Claudia Cervantes - Amor in vitro: Un milagro de la ciencia

CONVERSANDO CON
LOS ESPECIALISTAS

En cuanto a ustedes, sean fecundos y multiplíquense.

Pueblen en abundancia la tierra y multiplíquense en ella.

Génesis 9:7

Compartir conocimiento genera riqueza, por eso abro esta segunda parte del libro con una conversación con el doctor Jesús Luján, no solamente por su riqueza profesional como médico, sino como ser humano y por sus valiosos consejos. Fue él quien contribuyó significativamente en mi proceso para que pudiera convertirme en mamá.

El doctor Jesús Luján Irastroza es presidente de Sociedad Médica Bité, y es fundador y director de Fundación Pronatal A. C., que apoya a mujeres y parejas que enfrentan pérdidas gestacionales o infertilidad. Es especialista en Ginecología y Obstetricia. Estudió la licenciatura como Médico Cirujano en la Universidad Nacional Autónoma de Guadalajara (UAG), realizó una especialidad en Ginecología y Obstetricia y en Biología de la Reproducción Humana en la Universidad Autónoma de México (UNAM). Concluyó un máster en Reproducción Asistida y Genética Molecular en ProCrea, Centro Internazionale di Procreazione Assistita, en Lugano, Suiza.

El doctor Jesús Luján creció en un lugar muy pequeño del desierto de Sonora, una parte de su familia era comerciante y la otra se dedicaba a la naturaleza, a los animales y al campo, tenían granjas de reproducción natural de caballos, de vacas, borregos, cabras y pavorreales. Convivía con los cuidadores de esas especies y el contacto con esa parte instintiva de la reproducción de los animales y cómo resolvían sus problemas despertó su admiración por el tema de la reproducción. No tuvo hermanas pero vivió de cerca y sufrió con una de sus primas que no podía tener hijos. Por eso, en la preparatoria, decidió estudiar medicina para ayudar a las parejas que no se podían embarazar. Gracias al empeño en sus estudios obtuvo numerosas becas.

El máster en Genética Molecular que estudió en Suiza le ayudó a entender cómo podemos encender y apagar los genes y sacar la mejor versión de nuestro cuerpo, de la salud, y controlar enfermedades. Durante esa época se sorprendió al ver cómo lo que le enseñaban ya lo había escuchado durante su año de residencia con los seris, etnia indígena del desierto de Sonora. Ellos solucionan sus problemas de salud y los emocionales de una manera instintiva y básica, hacen que las cosas simples no se conviertan en complejas. Para eso emplean los recursos que hay en la naturaleza y trabajan mucho con la regulación de su cuerpo.

Son conscientes de la importancia que tiene el ambiente en el origen de las enfermedades, independientemente de la genética. También invierten tiempo en la educación de sus niños, en dar amor y en la construcción de su libertad; de esta manera desde pequeños los hacen responsables de sus decisiones. No hay castigos, hay consecuencias. Los adultos fomentan que la familia perdure, a pesar de que las personas continúen juntas o no, se quieran o no.

Los seris consideran que, cuando nos enfermamos, ha sido porque nuestra mente no pudo controlar la emoción y, precisamente, la genética molecular hace el mismo planteamiento. La noradrenalina provoca acidez en el cuerpo y con ello la pérdida de los ciclos de sueño, dando inicio a las enfermedades. Es lo mismo, ciencia y tradición unidas.

La Organización Mundial de la Salud señala que la salud es el equilibrio psicosocial. La medicina no funciona si no unimos a la mente y a las emociones con la medicina y el ambiente. Y el ambiente son nuestras relaciones, nuestra alimentación, nuestro sueño; es la conexión que tenemos con nosotros mismos. Sin eso, la medicina no es efectiva y puede ser tóxica, porque empezamos a usarla como una forma de vida y no como un diagnóstico e intervención. Lo que Jesús procura siempre es trabajar más con la salud que con la enfermedad; prevenir, regresar a lo básico, a la autorregulación a través del ambiente.

La Fundación Pronatal también se interesa en la educación, pues permite a las personas liberarse de sus prejuicios para ser padres y, también, de los prejuicios cuando no quieren serlo. Es importante que se tomen decisiones desde el amor y no por un asunto social o porque la pareja quiere.

En México, existen muchas instituciones que realizan estos tratamientos, pero están muy limitadas. En nuestro país la salud reproductiva y las pérdidas durante el embarazo no son prioridad en el sistema de salud o social. Por eso es que el doctor Luján y el personal de salud que labora con él han decidido ayudar, por ejemplo, al donar sus honorarios de algunas consultas a la fundación.

Somos 126 millones de habitantes en México, aún así, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) señala que el problema de la infertilidad ha crecido. Hace quince años se reportaba un millón y medio de parejas con infertilidad y en el 2020, entre cuatro y cinco millones. Ese número se incrementará porque la mujer, al entrar a una vida laboral socialmente equiparable a la de un hombre y con más desarrollo interpersonal, ha postergado su etapa de fertilidad para concebir. Por otra parte, en el hombre, después de los treinta y cinco años empieza a haber reducciones en sus cuentas espermáticas. Para la concepción de hijos, hace diez años, la edad promedio era de treinta y dos años; en sólo una década se ha movido hacia los treinta y siete años. Un fenómeno que en condiciones normales debería haberse transformado en cincuenta años. Esto significa que el principal factor no es un componente físico, sino a causa de haber postergado el momento para convertirse en padres. La solución pudiese ser guardar óvulos en edad joven o usar las nuevas técnicas ambientales y tecnológicas para mejorar la versión de las células. Estos estudios y los procesos involucrados siguen en aumento con mejores opciones cada día.