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Robert Boyd - Un animal diferente

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Robert Boyd Un animal diferente
  • Libro:
    Un animal diferente
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2019
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Un animal diferente: resumen, descripción y anotación

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Agradecimientos

AGRADECIMIENTOS

E stas conferencias han surgido a partir de una colaboración, a lo largo de cuarenta años, con mi amigo y mentor Pete Richerson. Pete es tanto un erudito, cuyo conocimiento de los mundos social y biológico supera con mucho al de cualquiera que haya conocido nunca, como un pensador extraordinariamente perspicaz y creativo. Amable, práctico y generoso: no hay nadie mejor que Pete. También he aprendido mucho de mis antiguos alumnos, especialmente de Joe Henrich, que tomó algunas ideas que habíamos desarrollado Pete y yo, y las convirtió en un soberbio programa de investigación empírica. De hecho, él también es bastante bueno en el «desarrollo de ideas». Me alegro de no tener que medirme, gracias a mi edad, con el listón que deja Joe. Si quieres aprender más sobre la evolución cultural, su último libro, The Secret of Our Success (El secreto de nuestro éxito), es el mejor punto de partida. He tenido la suerte de contar con las colaboraciones de otros fantásticos alumnos, como Michelle Kline, Richard McElreath, Cristina Moya y Karthik Panchanathan. Recientemente he tenido el inmenso privilegio de colaborar con mi colega Sarah Mathew, una pensadora preclara y una trabajadora de campo productiva y de talento excepcional. Muchas de las ideas de mi segunda conferencia tienen su origen en la fértil mente de Sarah. Hace cinco años me mudé desde UCLA hasta la Universidad de Arizona, lo que me puso en contacto con los investigadores del Instituto de Orígenes Humanos (IHO). Fue una bendición. Conseguimos financiación de la Fundación John Templeton para un programa de investigación interdisciplinar centrado en los orígenes de la singularidad humana. Gracias a nuestros continuos debates, he aprendido mucho de mis colegas del IHO, especialmente de Kim Hill, la mejor etnógrafa viva de cazadores-recolectores y dueña de un intelecto extraordinariamente minucioso y creativo. Muchas de las ideas que aparecen en este libro surgieron de mis debates con Kim. También me he servido del conocimiento enciclopédico de Curtis Marean sobre la arqueología de los primeros humanos modernos y del conocimiento, igualmente enciclopédico, de Bill Kimbel sobre los homíninos del Plio-Pleistoceno. He tenido reuniones muy fructíferas con los miembros del IHO Ian Gilby, Kevin Langergraber, Charles Perreault, Kaye Read, Gary Schwartz y Anne Stone. Mis posdoctorandos Maciek Chudek, Max Derex y Hillary Lenfesty han sido una gran fuente de ideas y me han ayudado a mantenerme alerta. Otras personas han leído versiones de este libro en manuscrito y me han ayudado con comentarios muy útiles, como Clark Barrett, Joe Henrich, Moshe Hoffman, Jillian Jordan, Alison Kalett, Ruth Mace, Stephen Macedo, Cristina Moya, H. Allen Orr, David Rand, Paul Seabright y Kim Sterelny. Gracias a todos. Y doy las gracias especialmente a mi compañero de escalada durante muchos años y maestro supremo de la prosa, John Wiley, cuya revisión mejoró muchísimo este libro. Y por último, pero no menos importante, a mi esposa, Joan Silk, que en casa me ha facilitado un seminario de treinta y cinco años sobre la evolución social en los primates; ha sido un tablón sólido y lúcido para mis ideas (a menudo a medio hornear); y sus revisiones, siempre de buen humor, han mejorado muchísimo mi frecuentemente burda prosa, incluyendo la del presente libro.

Algunas de las investigaciones debatidas en estas conferencias han sido posibles gracias a la ayuda de una subvención (ID: 48952) de la Fundación John Templeton para el Instituto de Orígenes Humanos de la Universidad de Arizona.

Las opiniones expresadas en esta publicación son las de los autores, y no reflejan necesariamente los puntos de vista de la Fundación John Templeton.

Capítulo 1. No sólo fue el cerebro. El papel vital de la cultura en la adaptación humana

CAPÍTULO 1. NO SÓLO FUE EL CEREBRO

EL PAPEL VITAL DE LA CULTURA EN LA ADAPTACIÓN HUMANA

INANICIÓN EN UNA TIERRA DE ABUNDANCIA

En 1860, los aristócratas de la ciudad de Melbourne organizaron una expedición para explorar el interior de Australia, ignoto por entonces para los australianos blancos. Sus motivos eran variados. Algunos esperaban encontrar una ruta para una línea de telégrafos que conectaría Australia con la isla de Java y, de este modo, con el resto del mundo. A otros les movía la rivalidad con Adelaida, que había organizado una expedición similar (y fallida) un año antes. Reclutaron a Robert Burke, un intrépido exmilitar, para encabezar la expedición junto con dieciocho hombres más, incluyendo a William Wills, científico y cartógrafo. El 20 de agosto, la expedición partió con veintiséis camellos, veintitrés caballos, suficiente comida para dos años y abundante impedimenta victoriana, que incluía incluso muebles de comedor de roble. El 11 de noviembre, los guías de la partida, con Burke y Willis entre ellos, llegaron a Cooper’s Creek (río Cooper), una larga cadena de canales efímeros a unos seiscientos kilómetros al norte de Melbourne, y allí esperaron al resto del grupo. A mediados de diciembre aún no habían llegado los rezagados, pero Burke ya se había cansado de esperar. Junto con Will y otros dos, Charlie Gray y John King, partieron con la esperanza de poder llegar al Golfo de Carpentaria y estar de vuelta en el plazo de tres meses. Burke ordenó que el resto del grupo esperara en Cooper Creek hasta el 15 de marzo. Por desgracia, tardaron cuatro arduos meses en llegar a su destino y regresar, y Gray murió por el camino. Cuando Burke, Wills y King llegaron a Cooper’s Creek a mediados de abril, se encontraron el campamento abandonado. Estaban agotados y con tan pocas provisiones que no tenían posibilidad alguna de lograr recorrer los seiscientos kilómetros que los separaban de casa. En esos días, se encontraron con un grupo de aborígenes yandruwandha quienes, al ver su lamentable estado, les dejaron seis kilos de pescado. Un par de semanas después, de nuevo se encontraron con otro grupo de yandruwandha, que les invitaron a su campamento, y allí los europeos fueron provistos de más pescado y de unas tortas hechas con las semillas.

Esto nos lleva a preguntarnos, ¿en lo que para los yandruwandha era una tierra de abundancia? La respuesta a esta pregunta tiene la clave para poder responder a una pregunta mucho más importante que es el centro de este ensayo: ¿Cómo llegamos a ser los humanos una especie tan excepcional? Hace cinco millones de años, nuestros antepasados eran unos simios comunes y corrientes. Actualmente, nuestra especie domina la biota del mundo. Ocupamos cada parte del planeta, superamos inmensamente a cualquier otro vertebrado terrestre, procesamos más energía que cualquier otra especie y vivimos en una variedad de sistemas sociales más amplia que cualquier otra criatura. La clave de esta transformación es que los humanos nos adaptamos culturalmente, acumulando gradualmente información crucial para sobrevivir. Australia Central era una tierra de abundancia para los yandruwandha porque estos eran herederos de un valioso tesoro de conocimiento, transmitido culturalmente, sobre cómo vivir allí. Como veremos, Burke y Wills murieron porque ellos no tenían acceso a este conocimiento. En este ensayo defiendo que nuestra especie ha desarrollado la capacidad de adaptarse culturalmente y esto, para bien o para mal, nos convirtió en un tipo de animal diferente.

¿SON REALMENTE TAN IMPORTANTES LAS DIFERENCIAS ENTRE LOS HUMANOS Y LOS OTROS ANIMALES?

Muchos de mis colegas de biología evolutiva creen que no. Admitirían, por supuesto, que las personas difieren de los otros animales en muchos aspectos: hacemos un uso de las herramientas mucho más extensivo que cualquier otra criatura; el lenguaje humano nos permite enviar una variedad de señales mucho más amplia que otros animales; las personas tenemos un cerebro más grande, en relación al tamaño del cuerpo, que la mayoría de los otros mamíferos. ¿Pero y qué? Muchos animales poseen características excepcionales: los elefantes tienen trompas largas y flexibles, los colibríes pueden planear y los azulejos índigos navegan observando la posición de las estrellas. Además, siempre hemos tendido a pensar que somos diferentes (y mejores) que las otras criaturas, y muchos de nuestros rasgos «únicos» han resultado no ser «únicos» en absoluto. Los biólogos disfrutan de lo lindo desmintiendo cualquier afirmación del tipo «sólo los humanos pueden hacer X». El tallado de herramientas, el lenguaje, la agricultura, la cultura, la enseñanza y la guerra; todos han sufrido este destino.

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