Esta es una serie de relatos acerca de cómo sería caminar con Dios en el transcurso de casi un año.
Como seres humanos, nuestra gran necesidad es aprender a vivir íntimamente con Dios. Para eso fuimos hechos. Volviendo al comienzo de nuestra historia, antes de la caída del hombre, antes de que desviáramos al mundo de su eje, existía un paraíso llamado Edén. En ese jardín de vida, como estaba planeado, vivían el primer hombre y la primera mujer. Su historia es importante para nosotros porque todo lo que eran, y todo aquello que tenían, era lo que estaba planeado para que nosotros fuéramos y tuviéramos. Y lo que disfrutaban, más que cualquier otro placer de los que tenían en ese lugar, era caminar con Dios. Ellos hablaban con El y Él con ellos.
Para eso hemos sido creados usted y yo. Y eso es lo que debemos recuperar.
He dedicado demasiados años tratando de entender la vida por mí mismo. Leyendo libros, asistiendo a cursos, manteniendo siempre un ojo abierto ante aquellos que parecían entender las cosas. Me di cuenta de que a los hijos de mis vecinos parecía que les iba bien, y yo pensaba: ¿Qué es lo que ellos hacen que yo no estoy haciendo? Sus hijos están haciendo deportes. Quizás debería mandar a los míos también. Terminaba de conversar con una persona que parecía estar en la cima del mundo y después pensaba: Parece tan culta. No estoy leyendo lo suficiente. Debería leer más. Escuchaba que a un colega le estaba yendo bien en lo económico y rápidamente concluía: Él dedica tiempo a administrar su dinero. Yo debería hacerlo también. Todos hacemos eso todo el tiempo, controlamos, evaluamos, observamos y regulamos, tratando de encontrar la clave para hacer que la vida funcione.
Terminamos con una lista bastante importante. Pero el único fruto duradero parece encadenarnos. ¿Se supone que ahora debo estar leyendo, ejercitándome, controlando mi consumo de grasas o forjando un momento de aprendizaje con mi hijo?
La buena noticia es que no podemos comprender la vida de esa forma. Usted no puede dominar suficientes principios y disciplinas para asegurarse de que su vida funcione. No fue creado para eso, y Dios no se lo va a permitir. Él sabe que si progresamos sin Él, vamos a estar cada vez más lejos de Él. Comenzaremos a creer cosas terribles acerca del universo, cosas como: Puedo hacerlo yo mismo y, si solamente trabajo más duro, voy a triunfar. Ese enfoque de la vida, tratar de comprender todo, de vencer las dificultades, de ser el ganador del juego, es completamente impío. Es decir, totalmente sin Dios. Él no se encuentra en ninguna de esas consideraciones. Ese tipo de rebelión me hace pensar más en aquellos infames que levantaron la torre de Babel que en los que han caminado con Dios en el jardín en la quietud del día.
Al final, preferiría tener a Dios.
Debe haber escuchado el antiguo dicho que reza: «Déle un pescado a alguien y lo estará alimentando por un solo día. Enséñele a pescar y lo alimentará por el resto de su vida». Lo mismo ocurre con la vida misma. Si usted le da a alguien una respuesta, una norma o un principio, lo ayuda a resolver el problema. Pero si le enseña a caminar con Dios, entonces lo ha ayudado a resolver toda su vida. Lo ayudó a aprovechar una fuente inagotable de protección, consuelo y guía.
Ahora, si usted realmente supiera que tiene la oportunidad de desarrollar una conversación íntima con el más sabio, el más bueno, el más generoso y el más capaz del mundo, ¿No tendría sentido pasar tiempo con Él, en vez de trabajar arduamente por sí solo?
Cualquiera sea nuestra situación en la vida, carnicero, panadero, fabricante de velas, nuestra necesidad más profunda y urgente es aprender a caminar con Dios. Aprender a escuchar su voz. Seguirlo íntimamente. Es el cambio de acontecimientos más esencial que podría ocurrir en la vida de cualquier ser humano, ya que nos lleva a la fuente de la existencia. Todo lo demás que anhelamos puede fluir de esa unión.
Pero, ¿cómo llegamos hasta allí? ¿Cómo aprendemos a vivir con Dios, a caminar con Él cada día en la intimidad de nuestra conversación? Con el pasar de los años, he leído con anhelo las historias de los primeros discípulos, como Atanasio, que tuvo la ayuda de un gigante espiritual como Antonio, o los benedictinos con Benedicto, o los seguidores de Columbia viviendo con él en Iona, y me preguntaba: ¿Dónde es que la gente obtiene eso hoy? Esas historias se parecen a las fábulas de Esopo. Encantadoras, pero arcaicas. No conozco a nadie que viva en la misma cabaña con un consejero espiritual genuino, un mentor, un padre o un director a quien pueda revelarle los acontecimientos de su vida cada vez que quiera. Sé que tales padres existen, y oro para que aumenten. Pero mientras tanto, creo que son pocos. Muchos no tenemos esa opción. Sin embargo podemos aprender.
Puede que usted no tenga acceso a un pescador experto, pero si pudiera observar lanzar a alguien que lo ha hecho durante algunos años, aprendería mucho. Cuando Stasi y yo nos casamos, nos encantaba salir con parejas que habían estado casados por una década o dos. Había tanto que aprender escuchando sus experiencias, tanto buenas como malas. En realidad, eran las historias de sus errores las que más nos ayudaban. Por eso he descubierto que al describir mis experiencias y al poner en palabras lo que Dios me está mostrando, puedo emitir luz en sus experiencias y explicarles las cosas que Dios les está mostrando. Difundiendo estas historias no estoy sugiriendo que esta sea la única forma de caminar con Dios. Pero como dijo John MacDonald: «Como ninguna escritura es de interpretación privada, tampoco hay un sentimiento que exista sólo en un corazón humano, lo que no significa, en algún grado, que exista en todos los corazones».