de Cuba”, Fabiola Santiago describe una tierna amistad de la niñez que soportó la prueba del tiempo, la revolución y la pérdida de correspondencias. En “Casa amiga: En memoria de Esther Chávez Cano”, Teresa Rodríguez rinde un conmovedor tributo a una mujer que dio su vida defendiendo de la violencia a las mujeres en Juárez, México, mientras encontraba tiempo para ser comadre de miles de ellas.
Se pueden establecer profundas y duraderas amistades de forma muy rápida, y a veces en los momentos o lugares menos esperados. Cuando dos artistas con distintos estilos creativos se encontraron en un evento en la ciudad de Nueva York, en “El manual de Miranda” de Sofía Quintero, ninguna podía haber pensado que terminarían compartiendo sus sueños tanto personales como de celuloide y que se comprometerían una con otra en la enfermedad y en la salud. En “Mi maestra, mi amiga”, Reyna Grande revive los momentos difíciles que soportó después de emigrar de México sólo para reencontrarse con un padre abusivo, hasta que entró a un aula de clase y se encontró con la mujer que la inspiraría a convertirse en escritora. En “Clases de cocina”, la extraordinaria chef, Daisy Martínez, recuerda el día que invitó a tres jóvenes admiradoras que había conocido a través de una red social, a venir a su casa para preparar una exquisita cena que las cuatro saborearían durante toda la vida.
Las comadres pueden salvarnos la vida y pueden ser tan locas y arriesgadas como Thelma y Louise, quienes de no haberse tenido la una a la otra no hubieran podido abandonar una vida de relaciones abusivas con hogares desgraciados. En “Chicas anárquicas”, Michelle Herrera Mulligan encuentra en la escuela una amiga rebelde cuya actitud osada las ayuda a abrirse camino por los dolores de la adolescencia, las familias disfuncionales y las diferencias raciales. El hecho es que se ha comprobado científicamente que la amistad entre mujeres es buena para la salud y en su ensayo “De corazón a corazón”, la Dra. Ana Nogales no sólo analiza la razón por la cual una sólida red social de apoyo ayuda a evitar la depresión en las mujeres, sino que comparte sus propios esfuerzos por luchar y encontrar verdaderas comadres durante su vida. En sus propias palabras, Nogales dice, “Cuando nos reunimos con otras mujeres y nos damos cuenta de que nuestras experiencias son similares a las de nuestras comadres, creamos un espacio sagrado en el que podemos curarnos”. La última historia de esta colección demuestra que no sólo las mujeres pueden ser comadres honorarias, también puede haber compadres honorarios. Cuando Luis Alberto Urrea regresa a su antiguo hogar en Tijuana, se reúne con su amiga, más joven que él, que todavía vive en el basurero de la ciudad y le enseña a soñar. En este proceso, demuestra lo que significa ser un compadre en la actualidad.
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