A mis padres, por todo, y aún me quedo corta
A Silvia, la mejor compañera en el drama
A José Manuel, por ser el principio
Este libro es para todos los que oyeron frases inolvidables como éstas: «Tómate el zumo rápido que se le van las vitaminas», «Te voy a lavar la boca con jabón», o «¿Te crees que soy la dueña del Banco de España?» Es para los niños con coderas y chándal de táctel que sabían que los cromos que regalaban en la puerta del cole llevaban droga y que hay hacer dos horas de digestión para meterse en el agua. Pero también es para los que aseguran convencidos que nunca serán como su madre. Infelices.
Aquí van las 101 frases que prometiste no repetir; la opinión de algunos expertos, como Javier Urra y Rocío Ramos-Paul —la supernanny de la tele—; la contribución de cientos de lectores anónimos que contaron su versión; y la historia de la nena, la protagonista, que sabe que lo negro del plátano no está buenísimo, por mucho que lo diga su madre. Si la tuya nunca dijo estas frases, bendice tu suerte.
Amaya Ascunce
Cómo no ser una drama mamá
Las 101 frases de tu madre que juraste no repetir
ePub r1.0
Banshee10.12.13
Título original: Cómo no ser una drama mamá
Amaya Ascunce, 2012
Ilustración de portada: Luci Gutiérrez
Editor digital: Banshee
ePub base r1.0
Notas
Agradecimientos
A todos los que habéis leído el blog, me habéis escrito y acompañado en estos casi dos años. Ojalá pudiera nombraros a todos y regalaros una chistorra campeona. ¡El viaje ha sido la leche!
A Ana Bustelo, mi editora, que me citó en el café Gijón para decirme que le interesaba el libro y me hizo la paleta más feliz del mundo. Gracias también por dejarme publicar la página de agradecimientos más larga de la historia, y eso que me dejo tanta gente…
A Cristina Iraizoz, Cristina Goñi y Maite Echeverría, por la compañía perenne y el humor. Sobre todo por el humor. A las amigas que me juntaron en el recreo y siguen conmigo treinta años después: Amaia Barea, María Hermoso de Mendoza, Laura Flamarique y Viki Huarte. A Idoia Chourraut, que sabemos que no será nunca una drama mamá. A Iban Fernández, Mari José Aliaga, Estefanía Heredero y Bruno Suárez, que me hicieron la mejor publicidad que se puede hacer, la que viene desde el cariño. A todos mis compañeros de trabajo por aguantarme todo el rollo que les he dado. A José Tercero, que me dio muchas pistas sobre el 2.0. A Beñat del Coso, porque su humor siempre es una inspiración. A Mar Moreno y su Juan, por ser mis agentes en la sombra, y alegrarse conmigo como sólo los buenos amigos saben hacerlo. A Isabel León, porque siempre me animó a escribir, incluso cuando yo era una intensa. A Javier Cid, por ir de avanzadilla en esto de publicar y tranquilizarme con las correcciones. A mis primas y tíos de mis dos familias, por la mejor campaña de promoción pre-editorial que ha conocido este país. A los Mañús, a los cuatro, por haber compartido casi todo con nosotros. A mi hermana Silvia, por tantas cosas que jamás me cabrían aquí. Silvita, qué no te diría yo. A mi cuñado Joaquín Donézar, por cuidármela tan bien y por el mejor chocolate del mundo. A José Manuel Chasco, que me hizo miles de cenas, bajó la basura, me puso bonito el blog y me preparó vermuts, mientras yo tecleaba sin descanso. Gracias por tanta paciencia y por apoyarme desde el principio, incluso por saber cuándo no importaba llorar y escribir a la vez.
Y, sobre todo, gracias a mis padres: Joaquín Ascunce y Concha Guerrero. Mamá, gracias por dejarme inventarte, mezclarte con fantasías, aguantar el tipo y saber reírte conmigo incluso cuando hemos estado sin un motivo para reírnos. Y por cuidarme tanto, tanto… Aunque esto no quita para que sepas que, si me caso, pienso llevar el pelo suelto. Las cosas como son.
Gracias a mi padre por regalarme los poemas de Bécquer con 11 años, por comprarme todos los libros que pedí y también los que no le pedí, y por decirme una vez: «Si alguna vez escribes un libro, que no sea cagándote en tus padres como hacen todos los escritores.»
CAPÍTULO 1
No te asomes a las ventanas
Este consejo es hereditario en mi familia. Mi abuela se lo decía a mi madre, mi madre me lo decía a mí. Yo no quiero decírselo nunca a mis hijos.
En qué situación lo utilizaban:
Cualquiera: si te mudabas a una nueva casa, fuera un primero o un décimo; si ibas a visitar a un amigo, aunque viviera en un chalet; si ibas de viaje, aunque fueras de camping; cuando te despedías al teléfono, por si acaso.
Cuáles eran los motivos:
—«La cabeza pesa mucho más de lo que piensas. Si te asomas a una ventana, te puede vencer el peso.»
—«Una vecina de tu tía Juani se mató limpiando los cristales. Pobrecita, con dos hijos que tenía, y lo limpia que era. Por eso se mató, por limpia.»
—«Se ve lo mismo a 10 centímetros del cristal, que sacando la cabeza por él.»
Consecuencias en mi hermana y en mí:
Cuando nos despedimos durante un tiempo o nos vamos de viaje, en vez de decir «cuídate» o «pásalo bien», decimos: «Y no te asomes a las ventanas.»
Excepciones para utilizarlo con mis posibles futuros hijos:
En caso de tornado, huracán, tsunami, plaga de langostas y juicio final.
Versiones:
Betzabe también recibió este consejo con dos justificaciones: Explicación 1: «“No te asomes a la ventana, mira que el que busca encuentra, dice la Biblia, y puedes encontrarte con lo que no andas buscando…” Yo aquí pensaba en un fantasma de inmediato y ni loca me asomo a una ventana de noche».
Explicación 2: «No te asomes a la ventana, mira que así es como las cabezas encuentran las balas perdidas y luego dicen: “¡Ay, pobrecita! La mató una bala perdida en su propia casa.”»
La opinión del experto:
«A veces a los niños hay que asustarles con los riesgos, aunque no siempre van a comprenderlo. Decirle a un niño que no meta los dedos en un enchufe no implica explicarle lo que es el sistema eléctrico, pero hay que advertirle que no debe cruzar un semáforo en rojo. A los niños se les vacuna; no siempre les gusta, pero es necesario. Ésa es la responsabilidad de los adultos.» Javier Urra
Empezamos mal con los expertos, ya os voy advirtiendo que no están de nuestra parte. Van con el otro equipo.
CAPÍTULO 2
Si duermes con el pelo mojado,
te puede dar un aire
¿Qué es un aire? Todavía vivo aterrada de que me dé uno. De pequeña, imaginaba que era una especie de ataque que me iba a paralizar la cara. Miles de veces me he dormido con el pelo mojado y los dedos cruzados.
Me he metido en Google para intentar saber si es cierto. Normalmente, busques lo que busques, siempre encuentras un millón de resultados. Lo único que he encontrado son las preguntas en los foros de miles de niñas traumatizadas que han recibido el mismo consejo.
Una amable doctora dice: «Lo que hace que los niños enfermen son los virus y las bacterias, no el hecho de que se acuesten con el cabello mojado.» Gracias, doctora.
En cuanto a lo del aire, no he sido capaz de encontrar nada. ¿Alguien sabe qué es?
Cuándo lo utilizaba mi madre:
Preferiblemente en época estival. Siempre que me iba de vacaciones, de excursión o a pasar la noche en casa de una amiga.