Í NDICE
A Pablo, Carmen, Andrés y las pequeñas,
a esta nueva familia que formamos ahora entre todos.
Mi familia es mi estabilidad, el norte y el sur.
Con vosotros me siento fuerte y viva.
A todos los que leísteis con entusiasmo
Entrénate para la vida, porque vuestro apoyo
y agradecimiento me ha permitido
escribir un segundo libro.
Sois maravillosos.
A todos mis pacientes, el alma de mi consulta,
de la que tiene mesa y silla, y de la virtual.
I NTRODUCCIÓN
Investigamos las causas de por qué las personas enferman, de por qué se contagian o de por qué unos son más vulnerables que otros, y, como consecuencia, encontramos medios y buscamos soluciones para que sepan afrontar sus vidas, para que aprendan a manejar situaciones complejas y para que den orden al desorden.
Pero ¿y si en vez de fijarnos en el «problema» centráramos nuestra atención en las cosas que sí funcionan? ¿Y si supiéramos qué hacen, piensan y sienten las personas que de forma natural resuelven sus problemas? ¿Y si conociéramos cómo gestionan sus vidas y cómo alejan las dificultades los que son capaces de compaginar con eficacia, la rutina y las situaciones críticas?
Ninguno de nosotros vive una vida de príncipes. Todos conocemos a personas enfermas cercanas, todos tenemos problemas que resolver y todos sobrellevamos situaciones difíciles a las que enfrentarnos. Si esperamos el momento idóneo para actuar, no lo haremos nunca, porque sencillamente este no existe. No se trata de solucionar para dar luego pasos, tomar decisiones o emprender, sino de vivir en paralelo. Vivir con el problema y, a pesar de él, trabajar, disfrutar e implicarse con la vida como si no existiera. Está ahí, pero no determina nuestra existencia. Está ahí, pero no nos boicotea. Está ahí, pero nos permite relacionarnos y disfrutar de la vida.
Cuando termines de leer el libro y aprendas de los ejemplos de nuestros supervivientes, llegarás incluso a plantearte si realmente tienes el problema o no. Porque habrás aprendido a no prestarle atención, a convivir con la miseria sin dejar de ser tú mismo, a vivir con los devenires sin dejar de perder oportunidades y a compaginar estrés con ocio. Habrás aprendido a disfrutar de forma plena, porque no existe esa vida rosa que nos inculcaron de pequeños en los cuentos que acaban con final feliz.
Lo cierto es que en nuestro día a día somos capaces de ir a trabajar y ser puntuales después de haber puesto la lavadora, de dar de desayunar a los hijos, de vestirlos o de estar pendientes de que se laven los dientes y se peinen; de llevar a casa de la abuela al pequeño —que se ha puesto enfermo y no puede asistir al cole— y, aun así, llegamos al trabajo sin retraso como si hubiera sido fácil.
El motivo de esta «habilidad» es que hemos aprendido recursos que nos permiten ser eficaces en la toma de decisiones, estar motivados y ser eficientes bajo el estrés del tiempo y la organización. Esto mismo ocurre con otras circunstancias en la vida. La diferencia está en que, con las otras situaciones, falta la experiencia, las ideas, los recursos o la creatividad.
La experiencia permite el aprendizaje, pero hay muchas situaciones en la vida por las que, por suerte, no hemos tenido que pasar. Situaciones duras como la muerte de seres queridos o enfermedades graves. Si te falta la experiencia, te quedan los recursos personales. Pero, a veces, la dureza con la que contemplamos el problema nos impide conocer y descubrir nuestras habilidades. Por eso, saber qué hacen otras personas que vencieron la situación nos ayudará a aprender, contemplar otros puntos de vista y adquirir experiencia a través de los otros.
He de reconocer que escribir este libro me ha costado mucho en el plano emocional. Cada historia es la vida de alguien, de personas, que, a pesar de salir victoriosas, sufrieron mucho hasta que se recompusieron. Y yo lo viví con ellos. Ha habido momentos en los que he tenido que parar de escribir, alejarme y mantener la distancia, porque recordar lo que había compartido con ellos me causaba una mezcla de emociones contrapuestas. Rabia por un lado por la injusticia de ver gente que sufre, pero alegría y fuerza al ver cómo todos fueron capaces de luchar y vencer, o por lo menos, de cumplir con su objetivo.
El éxito está relacionado con muchas variables: inteligencia, creatividad, seguridad y confianza, autoestima, apoyo social, modelos que nos enseñaron a luchar, optimismo, capacidad para tolerar la frustración, la situación económica y social, la formación y un largo etcétera. Pero ninguno de los factores es determinante, porque todos conocemos casos de personas sin trabajo, separadas, económicamente desfavorecidos y que, aun así, son capaces de mirar a la vida con optimismo y tener ganas de luchar.
Con este segundo libro me gustaría volver a acompañarte. Si leíste Entrénate para la vida sabrás que me gusta trabajar en equipo. Ahora tú y yo formamos uno. Mejor dicho, lo formamos tú, los ejemplos de las personas protagonistas de este libro y yo.
En segundo lugar me encantaría que lo leyeras, pero que también lo trabajaras. Mi método sigue siendo el mismo: si quieres que los ejemplos te sirvan, implícate, anota en las tablas qué puedes aprender de ellos, cómo lo vas a utilizar en tu vida y qué ganancias obtendrás actuando, pensando y sintiendo así.
Y, por último, me gustaría que disfrutaras de estas personas, que las leyeras con mucho cariño, porque son unos triunfadores, son unos valientes, generosos, con gran fuerza de voluntad e inteligentes. Son, sin ninguna duda, maravillosos.
Estoy segura de que cuando termines Autoayúdate sentirás nostalgia, te habrás unido sentimentalmente a los protagonistas y tú también llevarás una parte de ellos en tu corazón.
En definitiva, a través del libro aprenderás de las personas que sí encontraron —a su manera— la forma de salir victoriosas de sus problemas. Y si a ellos les funcionó, ¿por qué a ti no te iba a ocurrir lo mismo?
P AREJAS QUE FUNCIONAN
El matrimonio acaba muchas locuras cortas
con una larga estupidez.
F RIEDRICH N IETZSCHE
Casi todo el mundo que ha vivido en pareja conoce las ventajas y desventajas.
La convivencia es dura. Muchas personas dejan de esforzarse porque se acomodan, olvidan los detalles que tenían al inicio de la relación con su pareja. Las responsabilidades, el trabajo, los hijos, las tareas del hogar y la economía generan más conflictos que complicidad. El foco de atención lo dirigen a actividades y obligaciones que nada tienen que ver con la pasión. Y cuando perdemos la pasión, las personas dejan de ser atractivas. La falta de atracción, la rutina y el cansancio impactan en la calidad y frecuencia de las relaciones sexuales. Las hormonas también juegan su papel destructor del amor. Afloran en cantidades indecentes recién enamorados, pero pasados un máximo de tres años, las hormonas se relajan, y la pareja pasa al siguiente nivel.
El primer nivel permitió que se enamoraran, se prometieran quererse toda la vida, descubrieran los valores, aficiones y las personalidades mutuas. Muchas parejas, pasada esta fase, se encuentran tan a gusto, disfrutan tanto de su compañía y de las cosas en común, que a pesar del descenso en la actividad sexual, deciden comprometerse y seguir dando pasos juntos.
Pero en algún momento se empieza a priorizar otros asuntos como la profesión, amigos nuevos o las actividades personales. Muchas parejas saben cómo empezar a salir juntos y cómo construir los cimientos, pero desconocen cómo gestionar los siguientes pasos. Y muchas otras se encuentran con piedras, o con pedruscos en el camino, que no saben sortear. Las parejas mueren en parte por la rutina, pero también por no ser capaces de negociar, encontrar soluciones juntos, ser creativos y adaptarse a las situaciones.
Veamos a continuación los ejemplos de quienes sí supieron como continuar unidos.
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