P RÓLOGO
L a segunda ola del feminismo mexicano, que se levanta a principios de los años setenta, encontró en Carlos Monsiváis a un aliado impresionante. Pocos intelectuales han respondido como él a los cuestionamientos feministas sobre el lugar subordinado de las mujeres en la sociedad; y ninguno se esforzó como él para analizar el desarrollo y el impacto del movimiento feminista.
Monsiváis destaca no sólo por lo anterior, sino por la eficacia simbólica de sus interpretaciones y señalamientos sobre la marginación social y política de las mujeres, que produjeron un efecto al mismo tiempo esclarecedor y legitimador. Sin embargo, a pesar de la existencia de sus escritos al respecto, el pensamiento de Monsiváis sobre el feminismo no ha ocupado un lugar visible en el abundante quehacer crítico de quienes lo estudian, y es casi desconocido para sus lectores. El feminismo fue una de las causas que le importaban y por las cuales desplegó su sagacidad acostumbrada, además de que nos acompañó físicamente, en marchas y conferencias.
Los ensayos aquí reunidos recorren su crítica penetrante sobre el feminismo, el género y las mujeres, pero no agotan sus textos sobre esos firmado por más de 200 figuras del mundo intelectual, artístico y feminista que, por cierto, le causó una fuerte llamada de atención del director de Siempre!, José Pagés Llergo.
La mayoría de los ensayos, crónicas, notas y reseñas variadas que aparecen aquí fueron propuestas de Carlos, aunque sé que algunos de sus textos los produjo presionado por una de sus amigas feministas. Él construye un amplio repertorio sobre los cambios de mentalidad de las mexicanas; hace una disección sobre la manera en que se arma la sensibilidad femenina; se burla de los machos; critica el sentimentalismo del cine mexicano a partir de la “madrecita abnegada”; analiza la estrategia de la derecha y el Vaticano en contra de la despenalización del aborto; habla de la obra de cinco mujeres famosas; reseña dos libros fundamentales: Mujeres y poder y Huesos en el desierto; y reitera, una y otra vez, su convicción sobre el papel del movimiento feminista. Así, en todos sus escritos, aderezados con aforismos deslumbrantes y metáforas sorprendentes, se descubren los atinados diagnósticos y buenos pronósticos que invariablemente nos recetaba a las feministas.
trazó la mejor definición que he leído sobre la discriminación con base en el sexo:
No una conjura, ni una emboscada, sino, más metódica y negociadamente, una organización. La organización deliberada, alegre, exaltada, melancólica, inclemente, tierna, paternalista de una inferioridad. No otra cosa es el sexismo, una suma ideológica que es una práctica, una técnica que es una cosmovisión.
Monsiváis era muy amigo de Margarita García Flores. Cuando ella funda la revista fem. con Alaíde Foppa en 1976, se abre un espacio de reflexión donde Carlos publicaría —dos años después— su “Nueva salutación del optimista”. Ahí Monsiváis considera que:
La mayor victoria del feminismo se está dando a través de un proceso de contagio o contaminación social (1978:18). [Más adelante dirá:] En menos de diez años, los movimientos feministas y de liberación sexual, pese a los enormes escollos internos y externos, son ya un elemento insustituible en la construcción de la sociedad civil, en la crítica de la explotación capitalista, en la visión de un socialismo democrático (1978:19).
Su interés por el movimiento lo convierte en nuestro aliado más importante; y su valoración del objetivo feminista, que aparece como hilo conductor a lo largo de varios textos, nos devuelve la fe en el trabajo que estábamos haciendo:
El feminismo avanza con rapidez (no el movimiento específico, sino la condición irrefutable de muchos de sus puntos de vista, y su influencia en la conducta social) y trastoca las reglas del juego, la consideración general del papel de la mujer (1981:20).
Su manera de otorgarnos legitimidad, pese a la escasa movilización que teníamos en las calles, fue de lo más reconfortante:
No obstante la debilidad ostensible del movimiento feminista hoy, si medimos sus logros por el grado de influencia social y cultural alcanzada, los resultados son impresionantes (1983: III ).
Años después nos regañaría por la “timidez” que nos impedía proclamar la victoria de haber cambiado “la perspectiva social”. En 2005, durante la celebración de los quince años de debate feminista, que se llevó a cabo en el Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM , sentenció con su acostumbrada contundencia:
El feminismo es un elemento que trastorna el control patriarcal, revisa las tradiciones hogareñas, rechaza la idea del cuerpo de las mujeres como territorio de conquista masculina, reivindica la autonomía corporal, se emancipa de la dictadura moralista y da origen a un discurso que obliga a la nueva elocuencia —con todo lo que uno pueda pensar de la escasa presencia del feminismo en México, en tanto a grupos organizados—, lo cierto es que ha cambiado la perspectiva de la sociedad; no se puede ya eliminar la versión feminista de la mirada social, y de la mirada política, y esto es un avance considerable, que no se registra así, entre otras cosas, por la timidez de las feministas en proclamar sus victorias. Lo que no entiendo ya a estas alturas cómo puede ser tímido un movimiento que ha cambiado en un plazo de treinta años la perspectiva social.
Pero Monsiváis hizo mucho más que alabarnos. Su crítica al machismo fue tajante. No sólo dedicó un ensayo —que aquí publicamos— a analizar la figura del macho (“Pero ¿hubo alguna vez once mil machos?”) sino que reflexionó sobre ello en otros, como en “De la construcción de la ‘sensibilidad femenina’”, donde declara: “A la cultura mexicana, desde el principio, la ha ordenado el machismo” (1987:14). Igual de dura fue la crítica a la injerencia del Vaticano en México. En la selección de escritos que tienen en sus manos hay dos textos que pueden parecer no propiamente “feministas”: el de la visita del papa y “México a principios del siglo XXI : la globalización, el determinismo, la ampliación del laicismo”. La razón de incluirlos en esta antología rebasa el hecho de que Carlos haya elegido la revista debate feminista para publicarlos. El primero, un análisis del efecto que tuvo la visita del papa en la cultura mexicana, responde a un hecho político: el Vaticano se ha convertido en el principal adversario del feminismo. Y la crónica que hace Carlos sobre la puesta en escena de su discurso antiaborto, en especial sobre las reacciones populares, fue una herramienta valiosa para la comprensión de la estrategia a seguir. En el segundo texto Carlos condensa muchas de las líneas de su pensamiento sobre las grandes batallas culturales que hay que dar, entre ellas, la del feminismo. En este texto Carlos repite un largo párrafo que apareció antes en su lectura crítica de Huesos en el desierto. Con su inveterada costumbre de ir reelaborando su pensamiento, Monsiváis deliberadamente usaba algunas partes de textos ya publicados en otros escritos. En esta colección encontramos muy pocas repeticiones. Algunas de ellas las hemos dejado igual, como ésta de “México a principios del siglo XXI ”, pues en ambos textos lo escrito resulta indispensable, y otras que ofrecen la posibilidad de ver el proceso de escritura de Monsiváis. Por ejemplo, Pablo Martínez Lozada nos hizo ver que Carlos cita varias veces una estrofa de Díaz Mirón, pero aunque se trata de la misma estrofa, el comentario de Carlos y su manera de insertarla en el texto son distintos. En cambio, decidimos eliminar un apéndice que aparecía en el texto sobre Simone de Beauvoir para mantenerlo íntegro en “La representación de las mujeres”. Su ausencia en el primer texto no afecta la reflexión sobre