Arturo González-Campos - ¿Para qué sirve un cuñao?
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- Libro:¿Para qué sirve un cuñao?
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2011
- Índice:3 / 5
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¿Para qué sirve un cuñao?: resumen, descripción y anotación
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Q uerido lector, estas son mis últimas palabras; en este libro podrás descubrir por qué decidí suicidarme, por qué la vida dejó de tener sentido para mí y, sobre todo, quién en mi familia es culpable de que yo haya tomado esta decisión. Aún no tengo decidido qué método usar. Había pensado ponerme uno tras otro los discos de Maná, ver todas las «pelis» en las que Nicholas Cage lleva peluca, que son las malotas, pedirle a Kiko Rivera que elija mi régimen de comidas, seguir el ritmo de vida de Amy Winehouse… Pero todos ellos me parecen demasiado crueles. Así que, mientras decido cómo hacerlo, te contaré cómo he llegado a decidir hacerlo. Siéntate, coge una bolsa de pistachos, hazte un Tang… Y empezamos.
Lo primero que ves al nacer no es a tus padres, es a un señor con un gorrito raro en la cabeza, con guantes y una especie de mandil. Si tuviéramos conocimiento, en ese momento pensaríamos: «He nacido en la cocina de El Bulli». Entonces tendría sentido que nos pusiéramos a llorar, porque te ves servido en un plato hondo con hielo seco y… Pero no, enseguida te ponen encima del pecho de tu madre y ves a tu padre blanco como un lavabo y disfrazado también de manipulador de alimentos del McDonalds por el rabillo del ojo. A partir de ese momento eres un animal familiar… Todo lo que te va a pasar en los años siguientes, hasta que tengas edad de irte de casa, es decir, más o menos 35 años tal y como están las cosas, vendrá determinado por tu familia. Sobre todo por aquellos que viven contigo. Y la primera y más importante de todos quienes viven contigo es la señora esa que está tirada en la cama, despeinada y con el rímel corrido, y que sabes que es tu madre porque lo primero que hace es coger un pañito y taparte la boca, ¡¡¡para que no cojas frío!!!
C uando dicen eso de «Madre no hay más que una», yo creo que en realidad lo dicen porque todas las madres son la misma… Todas hacen y dicen las mismas cosas.
Quién no ha oído a su madre decir eso de «¿Quieres recoger el cuarto?, que me duele la boca de decírtelo». «Me duele la boca de decírtelo» es una frase de madre. Tu jefe no te diría jamás «Martínez, acabe ya el informe, que me duele la boca de decírselo». Tu jefe te dice: «Martínez, acabe el trabajo o se va usted a la calle de boca».
Otra cosa propia del lenguaje de madre: al resto de los seres humanos las cosas le cuestan esfuerzo, tesón, un huevo… A las madres no, a las madres las cosas les cuestan «un triunfo».
—Venga, arriba, que me cuesta un triunfo sacarte de la cama.
Tienen su propio lenguaje, que no puedes utilizar si no eres madre, porque si tú dices esas cosas queda fatal en ti. Una característica suya es huir lo más posible de la alegría. Rompes la hucha para poder regalarle a tu madre una cosa que vio un día y que le encantó. Se lo entregas con toda la ilusión del mundo y ella lo abre… Aquí una persona normal diría «¡¡Guau, que ilusión!! ¡¡Justo lo que quería!!», cosas así… Una madre no. Una madre, antes de alegrarse, dice:
—Pero cómo se te ocurre gastarte tanto dinero… ¡Si no puedes, hijo! Además, me duele la boca de decirte que no me compres nada.
Los que leáis este libro conseguiréis un gran diccionario español-madre, madre-español. Porque una madre necesita traductor simultáneo. Por ejemplo, tú quieres ver la tele con ella… le dices que qué le apetece ver, y ella suelta otra de sus frases:
—Pon lo que quieras, hijo, si a mí me da igual.
Pero cuidado, en una madre esta frase no significa lo que parece… Porque, si no pones lo que a ella le gusta, no te dejará verlo en paz.
—Desde luego, está la tele para tirarla a la basura… La pinta de chichinabos que tienen todos… Pues en la tres ahora hay una novela, pero no la pongas hijo, si a mí me da lo mismo… Anda, que vaya mindundis que ves…
Entonces, y solo después de diez minutos de sutiles «indirectas», te das cuenta de que tu madre quería ver la novela y no se atrevía a decírtelo; así que tú, lleno de amor filial, haces ver que también te aburre el programa y pones la novela por darle el gusto. Ese es justo el momento en que tu madre, agradecida, se duerme…
Así son las madres, eternas rebeldes. En el terreno laboral también se comportan de forma distinta al resto de los humanos. La mayoría de la gente está deseando pillar una baja para no ir a trabajar… Una madre tiene una frase que le encanta:
—Yo es que no me puedo poner mala…, como caiga yo mala, a ver qué hacían todos estos. ¡Se los comía la mierda!
Pero lo que demuestra que una madre es un personaje único es que, además de como a los demás, a una madre se la puede llegar a matar a disgustos, o al menos eso dicen ellas: «Me vas a matar a disgustos».
Y es que las madres no son seres humanos normales… Son superiores. Yo he investigado muy profundamente y he descubierto que, sobre la tierra, hay dos tipos de mujeres: las mujeres y las madres. De hecho, las mujeres, cuando se convierten en madres, mutan… y empiezan a comportarse de manera muy rara.
Tu amiga Marta, que era una chica muy pija a la que tú llevabas toda la vida tirándole los tejos sin que le hubiera dado ni uno…, bueno, pues tu amiga Marta, a ti, no te habría enseñado los pechos ni en una playa nudista. Pero tu amiga Marta se convierte en madre… y tu amiga Marta se saca el pecho en medio de una cafetería a rebosar sin ningún problema. ¿Qué le ha pasado? Que es madre… Y ella ya piensa que su pecho no es un objeto erótico, sino un contenedor alimenticio…, el famoso Teta Brik.
Y tu amiga Marta, que era tan pija que decía frases como: «Te lo juro por la cobertura de mi Nokia». «Si miento, que se me borre la contraseña del Messenger…, que me denuncien en el Facebook…, que se me olvide el PIN… y no encuentre el PUK…». Pues tu amiga Marta empieza a decir frases como: «Mírame en el bolso a ver si tengo el sacaleches, que tengo los pezones agrietaos».
¿Qué le ha pasado? ¡¡Que es madre!!
Y tenéis que saber que las madres, por las noches, cuando todos dormimos, se escapan de la casa, bajan a la calle y se meten por unas alcantarillas secretas donde hay unas salas escondidas en las que les dan clases para ser madres…
Solo esto explica que todas las madres se comporten exactamente de la misma manera y digan las mismas cosas: frases de madre.
Por ejemplo:
—Tú hazle caso a tu madre, que tu madre sabe de esto.
Esta es una frase de madre, pero además es que es internacional… Tú te vas a Japón, y en Japón hay una madre japonesa diciendo:
—Tukacho tumami quechumami chabedesto.
¿Veis? Son todas iguales… ¡¡¡Porque han ido a las clases de las alcantarillas!!!
Y os estaréis preguntando: ¿cuál es el objetivo de estas clases?, ¿qué buscan? Yo os lo diré: quieren que no lleguemos a la edad adulta con la cabeza en su sitio. Por eso contestan a nuestras inquietudes de niño de cuatro años con frases que no tienen ni pies ni cabeza. Una conversación entre una madre y su criatura de cuatro años debería estar penada. Puede ser más o menos así:
—Mamá, mamá, quiero un coche.
Respuesta que le da la madre:
—¡¡¡Ni coche ni cocha!!!
¿Pero qué argumento es este? ¿«Ni coche ni cocha»? ¿Os dais cuenta de que es un argumento de madre, que no vale para nadie más?
—Hola, mire, que quería un crédito.
—Pues ni crédito ni crédita…
Nooo, esto solo lo contestan las madres… porque han ido a las clases de las alcantarillas. Pero hay más:
—Mamá, mamá, quiero un coche.
—¿Pero tú qué te crees? ¿Que yo el dinero lo pinto?
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