Betania es un sello de Editorial Caribe, Inc.
© 2004 Editorial Caribe, Inc.
Una división de Thomas Nelson, Inc.
Nashville, TN., E.U.A.
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Título en inglés: Waking the Dead
© 2003 por John Eldredge
Publicado por Thomas Nelson Publishers
A menos que se señale lo contrario, todas las citas bíblicas
son tomadas de la Versión Reina-Valera 1960
© 1960 Sociedades Bíblicas Unidas en América Latina.
Usadas con permiso.
Traductora: Raquel Monsalve
Diseño y tipografía: Jorge R. Arias
A&W Publishing Electronic Services, Inc.
ISBN: 0-8811-3801-0
ISBN: 978-0-7180-2449-9 (eBook)
Reservados todos los derechos.
Prohibida la reproducción total
o parcial en cualquier forma,
escrita o electrónica, sin la debida
autorización de los editores.
La gloria de Dios es que el hombre esté completamente vivo.
—San Ireneo
CONTENIDO
Capítulo Doce: Como los tesoros del reino
[La aventura del deseo]
Es más difícil encontrar el camino a través del mundo que el camino más allá del mundo.
—WALLACE STEVENS
Angosto [es] el camino que lleva a la vida, y pocos son los que [lo] hallan.
—JESÚS DE NAZARET (MATEO 7.14)
Hay pocas realidades tan cruciales para nosotros como nuestra propia vida, y hay pocas verdades acerca de las cuales tengamos menos claridad.
Este viaje que iniciamos no es un camino de rosas, y la analogía no es mala. Podemos comenzar en la luz, con esperanza y alegría, y nuestro sendero parecería siempre guiarnos a los bosques, envueltos en una niebla baja. ¿Dónde se encuentra esa vida abundante que supuestamente nos prometió Cristo? ¿Dónde está Dios cuando más lo necesitamos? ¿Qué nos va a pasar a nosotros?
El efecto acumulado de días sobre años que no entendemos realmente es un desgaste sutil. Llegamos incluso a dudar de nuestro lugar en el universo y empezamos a cuestionar las intenciones de Dios para nosotros, y perdemos la noción de las cosas más importantes de la vida.
No estamos totalmente convencidos de que lo que Dios nos ofrece es vida. Hemos olvidado que el corazón es lo definitivo, y no tenemos ni idea que hemos nacido en un mundo que está en guerra.
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia.
—JESÚS DE NAZARET (JN. 10.10)
Nosotros y el mundo siempre estaremos en guerra, hijos míos. La retirada es imposible.
Vestíos de toda la armadura.
—LEIF ENGER
Se estaba acabando el combustible y la niebla se rehusaba a desaparecer. El Icy Straight [estrecho helado] se desplegaba debajo de nosotros, hermoso y amenazador. A mí siempre me gustó mucho el océano, y cuanto más embravecido, mejor. Pero era claro que éste no era el lugar preciso para que se acabara el combustible. Si por casualidad pudiéramos sobrevivir tras dejar caer el pequeño avión, apenas duraríamos unos siete minutos en esas aguas, y el rescate más cercano a nosotros quedaba a cuarenta y cinco minutos de viaje. Fantástico. Así es como sucede, pensé. Vamos a salir publicados en Selecciones. «Una familia que salió de vacaciones perdida en un accidente mortal». La lluvia y la niebla empañaban el parabrisas mientras nos esforzábamos por ver hacia adelante, buscando un espacio donde las nubes se hubieran separado. Como estos aviones no tienen radar, los aviadores de la jungla vuelan con RVF (restricciones visuales de vuelo). Si usted no puede ver hacia dónde va, entonces no puede volar. Tampoco puede continuar sus intentos de vuelo, porque el reloj que marcha sin clemencia se llama tanque de combustible. Tres minutos más, y tendríamos que regresar.
«Vamos a hacer otro sobrevuelo».
Fairweather Mountain [montaña del buen temporal], es un nombre completamente equívoco. Con un nombre como ése, usted se imagina un lugar en Hawai o en Costa Rica, con brisas cálidas, colinas verdes, el tiempo siempre bueno. Estas montañas se elevan a más de cinco mil metros sobre el nivel del mar, cerca de la costa de la parte sureste de Alaska, con precipicios escarpados y ventiscas amenazantes. En aquel lugar se presenta una de las peores condiciones meteorológicas del mundo.
El piloto daba alaridos por encima del ruido del motor: «¡Estas montañas se llaman así porque uno solamente las puede ver en buen tiempo!»
¡Qué lindo! ¿A qué atolondrado se le ocurrió esa viveza? El temor se había tragado mi sentido del humor. Las deberían haber llamado «Las cumbres congeladas de la muerte», o «Las montañas de ni se te ocurra ir por esos lados». ¿Buen clima? Por estos lados, tal vez unos veinte días al año, y eso con suerte.
Nosotros tuvimos suerte.
Además, nunca he visto algo más arrobador en toda mi vida. Descendimos a lo largo de paredes verticales de granito que se elevaban y caían miles de metros desde el suelo a ambos lados, como lo haría un gorrión entre los montes del Himalaya. ¿Esas son caídas de agua?» pregunté señalando hacia varias cascadas blancas que caían a través del aire sobre los negros acantilados.
«Avalanchas. Hoy la temperatura debe ser cálida por estos lados».
Enormes grietas en los glaciares de abajo contenían agua cristalina, de un color que no sabía que existía, entre el azul celeste y el azul marino.
«Esas grietas son tan grandes que podríamos volar en medio de ellas».
Pretendí no oír. Yo sentía que nos habíamos escapado de las garras de la muerte, y no quería darle a la muerte otra oportunidad. La belleza que ahora nos rodeaba era suficiente.
CON UNA NECESIDAD APREMIANTE DE CLARIDAD
Veinte días claros en todo el año. Eso suena como mi vida. Creo que apenas empiezo a entender de qué se trata todo realmente en esos veinte días. El resto se siente como si hubiera neblina, al igual que el espejo del baño después de tomar una ducha caliente. Usted sabe lo que quiero decir. ¿Sobre qué cosas siente usted que tiene perfecta claridad? ¿Qué me dice de su vida? ¿Por qué han sucedido las cosas de la manera que se han dado? ¿Dónde estaba Dios en todo eso? ¿Sabe usted lo que debería hacer a continuación, con una confianza profunda y tranquila de que todo va a resultar bien? Yo tampoco. Oh, a mí me encantaría despertar todas las mañanas sabiendo quién soy y a dónde me lleva Dios. Completamente en el lugar correcto en mis relaciones, sin vacilaciones y firme en mi llamado. Es maravilloso cuando puedo ver. No obstante, para la mayoría de nosotros, la vida se parece a conducir el automóvil con un parabrisas manchado y de repente el sol le pega de frente. Alcanzo a ver las formas delante de mí, y estoy casi seguro de que la luz es verde.
¿No resultaría muy provechoso tener un poco de claridad ahora mismo?
Comencemos por saber por qué la vida es tan terriblemente dura. Uno trata de bajar de peso, así solo sea un poco, pero no parece que lo vaya a lograr. Piensa en hacer un cambio en cuanto a su carrera o su ocupación, inclusive servir más a Dios, pero en realidad nunca lo puede hacer. Tal vez algunos de ustedes dan el salto, pero muy rara vez resulta de la forma en que pensaron. Usted trata de recuperar algo en su matrimonio y su cónyuge lo mira como diciendo: «¿Qué es lo que te crees?», o «¿No te parece un poco tarde para esto?», y el asunto termina en una discusión frente a los hijos. Sí, todos tenemos nuestra fe. Pero aun allí, y tal vez especialmente allí, todo parece no alcanzar la promesa. Se habla de libertad y de vida abundante, de paz como un río y de gozo inefable, pero para ser honestos, vemos muy poco de eso.
¿Por qué sucede, tal como lo dijera Tillich, que es solamente «aquí y allí en el mundo, y muy pocas veces dentro de nosotros» que vemos la evidencia de una nueva creación? Aquí y allí y muy pocas veces. En otras palabras, no mucho. Cuando las colocamos lado a lado, la
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